El encuentro de correspondencia. Psicoterapia humanística y existencial


El encuentro de correspondencia

Psicoterapia humanística y existencial

Si acudes a consulta buscando únicamente aliviar tu dolor y tu sufrimiento, tan solo encontrarás lo que viniste a buscar, alivio, pero no mejoría. 

Te resultará paradójico lo que acabo de decir, pero si reflexionas descubrirás que la idea no es tan descabellada, porque de la misma forma que nosotros, los especialistas en salud, enriquecemos nuestro conocimiento diario con vuestro sufrir, tú también adquieres conocimiento e incluso te puedes valer de él para construir la estructura de lo que tarde o temprano llamarás “tu vida”. 

Si te empeñas en actuar así, es decir, aliviándote con los medios que tienes a tu alcance (tranquilizantes o cualquier tipo de droga), atenuando tu sufrimiento sólo con la intención de no seguir padeciéndolo, te privarás del beneficio práctico que la realidad te ofrece y muestra a lo largo de las múltiples experiencias que conforman tu vida diaria. Experiencias, que, por otro lado, enriquecerán tu conocimiento y entendimiento sobre tus sentimientos y tu modo de sufrir. 

Por lo tanto, ¿acaso es tan malo que sufras? 

Te guste o no, no tienes elección, eres hombre y como hombre, estás obligado a obrar, a edificar, y en definitiva a hacer. 

Si pasas a la acción, es decir, llevando a cabo algunas de las cosas que deseas hacer, es como hallarás el medio de adquirir el conocimiento de ti y de tu relación con los demás, que tanto necesitas para definir mejor aquellas cosas que quieres realizar, aunque hacerlo implique pasarlo mal. 

¿Imaginas que ocurriría, si no consigues aligerar tus lazos de dependencia con aquellos que son significativos para ti, si continúas dejándoles hacer y obrar a otros por ti, si continúas pidiéndoles a tus padres que te protejan, o al menos que no te dejen solo en tu sufrir? visto así, ¿podrías construir tu vida? 

Tarde o temprano te llegará el momento de elegir la parcela donde construir tu vivienda. Si dejas que otros la elijan por ti, es posible que te sientas aliviado temporalmente, ya que siempre podrás decir, en el caso de no encontrarte a gusto, que la elección de tu parcela no fue tuya, que el error no lo cometiste tu. Después, hablarás de vender la casa, de mudarte a otro lugar, e incluso pensarás que es fácil hacerlo. Pero nunca ocurrirá así, porque cuando dejas la responsabilidad de elegir a otros con ello no comprometes únicamente un trozo de terreno, lo que comprometes realmente es tu propia vida al renunciar libremente a ella. Lo que comprometes desde el principio es a ti mismo, y es esto lo que no puedes ver, tal vez por comodidad, por pereza, por dependencia o simplemente para no tener que decidir ni sufrir. 

Si verdaderamente te sientes tan mal, la psicoterapia será el medio por el cual aprenderás a decidir, será a través de ese estar abierto al conocimiento de ti mismo y de los demás, como decidirás si vas a obrar según tu criterio, o a seguir dejándote obrar. 

Y es precisamente en ese “voy a obrar” donde tu vida comienza a tener significado. De la misma forma que el arquitecto ingenia en su imaginación la construcción de lo que más tarde será la realidad de una edificación, tu irás con el mismo ingenio desarrollando el diseño de tu existencia.

Dar significado a tu vida no es tarea fácil. Esto lo conseguirás siempre y cuando tengas la absoluta voluntad de “llegar a ser”, pero esta voluntad debe ser original, es decir, debes realizarla como un acto propio no como una réplica de lo que otros ya han realizado.

Lo importante no es si al final terminas realizando lo que otros han llevado a cabo, lo verdaderamente importante, lo que te hace ser original, es que lo que hagas te lo tomes como si tú fueras el primero en sentirlo y experimentarlo. Como si nadie lo hubiese intentado antes que tú.

Para llegar a esta situación es imprescindible que mantengas buenas relaciones contigo mismo, de ahí la importancia de tener una buena autoestima y de mantener comportamientos asertivos. Este será el único camino que podrás utilizar para conocer lo que deseas y quieres. 

La mejor herramienta para diseñar el futuro será tu autoconocimiento y el mejor medio para conseguirlo será el encuentro psicoterapéutico que no es otra cosa que un encuentro especial entre dos personas, siempre y cuando la búsqueda de esa realización te resulte dolorosa. 

Como antes comentábamos, para llegar a esta relación especial de conocimiento de uno mismo necesitas previamente saber establecer una relación con los otros. Aquí lo importante no es el número, basta con que inicialmente lo consigas con tu psicólogo. Este tipo de relación con los demás te ayudará a conocerte, a saber de ti y a adoptar una postura con respecto al papel a desempeñar. Principalmente será el encuentro con el otro, lo que más te aportará “en ese llegar a ser” tan importante para tu realización. De este modo, aprenderás a anticipar las cuestiones relativas a la libertad, la responsabilidad, la decisión, el amor, y, en resumen, todas aquellas cuestiones que tienen que ver contigo mismo, fruto del trato con los demás.

Lo que quiere esto decir, es que para desarrollar tu vida primero tienes que anticiparla, ya que en la anticipación es donde dispones y organizas lo que más adelante será tu futuro. Sin embargo, este futuro planeado y programado de modo anticipado debe ser ante todo espontáneo y creativo. No puedes, bajo ningún concepto copiarlo o imitarlo a imagen y semejanza de otros, si lo haces así, estarás desarrollando modelos de conducta defectuosos que más adelante serán el origen de un buen número de patologías psiquiátricas y psicológicas (inseguridad, falta de confianza en ti mismo, dependencia, miedo, ansiedad, depresión...). 

Como puedes ver, intento explicar que aquello que experimentas a diario y que defines como “tu vida”, está siempre en juego, en la “cuerda floja”. Es decir, corres un riesgo cada vez que intentas ser tu mismo, ya que puedes fracasar a la hora de anticipar lo que sería tu futuro y por lo tanto el desarrollo satisfactorio de tu vida. Pero este posible temor al fracaso no debe impedirte que continúes intentándolo ya que las oportunidades con las que cuentas son innumerables. Lo que si es peligroso es hacer lo que hacen los demás. 

En el peor de los casos podrías fracasar en aquello en lo que deseas “llegar a ser”, y más concretamente en lo que tu crees que “debes ser”. Pero si mantienes la calma y no recurres al camino fácil de construir un falso “castillo de apariencias”, no te verás abocado a lo que conocemos como trastornos de ansiedad, que con sus innumerables antídotos (como, por ejemplo, las ideas obsesivas) son uno de los mecanismos más utilizados para posponer la inevitable necesidad de tener que elegir y decidir por miedo a fracasar. 

Hasta aquí hemos comentado lo importante que es para cualquiera de nosotros desarrollar y crear la propia existencia, aunque para ello debamos anticipar el futuro y enfrentarnos al riesgo que supone fracasar en aquello que pretendemos. Pero lo más significativo de todo, es que nuestras vidas no pueden reducirse a lo psicológico y biológico. Nuestra vida, necesita y exige, además, un desarrollo de lo espiritual, es decir, debes enfrentarte con la responsabilidad y con la ineludible necesidad de desarrollar valores, de no hacerlo, tarde o temprano, sentirás que te encuentras vacío. 

El desarrollo de tus valores no es una cuestión que puedas alcanzar únicamente con proponértelo, no por desearlo te vas a convertir en un “hombre nuevo”. Para corregir o encauzar adecuadamente los valores sobre los que luego cimentarás tu existencia, siempre y cuando se hayan desviado de su camino y eso te esté resultando molesto, es necesario que acudas a consulta y que durante un tiempo nos veamos a solas con cierta regularidad, hasta conseguir, entre ambos, crear un lazo emocional, positivo o negativo, que puedas utilizar para tu propio beneficio en los términos que a continuación te explicaré. 

El termino psicoterapia se refiere a un encuentro frecuente entre dos personas cuando una de ellas se siente particularmente angustiada o afligida. Se trata, ante todo, del encuentro de un terapeuta con su paciente, que no es otra cosa, que el encuentro entre Tú y Yo. Este encuentro entre nosotros para que sea auténtico, y , por lo tanto, pueda servir de algo, debe contar con mi “interés hacia ti”, y con tu “confianza”. Si ambos nos esforzamos en mantener un buen contacto personal, en cuanto a sinceridad y honestidad, puedo asegurarte que la psicoterapia será eficaz y nos hará avanzar hacia la meta. 

En muchas ocasiones me has escuchado hablar de mí, de mis miedos, preocupaciones...y estoy seguro que más de una vez te habrás preguntado: ¿necesitará también ayuda psicológica? 

Después de muchos años de haber tratado a pacientes por medio de la psicoterapia he mantenido la idea de que para ser un buen psicólogo es necesario que me sientas como una persona real, con auténtico interés, que no me veas como alguien “omnipotente”, “sabelotodo” y que sepas que soy una persona con limitaciones. Siempre pensé que era la mejor manera de ayudarte a que abandonaras la postura de desamparo que tenías cuando te conocí, y la mejor manera de darte ánimos para que te atrevieras a enfrentarte con tu realidad. Este deseo mío de establecer una relación personal contigo no surge dentro de mí por capricho, sino que es el resultado de muchas horas de reflexión, largos momentos en los que me preguntaba: 

¿Cómo puedo crear una relación que él pueda utilizar para su propio desarrollo?

Si consigo establecer la relación personal que desde el principio me propongo puede que descubras que tu también tienes la capacidad de crearla y por lo tanto de utilizarla para tu propio desarrollo. Si esto ocurre, entonces estarás en el camino de experimentar un cambio y un mayor progreso individual. 

Pero para que esta situación se produzca, para que ambos consigamos establecer una relación personal, debemos ser auténticos. Cuanto más auténtico me muestre, más intensa y útil será nuestra relación. Ser auténtico no quiere decir que me muestre ante ti con la fachada y la voluntad de ser lo que yo imagine que tu quieras que sea, y expresar con palabras y conductas los diversos sentimientos y actitudes que tenga hacia ti y que, a lo mejor, son los que tú quieres oír, sino que mostrándome tal y como soy, es como lograré que tú busques exitosamente tu propia autenticidad, que en definitiva es lo más importante. 

Recuerdo Pepe aquel día estando ambos en el bar después de la terapia de grupo como al mostrarte mi afectividad en público te sentiste incómodo sin que yo pudiera apreciarlo y de cómo unos días después intentaste ridiculizarme en grupo por los gestos afectuosos que había mostrado la semana anterior. Después de contarles a los compañeros de grupo lo ocurrido, la situación fue alargándose hasta que llegó un momento que no pudiste soportarlo más y reconociste tus dudas sobre tu masculinidad y la creencia tuya de ser homosexual. Como puedes ver Pepe, después de más de dos años de terapia individual no conseguiste contarme aquella preocupación que tanto te atormentaba al igual que otras que tampoco contabas y de cómo por un simple gesto mío de autenticidad llegaste a tal situación, y gracias a ello aclaraste un aspecto de tu vida que te tenía particularmente angustiado. Y es así como siendo auténtico contigo, aceptándote incondicionalmente desde el principio, que no fue fácil dadas tus ideas incongruentes, tu falta de sinceridad y tus principios morales y religiosos sobrevalorados, fui comprensivo contigo desde el principio, y de este modo fue como me convertí en el compañero de viaje de la aterradora búsqueda de ti mismo que ya te sientes capaz de emprender. 

A continuación, trataré de demostrarte que todo lo que conoces y sabes de ti, de lo que eres y crees que eres, ha surgido de tu trato con los demás. Y que ha sido a través del modo de establecer tu vinculación con los demás, como has llegado a formar lo que hoy conoces como tu realidad psicológica. 

En tu infancia, antes de tomar conciencia de la existencia de tu propio Yo, lo haces del Tú, de los Otros hombres. Y es así como, con el paso de los años, la relación con el Otro, a través de la convivencia, adquiere una importancia decisiva en el establecimiento de tus relaciones humanas adultas. Pronto te das cuenta de que todo lo que te rodea debes compartirlo. Poco a poco, a través del contacto con los Otros, descubres tus limitaciones y en definitiva las dificultades que conlleva el encuentro con los demás, es entonces cuando verdaderamente te descubres a ti mismo. Los Otros no solo te enseñan a conocer mejor tu cuerpo sino que además te ayudan a conocer mejor tus sensaciones y sentimientos (amor, odio, vergüenza, rabia...) 

Ajuriaguerra, que ha dedicado mucho tiempo al análisis de la significación psicológica del cuerpo, ha estudiado las primeras relaciones madre-hijo a través del peculiar modo del abrazo y destaca la significación e importancia que el abrazo materno tendrá para el futuro del hijo y así, escribe que las experiencias y las posturas del niño dejan huellas que serán recordadas más tarde. Cuando nos sintamos solos o cuando nos relacionemos, el otro estará siempre presente en nuestro interior (aunque solo sea recordando o experimentado en el fondo de nuestro ser lo que en otro tiempo tuvimos). 

Como verás los Otros te han ayudado desde tus primeros años a descubrirte como persona, sólo a través de su trato es como has ido conociéndote. A medida que has ido profundizando en los demás, el conocimiento que tenías de ti mismo lo has ido podando, cercenando, pero también perfilando y definiendo, ese saber de ti mismo, vago y abstracto, que eras tu al comienzo de tu relación con los demás. 

Llevas muchos años forcejeando con los Otros, muchas veces has estado en desacuerdo, otras has conseguido llegar acuerdos. Pero gracias a este juego continuo de “tu tienes razón, yo tengo razón” has conseguido limitar el contorno de tu realidad personal. Es decir, los demás te han limitado en muchísimas ocasiones, te han ayudado a descubrir tus límites, te han mostrado lo que eres y lo que podías llegar a ser. En definitiva, tu has “nacido” después de los Otros, y eso te guste o no, te obliga a tenerlos en cuenta. 

Desde tu nacimiento has visto el mundo, las cosas que te rodean, a los otros hombres y a ti mismo a través de los Otros. Muchas de las cosas que piensas, que dices o que haces, es porque se piensa así, se dicen así o se comporta uno así, pero en realidad la mayoría de tus ideas, o decisiones no las has pensado por tu cuenta ni las has decidido o elaborado plena y responsablemente, sino que han sido insufladas. 

Dependiendo de las personas que te han rodeado, de cómo te hayan tratado, de lo afectuosas, frías, rígidas, agresivas, o cuidadosas que hayan sido contigo será como habrás ido elaborando la imagen que tienes de ti y la confianza que muestres en el trato con los demás. 

A lo largo de estos años has descubierto que el trato con los demás no ha sido tarea fácil, en muchas ocasiones te has sentido intimidado, algo así como si te sintieras en peligro. Con el tiempo algunas personas han podido perturbar y dificultar la idea que inicialmente tenías de ti mismo e incluso la confianza que mantenías a la hora de relacionarte. Hasta puede que te lo creyeras y sin darte cuenta crearas una imagen defectuosa de tu persona encerrándote dentro de ti con el fin de protegerte. Pero al encerrarte en ti mismo, impediste con ello la oportunidad de disfrutar de la experiencia de abrirte a otras personas que realmente si sabían valorarte y que además te podrían haber ayudado a desarrollarte. 

Al caer en esta actitud egocéntrica (persististe en mantener una situación infantil) te convertiste en una persona neurótica, en alguien que padece trastornos de ansiedad, porque, aunque te empeñaras en protegerte del posible daño que pudiesen hacerte los demás, ansiabas tremendamente la compañía y la convivencia con los otros cayendo una y otra vez en graves y profundas contradicciones. 

Pepe, a lo largo de estos años de terapia has conseguido, no sin dificultad, ir abriéndote a mí, el largo encierro en el que te encontrabas ha ido cediendo. A través de nuestros encuentros has aprendido a escapar del calabozo, has deseado ser más honrado. Por medio de nuestra convivencia te has conocido, aunque ello te haya supuesto la duda y la renuncia al mundo que creías conocer. 

Durante el tiempo que hemos pasado juntos te he aceptado tal y como querías mostrarte ante mi, te he respetado y he hecho todo lo posible por comprenderte, ahora en esta segunda etapa de la terapia te encuentro más libre, menos preocupado por las apariencias, con más coraje para expresarte consciente o inconscientemente. 

Si eres capaz de experimentar este tipo de encuentro, aunque solo sea conmigo, estarás en el camino de asegurarte el encuentro contigo mismo y en consecuencia de desarrollar un poderoso sentido de tu identidad, de pertenecer a las cosas que te rodean y de sentirte a ti mismo de forma integral. Cuando lo hayas conseguido te sentirás seguro del camino que has emprendido, de lo contrario experimentarás lo que algunos autores han calificado de “Inseguridad ontológica”, “Fatiga mental” o “vacío existencial”, tal vez porque no puedas evitar volver para atrás. 

Cuando se llega a este estado en el que tú te encuentras surgen inevitablemente una serie de preguntas en relación con la existencia: 

¿para qué?, ¿por qué? ¿qué tengo que hacer en la vida? 

Estas preguntas te habrían surgido, independientemente, de que hubieses alcanzado o no el éxito social o profesional que tanto deseabas.

Cuando te conocí, llevabas tiempo en esta situación, recuerdo que predominaba en ti una gran apatía, una falta de ilusión, una renuncia a la esperanza de alcanzar la meta anhelada. Esta apatía la tenías profundamente enmascarada por lo que desconocías su existencia, e incluso creías que la actividad que estabas desarrollando, sobre todo la relacionada con tus encuentros sociales, llenaban completamente tu vida, cuando en realidad sucedía todo lo contrario ya que te encontrabas carente de ilusión porque habías renunciado a aquello que verdaderamente te llenaría, ser auténtico. En definitiva Pepe, cuando te conocí estabas desconcertado. Ahora también lo estas pero de otra manera, ahora lo estas por mostrarte tal y como eres, por ser auténtico.

Llegaste a esa situación porque eras incapaz de realizar tus valores personales, aquellos que inicialmente te propusiste tal vez cuando eras un muchacho. Es decir, fuiste incapaz de cumplir con tu vocación, entendida aquí como el desarrollo de la propia vida. No olvides que nosotros no estamos en este mundo únicamente para limitarnos a “comer y dormir”, sino que perseguimos conducir nuestra vida, la cual nos ha sido propuesta como una meta. No cumplirla produce un gran desconcierto y desorientación, aunque a veces, el problema no está en cumplirla, sino en saber mostrarla, en que aquellos que dicen conocerte te permitan desarrollarla. Esta última situación se produce sobre todo cuando se es muy dependiente. 

A continuación, Pepe, transcribo el correo electrónico que me enviaste hace unos pocos días tras reanudar las sesiones de psicoterapia después del paréntesis de casi un año: 

“Querido Juanjo, 

Ayer noche, y como fruto de la sesión, tuve el deseo de hacerme un chequeo personal, un examen de estado sincero y sin miedo. Resultado de esa introspección es esta carta. 

Mi querido amigo, mi situación es crítica. Me estoy dando cuenta de que soy lo que siempre he criticado y despreciado. Soy un niño-pijo, con mayúsculas, un niño de papá, un niño inmaduro con delirios de grandeza. 

Pero lo peor de todo es que me siento impotente para cambiarlo. Las salidas fáciles no las deseo, pero las difíciles no tengo fuerzas para afrontarlas. Me encuentro como un barco sin capitán ni tripulación: va donde el viento quiere llevarlo. Me encuentro aturdido, desquiciado, vacío. No sé lo que quiero porque no sé lo importante que es querer algo. Hasta ahora me he dedicado a comer y a dormir, pero mi problema es que ahora me doy cuenta de que sólo me he dedicado a estas dos actividades y tampoco sé con seguridad si quiero salir de esta rutina. Ahora me encuentro inerme. No tengo ilusión por nada, no tengo capacidad de elección, no tengo voluntad y hasta me parece que me encuentro sólo en esta cruzada sin horizonte. 

Supongo que algo bueno significa esta situación: que estoy en el punto de partida, con veintisiete años de retraso, pero en el punto de partida. 

Estos tres años contigo, por lo menos han servido para dejarme en dicho punto, para desmoronar mi falsa construcción. 

Pero ahora queda lo más difícil, salir, empezar a construir con mis materiales y hacerlo bien. No sé si esto va a salir bien pues tengo poca confianza en mí...También tengo miedo porque lo fácil es volver atrás y construirme otra vez mi falso castillo de apariencias. Espero no llegar a estar tan desesperado o a ser tan ignorante. 

Todo el mundo a mi alrededor me dice lo que debo hacer, pero no hago caso a nadie. Quiero llegar por mi mismo a un deseo interior de lo que quiero hacer, de a dónde quiero ir...quiero sentirme su dueño y su creador. Yo quiero ser lo que desee. Pero no sé cuándo encontraré mi deseo o si lo veré con suficiente claridad como para identificarlo. 

Por estos motivos, y ahora más que nunca necesito de tu ayuda para encontrar mi deseo interno, propio y genuino. Espero que me sigas dando fuerzas y ánimos, y que me hagas reflexionar. 

Hasta el jueves que viene”. 

Pepe es un muchacho que acudió a consulta acompañado de su padre argumentando problemas de concentración y atención, concretamente dificultades de estudio. Llevaba años viviendo en Murcia compartiendo piso con otros compañeros mientras mal llevaba la carrera de Químicas, nunca supe realmente en que curso se encontraba ya que su situación académica era muy complicada. Le diagnostiqué trastorno de ansiedad generalizado con algunos síntomas obsesivos. Tras la primera sesión que mantuvimos conjuntamente con su padre, le pedí que se autodefiniera por escrito. La carta que os transcribo a continuación es el fruto de sus reflexiones aquel 11de enero de 1996, su lectura os ayudara a comprender mejor la situación que Pepe nos relata en su correo electrónico, y que posiblemente ha sido el resultado de la terapia individual y de grupo realizada durante aquellos años: 

“Me ha pedido que le cuente algo sobre mí. Pues voy a intentarlo. 

Me autodefino como filósofo, porque amo el saber. Mi gran deseo: conocer, saber. Mi meta platónica: ser sabio. Permítame aclararle que la diferencia entre filósofo y sabio es que el primero busca la verdad y el segundo ya ha llegado a ella...Pienso que conocer libera al hombre y le da capacidad de decisión. Esto lo explico a quienes me escuchan de la siguiente manera: a un hombre le dan 2 copas, una con veneno y otra con zumo. Ambas copas son irreconocibles para el sujeto. Pues bien, si el hombre no conoce cual es el contenido de ambas copas, su elección será arbitraria, no está eligiendo libremente, pues no puede poner por medio su voluntad. En cambio, si conoce el contenido de las copas, puede optar por una o por otra, ahora si es libre y puede ejercer su libertad.

Para hacer cosas el hombre debe conocer, no sólo basta con querer. 

Mis ídolos: Cristo (como cristiano que soy), mi padre (por lo que ha conseguido llegar a ser) Platón, Sócrates, Aristóteles, Sto. Tomas y S. Agustín, D. Fernando (un sacerdote del que ya le hablaré: a él le debo mi pasión por la filosofía), José María Escrivá de Balaguer y Leonardo Da Vinci. 

Pienso que soy metódico. Tengo que tener explicación para todo. Todo debe estar perfectamente ordenado en mi cabeza, y me pongo nervioso cuando no es así. 

Pretendo ser una persona polivalente. Me siento capaz de afrontar cualquier empresa; quiero decir que no me bloqueo ante lo desconocido, tengo esa idea innata que me da la posibilidad de realizar cualquier cosa sin haberla acometido antes, sin tener conocimiento previo de ella. 

Me ha preguntado sobre lo curioso de que un tipo como yo que es un romántico, y lo soy, haga una carrera tan distinta a mi carácter. Bueno, la verdad es que escribo poesía, me gustaría iniciarme en la fotografía y soy un lector incondicional de Cela. 

Me gusta el fútbol, aunque practico el baloncesto. Pero hay algo que me gusta sobre todos los deportes, el montañismo... 

Ahora le puedo hablar de mis amigos. Yo primero le hago distinguir que un amigo es para mí una persona que me quiere cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite. Con esto quiero decir que un amigo es una persona a la que le ofrezco y me ofrece una garantía de ayuda incondicional...En un mundo de amor hacia una persona, amar para mí es autoexpropiarse para el bien de la persona a la que se ama, y este hecho no tiene porque ser recíproco...

Al principio de la carta me he autodefinido como filósofo y ahora que la releo veo que me ha faltado algo: también soy una persona que “intenta” ser cristiano, y no me importa excesivamente llevarlo a la práctica hasta sus últimas consecuencias. 

Por último, le comentaré brevemente qué es lo que espero llegar a ser en esta vida: un buen servidor de la doctrina de Dios. Alguien que deje en este mundo un buen recuerdo a la gente. No me refiero a que se acuerden de mí, sino a que lo que deje cuando parta de este mundo, sea un instrumento de bien a quienes vienen detrás de mí. Yo así lo he recibido de alguna gente y espero poder dejarlo a otra”.

Unos meses después, el 21 de marzo del 96, y espontáneamente, Pepe me llevo una nueva carta. En esta ocasión la tituló “Carta sobre mi Padre”, título muy parecido al conocido libro de Kafka: “Carta al padre” de 1919, libro donde podemos ver cómo la figura creada por Freud y denominada por este “superyó” no es una figura que gentilmente se le ocurriera a Freud, sino que responde a la organización familiar de la época en la que Freud vivió. 

Algunos párrafos de la extensa carta de Pepe orientada a su padre dicen así: 

“Resulta curioso pensar que mi padre pueda tener algo de culpa en los problemas que tengo actualmente. Y digo que resulta curioso porque mi padre es un personaje que soluciona problemas. Me explico: mi padre es la persona a la que la gente de todo tipo, situación social y económica, recurre cuando tiene algún problema.... 

Otra cualidad a su favor es que nunca guarda rencor, o si lo guarda, no lo pone de manifiesto...

También es tremendamente humilde: nunca habla de sus riquezas, del dinero que gana, de sus posesiones... 

Pero todo esto a mí no me sirve para nada. Mi padre no me inspira confianza. Es imposible tener una conversación sin salir peleándonos, ambos perdemos el control. 

Pese a todo, me encuentro con un gran peso sobre mi conciencia: ser hijo de quien soy. Siento el peso de la responsabilidad. La gente admira a mi padre y espera algo incluso mejor de mí. Cuando me preguntan por mis estudios los amigos de mi padre, me siento tremendamente avergonzado. Reflexionando, me da la impresión de que me avergüenzo, no por mis notas, sino porque no estoy honrando a mi padre, porque no puedo ser un fracasado viniendo de quien vengo. Quizás mi padre se merezca algo mejor que yo. 

Quizá siento demasiado el daño que le causo a mi padre no siendo el mejor, como él ha sido. Pienso que actúo más por enorgullecerle a él que a mí mismo. Por eso me siento sumido en una terrible tristeza cuando no lo consigo.

También siento una profunda presión en cuanto a la sensación que tengo de estar desperdiciando mis oportunidades. Tengo los mejores medios “logísticos” para triunfar: no me falta nada de lo que pido, tengo a mi disposición químicos de lo mejor de España. También tengo sus laboratorios a mi entera disposición para adquirir experiencia, siento que tengo todos los ingredientes para poder ser un químico de los gordos (todo ello por mérito de mi padre, no mío), el único problema es que no “sé cocinar”, no soy un buen estudiante, no doy la talla. También pienso en los estudiantes que merecen más que yo estos privilegios y no los tienen: yo que los tengo no puedo permitirme desaprovecharlos, sería incluso pecado. 

Hay veces en que me siento tremendamente confundido. A veces pienso que me gusta el mundo de los negocios, de la empresa, porque me lo ha infundido mi padre...Hay veces que tengo otro deseo para mi vida, un proyecto muy opuesto: me gustaría tanto ser profesor de ética o de filosofía, o teología... 

Otra cosa que quiero comentar antes de terminar, es la obsesión de mis padres por la carrera. Todo lo que no esté bajo su ámbito está mal visto. En estos años, si hago algo que no esté relacionado con ella mejor es que no se enteren, de lo contrario, la reprimenda es gorda...” 

Von Gebsattel señaló que es importante hacer notar que en la persona hay un aspecto positivo y otro negativo. El positivo consiste en el esfuerzo de indagar en el mundo de los demás y de integrar en el tuyo propio aquello que te viene bien; el negativo en, meramente, adaptarse a ese mundo de los demás. 

Pepe, a lo largo de estos años te has identificado con el aspecto negativo que hay en la persona y por eso tan solo has tenido un desarrollo aparente. En lugar de convertirte en persona autónoma o ser original en tu vida, has ido lentamente empobreciéndote en una existencia vacía, de fachada, y agotándote en la máscara adquirida. Heidegger ya lo expresó cuando puso de manifiesto que cuando el hombre es incapaz de asumir responsablemente su existencia se refugia en la de los demás. Y eso es, precisamente, lo que has hecho tú. 

Cuando esto ocurre, se produce entonces una renuncia a los Valores personales, un fracaso en lo que al principio de la entrega definía como la arquitectura de nuestro Yo. Es decir, cuando la construcción de los valores que intentas cimentar no se corresponde con tus valores personales, sino que son adquiridos fuera de ti, sin haber participado previamente en su elección, esto significa que grandes parcelas de tu personalidad han quedado sin explotar ni desarrollar, lo que te obliga a vivir estrechamente dentro de un traje que no está hecho a tu medida, sino prestado de los demás, y a vivir una relación con el mundo carente de autenticidad y honradez. 

Sin embargo, cuantos más valores tomas de tu propia personalidad, más dinamismo y agilidad desarrollarás en tu interior potenciando a su vez la creación de otros nuevos valores. Pero cuanto más estrechos sean los valores adquiridos de tu personalidad con menos dinamismo y vitalidad contarás a la hora de establecer un encuentro y una relación con el mundo real. 

La fatiga que mostráis aquellos que padecéis trastornos de ansiedad se podría definir así: 

si los valores que utilizáis son tan estrechos que ellos mimos te impiden desarrollar aquello que persigues en tu vida, entonces mucho de lo que haces lo haces “a desgana”. Cuando caes en esta situación te resulta imposible realizar tu vocación, es decir, no puedes desarrollar tus propios valores personales, y esto como causa de tu debilidad, de tu falta de confianza en ti mismo, o como consecuencia de unas inadecuadas relaciones con los demás, fruto, tal vez, de un exceso de dependencia.

La finalidad de la psicoterapia de orientación antropológica llevada a acabo con Pepe consistió, por lo tanto, en hacerle ver que su existencia estaba vacía, que no le llenaba y le hacía profundamente infeliz, porque su existencia no era auténtica por no haber podido desarrollar sus valores personales. 

Justo el día en que nos despedimos de la terapia, en septiembre del 98, le dediqué unas letras como resultado de una nueva valoración de los tests que unos días antes había realizado, la carta dice así: 

“Cuando conocí a Pepe y profundicé en cómo eran sus relaciones con los demás, descubrí lo importante que era para él ser bien visto y admirado, ser considerado como persona importante, llamar favorablemente la atención y conseguir el reconocimiento de los demás. 

Sin embargo, la mayoría de las personas que como él acuden a consulta consideran más importante la Independencia, es decir, tener el derecho a hacer lo que uno quiere hacer, ser libre para decidir por sí mismo. Poco tiempo después, y a propósito de otras pruebas que realizó, pude comprobar el interés de Pepe por ser una persona Justa(entendiendo aquí el término Justo, en sentido metafísico, es decir, en sentido salomónico de persona sabia y lista). Pero claro, esta indicación que podríamos calificar como de inteligente, tendría que ir acompañada de un sentido de independencia, en cuanto a capacidad de actuar según su propio criterio. Lo que a todas luces parecería una gran contradicción. 

Ha pasado el tiempo, y el interés de Pepe por “obrar bien”, como medio de obtener la admiración de los demás, se ha transformado en algo más humano, más desinteresado y honrado. Honradez para sí mismo y para los demás, y desinterés para decidir, como ha sido en este caso, entre ser un hombre de letras o un hombre de ciencia”. 

Transcurrieron unos meses tras la lectura de mi carta de despedida y el 30 de octubre de l998 recibí un primer correo electrónico suyo que decía así: 

“...Nunca habías conseguido emocionarme, hacer que mis ojos se pusieran llorosos, pero el último día que estuve lo conseguiste con la carta que me escribiste. Sinceramente, no la esperaba, y me sentí muy orgulloso cuando me la leíste. 

Al poco tiempo de entrar en la terapia de grupo, despediste a una muchacha que se llamaba Clara. Recuerdo que desde aquel día mi ilusión era que yo tuviera una despedida digna, es decir, merecida; terminar con la misión cumplida. Hacía muchos años que yo no terminaba una cosa bien, hasta aquella tarde. Y tu fuiste el colofón con aquella carta. 

La gente me dice que ahora me brillan los ojos. Gracias por haberme devuelto la sonrisa al rostro.

No se si te das cuenta de lo que has hecho en mí, pero si yo hubiera hecho en alguien lo que tú en mí, me sentiría muy orgulloso de mi trabajo, de mi estilo, también me sentiría padre y maestro. Gracias”.

De nuevo, mi amigo Pepe vuelve a compartir el despacho conmigo. En esta ocasión la euforia de los primeros momentos, se ha apaciguado levemente, e incluso entristecido con su último correo electrónico, pero debemos recordar las palabras con las que inicié esta entrega: 

¿Acaso es tan malo sufrir? 

esto es así, pues, como dijo Ortega. Nótese que lo que Pepe está eligiendo no es el clavel o la rosa, sino que está intentando ser el mismo, y claro, tiene que elegir entre los muchos sí mismos posibles que tiene a su alcance, y esto, como puede verse no es tarea fácil. 

Pepe ha conocido el riesgo de preferir no ser el mismo, de no ser auténtico y su decisión le supuso un suicidio en vida, le condujo a vivir una suplantación, e incluso un largo y pesado fracaso académico. Cómo si no, vamos a entender todas las decisiones tomadas hasta la fecha por Pepe, como han sido: abandonar los estudios de Químicas, confesarle a su padre que quería ser filósofo, renunciar a la posibilidad de trabajar en la empresa familiar, e incluso enfrentarse con la dolorosa situación de perder a la novia que durante ocho años lo ha acompañado hasta hace unos días. Cómo no vamos a entender que todas y cada una de las decisiones las ha tenido que tomar con zozobra y con angustia, temerosamente. Como leemos en Hamlet: 

“la conciencia nos hace cobardes” 

Sin embargo, Pepe ha sido muy valiente, nunca ha tenido que recurrir a los famosos tranquilizantes para calmar su angustia, sino que recurrió y recurre a la psicoterapia. En esta segunda ocasión, no para desmoronar su falsa construcción inicial, sino para infundirle el coraje de mantener su honestidad en la búsqueda de su quehacer. Como ya nos dijo él mismo en su correo electrónico: 

“Tengo miedo porque lo fácil es volver atrás y construirme otra vez mi falso castillo de apariencias. Espero no llegar a estar tan desesperado o a ser tan ignorante”.

Espero no llegar a estar tan desesperado o a ser tan ignorante”. Recordemos que cuando Pepe acudió a consulta en enero de 1996 se sentía fracasado en el proyecto iniciado. También debemos recordar cómo a través de la religión y otro tipo de preocupaciones neuróticas (como fue su fracaso académico siendo tan inteligente) trataba de escapar de su auténtico desarrollo, principalmente para no ir en contra de su padre. 

Ha pasado el tiempo, Pepe vuelve a consulta con otra perspectiva de sí mismo, como el mismo lo define: 

“estoy en el punto de partida, con veintisiete años de retraso, pero en el punto de partida”. 

Ahora es el momento de que a través de nuestros encuentros en psicoterapia nos esforcemos en conseguir con él que pueda aproximarse al máximo a lo que debería ser su nuevo proyecto de vida.

Al principio hablé del sufrimiento como medio de obtener conocimiento. Ortega, a lo largo de su dilatada obra propuso que uno de los orígenes del sufrimiento humano es precisamente no saber encontrarse a sí mismo. También Pinillos, reconocido profesor de psicología, en una visita que realizó a nuestra región en el año 87, le reconocía a un periodista de “La Verdad” en una entrevista que le estaba realizando: 

“lo peor que le puede pasar a una persona, a una sociedad o a una cultura, es no saber que les pasa”. 

Valenciano, comentando a Ortega, llegó a escribir que cuando la vida coincide con el proyecto que uno ha elegido produce una línea de existencia relativamente feliz, sin embargo, cuando uno vive su vida como algo inauténtico, como puede ser, no sentirse a gusto con aquello que está realizando, la persona se divide en dos: el que quería ser y el que ve que es. La dislocación entre estas dos personas que habitan en su interior se manifestaría en forma de dolor, de angustia, de enojo, de mal humor, de vacío. 

Pepe, te he ayudado a encontrar tu belleza interior, a que pudieras desarrollar una nueva pedagogía para tu vida, alejada de “falsos castillos de apariencias” y lejos de valores abstractos o sobrevaloraciones religiosas y morales. 

Recuerdo que en enero del 96 al preguntarte sobre algunas de las cosas que más te preocupaban, escribiste: la ignorancia de la gente, la intolerancia, el ateísmo, la falta de valores éticos y morales. Después, te pregunté acerca de que te hacía feliz, y añadiste: ser útil a Dios, adquirir conocimientos, y pensar. 

Como puedes ver, muchas de tus ideas estaban desarticuladas en tu interior y las hemos restaurado, aquello que parecía imposible de conseguir antes de la psicoterapia se ha alcanzado, ahora posees “deseos internos, propios y genuinos”, tan solo nos queda algo por hacer, “estructurarlos”

Si tuviese que animarte lo haría con las palabras de Schiller, pero en esta ocasión, por lo poco que tienen que ver contigo: 

“Wo rohe Kräfte sinnlos walten, da kann sich kein Gebill gestalten” 

(Donde gobiernan fuerzas primitivas, ninguna forma puede estructurarse) 

Pepe, el escenario para tu drama ya lo tuviste. A lo largo de las sesiones individuales y de grupo pudimos compartir contigo el drama de tus tensiones internas y problemas contradictorios. Ahora tu vida ha encontrado sentido, como bien dijiste: 

“me queda lo más difícil, empezar a construir con mis materiales y hacerlo bien”. 

Y me preguntarás, pero ¿cuál es mi sentido?, el mayor sentido que podías alcanzar en estos momentos de tu vida, es comprender que necesitas imperiosamente ser tu mismo, y este concepto aún tienes que cimentarlo, porque, aunque ya no gobiernen tu vida “las fuerzas primitivas” del pasado, si continúas estructurándote como persona dependiente. El miedo y el temor que ahora padeces, lo tienes por lo poco acostumbrado que estas a ser tu mismo, es decir, a no utilizar máscaras, a caminar “desnudo por el mundo”. 

Hay un bello libro de Robert Fisher “El caballero de la armadura oxidada” que te ayudará a comprender el riesgo que se sufre al utilizar demasiado tiempo la máscara seleccionada.

Las cosas que tienes que hacer debes de realizarlas tu solo, son asuntos personales e intransferibles, no los puedes ceder a nadie, y mientras te estructures como persona dependiente necesitarás compartirlos. 



Juan José Regadera. En Murcia a 24 de mayo de 1999

                                


Hasta pronto






Comentarios