Los constructos personales: 1. Aplicaciones prácticas. Psicología de la personalidad

 


Los constructos personales: 

1. Aplicaciones prácticas 

Psicología de la personalidad

El proceso de reconstrucción en psicoterapia, asesoramiento y orientación psicopedagógica

La construcción del significado de la experiencia que cualquier persona elabora es un proceso global que implica todas las funciones humanas (la educación, la memoria, el aprendizaje, la personalidad, etc.) Cualquier cambio que dé una persona supone una reconstrucción del significado independientemente de que sea un cambio emocional, cognitivo o conductual. El cambio psicológico puede darse por múltiples vías, y expresarse de muchas maneras, pero radica en un proceso unitario de reconstrucción del significado.

Proceso científico y Proceso de cambio

Las conductas, tanto las adaptadas como las disfuncionales, forman parte de un “experimento existencial” en el que se ponen a prueba las construcciones de la persona para ser validadas o desconfirmadas, y, por lo tanto, revisadas en consecuencia. De aquí, que la terapia no se orienta únicamente al cambio conductual sino a la revisión del sistema de construcción, de forma que las conductas implicadas en los nuevos “experimentos” sean más satisfactorias para el sujeto.

Por otro lado, la conducta disfuncional tiene un sentido dentro del proceso de construcción del sujeto que puede no ser evidente para un observador externo, ni para la propia persona.

La relación de Ayuda

El enfoque constructivista contempla tanto al cliente como al terapeuta como expertos que participan en una aventura común; el cliente tiene una mayor experiencia acerca de las ventajas y limitaciones de su sistema de significado, y el terapeuta posee más pericia en lo concerniente a las habilidades facilitadoras del cambio. En consecuencia, la terapia se convierte en una búsqueda caracterizada por la colaboración y el respeto mutuo, en pos de una revisión del sistema de significado personal desde el que podamos entender los problemas y el sufrimiento del cliente. Sin embargo, tanto terapeuta como cliente ignoran el significado que este último da a sus acontecimientos, el contenido de su sistema de construcción, la temática y la trama narrativa dominante. De ahí el peso que se da en este enfoque constructivista a la exploración del sistema de constructos y al proceso de construcción del cliente.

Cambio Personal y Mantenimiento de la Identidad

Cada persona es un ser en cambio constante. Cada momento de nuestra experiencia tiene significado, y cada una de nuestras conductas responde a nuestra forma de construir. Del resultado de todos nuestros actos extraemos conclusiones que alteran nuestro sistema de construcción. Cuando invalidamos nuestros constructos activamos emociones inquietantes que requieren la revisión de nuestro sistema. Por otro lado, cuando validamos nuestros constructos confirmamos nuestras predicciones y fortalecemos las conexiones entre constructos asegurando más nuestro sistema de construcción. 

No debemos olvidar que son, precisamente, las personas significativas para nosotros las que más pueden influir en nuestro proceso de construcción. De ellas depende el curso de gran parte de nuestras acciones, así como las conclusiones que sacamos de nuestros actos. Nuestros constructos se validan o invalidan en el contexto de la interacción con otros.

La revisión de un sistema de construcción puede darse de múltiples formas de acuerdo con distintos mecanismos de cambio, pero antes de revisar nuestro sistema tenemos que saber elegir qué alternativa, de entre las disponibles, escogemos. Para que una alternativa sea incluida en nuestro campo de acción, ha tenido que ser previamente imaginada o contemplada en algún momento. Es cierto que generar alternativas cuando estamos en consulta puede ser fácil, pero eso no es suficiente para que esa alternativa sea escogida. A continuación, os describiré cómo se elige una alternativa: generalmente cuando cogemos una alternativa escogemos aquella que más preserve la coherencia de nuestro sistema, es decir, y dicho metafóricamente, la que menos desarme nuestra casa. Esto significa que cuando tengamos la necesidad de invalidar una construcción ya elaborada siempre optaremos por la opción que menos afecte a nuestra “vivienda”, la que suponga el menor destrozo posible.

Puesto que cuando a un cliente le pedimos que elija una alternativa la postura más corriente que adopta es mostrar síntomas físicos o resistencia a hacerlo, esta postura suele ser considerada por nosotros como la opción más “sensata” dentro del contexto de los cambios que buscamos provocar. Vamos a poner un ejemplo:

Si nuestro amigo L.A. desea con bastante interés (y a nivel consciente) ser una persona TRANQUILA, es decir, sosegada y con pachorra, como el mismo lo define. Y si al mismo tiempo, ser tranquilo le conduce a ser una persona DULCE, convirtiéndose así en alguien noble, sociable y sosegado. Qué dilema existencial se le debe plantear a nuestro amigo L.A.  si de pronto su psicólogo le sugiere que ha descubierto que una de las cosas que menos valora es ACOMODARSE a su vida tal y como la está viviendo. Pero si después de esto, su “compañero de batallas” (terapeuta), le añade que no acomodarse le conduciría a  mostrarse como alguien DECIDIDO, VALIENTE Y AMBICIOSO (facetas todas ellas muy ansiadas por nuestro buen amigo)  y, si además añado, que he descubierto que ser ambicioso equivaldría a dejar de ser desprendido, caritativo y justo (rasgos todos ellos muy apreciados por nuestro amigo), con lo cual, poco a poco dejaría  de ser visto como alguien dulce (según su planteamiento inconsciente de la situación), esto inevitablemente, le acarrearía ser visto por los demás como alguien RARO Y MALO. Rasgos que a nivel consciente L.A. no aguantaría.

Planteado así el dilema de nuestro amigo ¿cómo generar cambio en este caso?, si la situación consciente es coherente con su organización del significado, ¿hay que promover el cambio que nos pide el cliente, o bien deberíamos encogernos de hombros diciendo que él mismo ha elaborado esta situación? Ciertamente su dilema, que en este caso, es un dilema de índole moral y un problema sobre cómo ser visto por los demás, nos plantea también a nosotros otro dilema: le ayudamos a conseguir lo que nos pide (no acomodarse)        o le ayudamos a aceptar su opción consciente (ser sosegado y tranquilo), sabiendo la incoherencia que ello encierra y los peligros del cambio propuesto (ser ambicioso, con la consecuencia de dejar de ser una persona HUMILDE -no olvidemos que nuestro amigo estuvo hace poco durante toda una semana en Lourdes, ayudando y colaborando en la atención y asistencia a los enfermos, abandonando sus tareas y responsabilidades profesionales-. Verdaderamente con ello mostró ser una persona desprendida y caritativa, como se deduce del análisis de su rejilla). Por el primer camino podemos encontrar fácilmente resistencias, ya que interiormente no desea seguir “teniendo sangre de horchata (pachorra, como el se define), por el segundo encontraremos inmovilidad, o a lo sumo un planteamiento meramente intelectual de la situación, ya que no tiene nada claro ser ambicioso.

Si se nos permite la metáfora, la situación se asemeja a la de una persona que vive en una casa que se le ha quedado pequeña, en la que además la distribución de las habitaciones no resulta confortable. Pero si le enviamos a otra casa no sentirá que sea la suya, y si hacemos grandes reformas estructurales no podrá habitarla mientras duren. Las molestias de tener que abandonar el propio domicilio y dormir a la intemperie, aunque sea temporalmente, pueden bloquear cualquier intento de reforma. Si tenemos en cuenta los intereses de los operarios, sería mucho mejor desalojar la casa y derribar lo que sea necesario, y volver a ocuparla cuando la obra esté acabada. Sin embargo, el proceso de cambio más aceptable para los que viven en ella puede ser apuntalar y reforzar algunas partes de la casa, mientras se derriban otras y se reconstruyen hasta resultar habitables.

Como puede apreciarse, la situación de L.A. nos obliga a respetar un delicado equilibrio entre cambio y mantenimiento de su identidad. Debemos ir combinando las validaciones de las construcciones de L.A. con la invalidación. La validación le permitirá confirmar los aspectos más nucleares de su identidad y la invalidación debe cuestionar aspectos más periféricos, es algo así como si fuésemos bordeando la periferia de sus planteamientos para llegar tarde o temprano al núcleo de la cuestión. Sin duda, este proceso puede parecer a primera vista mucho más lento, pero tiene la ventaja de contar con una mayor colaboración por parte de L.A. y menos resistencia, lo que puede dar como resultado una mayor efectividad.

Hoy hemos analizado la actitud ante el cambio, otro día analizaremos como conseguir esto en la práctica, y que procedimientos de intervención utilizar.

      

                                                                            Juan José Regadera. Murcia, 1998                                                                                                 

                                Hasta pronto

           

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