Trastorno de la personalidad narcisista tímido o encubierto. Psicología de la personalidad

Trastorno de la personalidad narcisista tímido o encubierto 

Psicología de la Personalidad

1. Hechos: 

El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5, publicado por la American Psychiatric Association (2014), recoge, dentro del apartado de los Trastornos de Personalidad, el Trastorno de la personalidad narcisista. Del conjunto de síntomas que caracterizan el narcisismo patológico, destacaremos, la “soberbia” o “arrogancia”. Por otro lado, las relaciones interpersonales de los narcisistas son usadas primariamente para proteger o aumentar la autoestima, más que para acercarse e intimar con los demás, de aquí se desprende la falta fundamental de empatía. El manual de los trastornos mentales y del comportamiento CIE 10, publicado por la Organización Mundial de la Salud (Ginebra, 1993), no recoge, dentro del apartado de Trastornos de la Personalidad y del comportamiento del adulto, el Trastorno de la personalidad narcisista. Hasta el momento, no conocemos las razones de por qué la CIE 10 no ha llegado a un acuerdo con el DSM-5 para que ambas organizaciones contemplen el Trastorno de la Personalidad Narcisista en su nomenclatura. Esperamos que la futura llegada de la CIE 11 nos aporte algo de luz sobre este particular. 

Si tuviéramos que dar una opinión, diríamos que la falta de acuerdo entre el CIE 10 y el DSM-5, podría estar relacionada –metafóricamente- con la “manzana de Adán” –de la que más adelante hablaremos, en el sentido de la universalidad de acto “original y capital” de dejarse influenciar por el contexto ambiental (esta idea será desarrollada, brevemente, a lo largo del ensayo). 

2. ¿Qué entendemos por narcisismo normal? 

Para nosotros, el "narcisismo normal" o egoísmo sano, es una dimensión de la personalidad que se caracteriza por un destacado nivel de autoestima que sirve a la necesidad de proteger un yo (self) fuerte y adecuado, en el que emociones tales como el enojo, la vergüenza y la envidia, son consensuadas dentro del contexto particular en el que nos encontremos, favoreciendo con ello unas relaciones interpersonales equilibradas y cálidas. 

Ejemplos de "narcisismo normal": 

  • Si nos situáramos en el principio de los tiempos, encontraríamos a Adán, que representaría al hombre “ideal” (inocente, confiado, sosegado y tolerante), hasta que fue invitado a comer de la manzana de manos de Eva por la voluntad tentativa de la serpiente: “Si coméis de la manzana –les dijo-tendréis tanto poder como Dios”. Adán y Eva pecaron de soberbia, quisieron ser como Dios y fueron castigados y expulsados del paraíso. 

  • Desde un punto de vista contemporáneo y mediático, encontramos a Iñaki Urdangarín y Rodrigo Rato (más próximos al “ideal” actual de persona dinámica, competitiva y ambiciosa), hasta que fueron invitados, respectivamente, por Diego Torres y Miguel Blesa, a probar de la manzana. 

Nota: Entendemos aquí el término “ideal”, como la suma de privilegios alcanzados, por la propia condición genética –en el sentido constitucional, de carácter e intelectual-, el esfuerzo personal alcanzado, o el contexto socio-ambiental que el propio destino nos sitúe (dentro de unos adecuados parámetros de recato y humildad –sin menoscabo de los elementos competitivos y ambiciosos propios de nuestra sociedad-). 

Estas alteraciones de la autoestima o del “ideal del yo”, van desde los rasgos narcisistas leves, pasando por las alteraciones narcisistas moderadas, hasta el trastorno narcisista de la personalidad, con los criterios formulados en el DSM-5. 

En definitiva, podemos definir el “ideal personal”, o narcisismo normal como el apetito ordenado de la propia excelencia y siempre ajustado al contexto. Y, en contrapartida, hablaremos de narcisismo patológico (“soberbia” o “arrogancia”, y en el peor de los casos, de Trastorno Antisocial de la Personalidad o Psicopatía), como el apetito desordenado de la excelencia que involucra un self grandioso patológico, una desregulación afectiva, un funcionamiento superyoico inconsistente o innecesariamente áspero y una total falta de empatía. 

3. Avances en personalidades narcisistas: 

Un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard en Boston, en concreto del Hospital MacLean de la Escuela de Medicina de la citada Universidad, entre los que destaca Elsa Ronningstam, han estudiado las diferencias clínicas entre lo que ellos llaman Trastorno Narcisista Arrogante de Personalidad y Trastorno Narcisista Tímido de la Personalidad (el narcisista tímido es denominado en otros contextos de investigación, Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad”, como puede apreciarse en la traducción al castellano realizada por la Dra. Carmen Bayón de la obra: "Temperament and Character", del profesor de psiquiatría y genética, Robert Cloninger). 

Lo que distingue al narcisista “arrogante” del narcisista “tímido”, es el sentimiento de rabia del primero, frente al sentimiento de vergüenza del segundo. Sin embargo, la rabia del “arrogante” es frenada, por paradójico que parezca, por la propia vergüenza derivada del enfado desproporcionado, y la vergüenza del “tímido”, se ve incrementada por el elevado nivel de desarrollo moral, en contrapartida al bajo nivel de desarrollo moral de lo que antes denominábamos Trastorno Antisocial de la Personalidad o Psicopatía. 

La introducción de la personalidad narcisista “encubierta” o tímida ha hecho que el concepto de narcisismo patológico sea menos dependiente del contexto cultural. Para algunos autores, la forma predominantemente exhibicionista de Trastorno Narcisista de Personalidad tiene su contrapartida en los narcisistas tímidos de Japón y Dinamarca. 

4. Ejemplos clásicos de Narcisismo Tímido: 

Guiados por nuestro propio criterio, aportaremos dos ejemplos de lo que para nosotros sería el Narcisismo Tímido elevado a su máximo exponente. Para ello, nos apoyaremos en la tesis doctoral de Heliodoro Carpintero Capell (actual Presidente de la Academia de Psicología de España): "Teoría psicológica y Experiencia Vital en Maine de Biran" de 1970 y en un ensayo: "Amiel. Un estudio sobre la timidez" del Dr. Gregorio Marañón (creador de un género literario singular e inédito: el “ensayo biológico” a través del cual analizaba personajes históricos, sus características psíquicas y fisiopatológicas). 

A través de ambos trabajos, reflexionaremos, y por extensión, entenderemos mejor qué es el narcisismo tímido, analizando las figuras de dos grandes filósofos: el francés Maine de Biran, y el suizo Enrique Federico Amiel. 

Maine de Biran, renunció o al menos pareció renunciar a la originalidad creadora por timidez. Y es que era tímido, no sólo en su vida cotidiana, asuntos domésticos y provincianos, sino también, en la soledad de su meditación. Y, Amiel, desarrolló lo que Marañón definió como “fetichismo del ideal”, término que aplicó a personas exquisitas y superdiferenciadas, que, actuando de forma inhibidora, negativa, dificulta las aproximaciones con que se esfuerza la persona en establecer contacto con la realidad. 

No es nuestro propósito conformarnos con un pequeño esbozo de lo que para estos dos filósofos fue su vida toda, pero tenemos que admitir que se hace necesario preguntar, ¿y de dónde viene esa timidez abrumadora y excesiva? De momento, nos limitaremos a comentar brevemente algo de su biografía y trayectoria personal.

⧫ Maine de Biran

Filósofo y psicólogo francés, nacido en 1766, murió en 1824. Ejerció varios cargos administrativos (en el departamento de la Dordogne, donde nació, –que fue uno de los 83 departamentos creados en aplicación de la ley francesa de 1789, similar a nuestras Comunidades Autónomas en España); en el cuerpo legislativo durante el Imperio de Napoleón y ocupó diferentes puestos políticos (representante moderado en la Cámara durante la Restauración francesa). Como podemos ver, a juzgar por todos los cargos desempeñados, es difícil pensar que Maine de Biran fuese una persona tímida en el sentido tradicional del término. 

Su labor filosófica fue realizada en forma de “memorias”, “reflexiones” y “diarios” y consistió en gran parte en una anotación de “experiencias de la conciencia”. En un ambiente impregnado de simplicidad intelectual realmente extrema, la metafísica de Maine de Biran resultaba un puro galimatías. 

Su espíritu romántico e innovador nunca tuvo la certeza de haber quedado bien, no importaba que se tratase de cumplidos sociales o de ejercicios intelectuales. Porque, ¿quién le aseguraría que no hay una objeción posible, en la que no ha reparado, a la tesis que acababa de pensar? Sólo teniendo esto presente se puede comprender parte del terrible silencio en que de hecho vivió. No pudieron quebrar su aislamiento intelectual los sufragios para los que fue votado en repetidas ocasiones, ni los consejos de los amigos más que una vez en que era todavía joven e inexperto, con ocasión de la “Memoire sur L´Habitude”: y para eso, bien pronto renegó de ella. Un silencio que se traduce en relaciones volumétricas con notable sencillez: un libro, dos ensayos largos y algunos discursos políticos, aparecidos en vida, contra catorce tomos de obras completas –como los dos que aparecen en las fotografías-, tres Diarios, y carpetas con inéditos, que integran su balance post mortem. Es de destacar, que la primera edición de sus catorce tomos de obras completas vio la luz en 1932. El trabajo fue recopilado por Pierre Tisserand, y publicado en París por la Librairie Félix Alcan. 

Maine de Biran descubrió, y no ofreció en vida, lo que llamo el “sentido íntimo”, y en este penoso análisis que fue su vida toda, halla el “yo” como voluntad, como “esfuerzo”, que se ejerce frente a un “mundo” que muestra su realidad en la “resistencia”. 

Como podemos ver, en vida no quiso alumbrar la propia verdad personal. Aunque si nos dejó para la posteridad toda una psicología del “Yo como esfuerzo”.

⧫ Enrique Federico Amiel

Filósofo y escritor suizo, nacido en 1821, murió en 1881. Fue profesor de Estética en la Academia de Suiza, y Catedrático de Filosofía Moral. 

De Amiel podemos decir, que fue un simple pedagogo de Suiza, país de pedagogos. Pasó su vida sin pena ni gloria. Sus contemporáneos y vecinos le tuvieron por un ser perfectamente vulgar. Hasta dijeron de él que era un cretino –según nos cuenta Marañón-; y allí se sabe bien lo que esta palabra significa. Para sus alumnos era ese tipo del profesor, que sirve de blanco y desahogo a la agresividad reprimida en las horas mortales del estudio. Publicó versos y artículos alabados por los suyos, inadvertidos o vejados por el público general. Y, al fin, murió como cualquiera, del modo menos teatral, tras una larga temporada de toses y de ahogos, rodeado de pócimas y asistido por unas mujeres afectuosas y burguesas. 

Pero he aquí que este hombre, que se llama Federico Amiel, había escrito, desde su juventud, día por día, un Diario que alcanzaba al morir la suma de más de 16.000 páginas (12 volúmenes, escritos entre 1839 y 1881), en las que no tuvo ocasión de anotar nada brillante ni extraordinario, sino los mismos sucesos menudos que llenan la vida de cualquiera de nosotros: sus pequeñas ambiciones insatisfechas; sus pequeñas envidias y rivalidades de claustro de un liceo provincial; las miserias físicas de su organismo; las tempestades en el vaso de agua de su instinto, igual al de muchos de los demás seres humanos. Nada, en suma, si bien se mira; pero en esto, en su vulgaridad, casi en su insignificancia, estriba, sin embargo, su infinito interés. 

Su obra, publicada póstumamente en versiones más o menos incompletas, dio a Amiel fama en toda Europa y ejerció mucha influencia, por ejemplo, en León Tolstói, quien empezó a escribir su diario atormentado, según no dice: “por la eterna desproporción entre la vida soñada y la vida real”. Y es así, que algunas personas de ahora viven en una trágica disociación entre nuestra personalidad íntima y nuestra vida aparente (para nosotros la mejor definición del Trastorno Narcisista de la personalidad o Personalidad Narcisista encubierta). 

No sólo no conocemos a una gran mayoría de seres humanos, más que a través de los artificios sociales –o a través de la gran mentira histórica, si son hombres pretéritos (como ha ocurrido en nuestro país con el gran número de imputados difundidos por los medios de comunicación)-, sino que nosotros mismos, engranados en la sociedad moderna de las redes sociales, apenas sabemos cómo somos, desde el umbral de la conciencia hacia adentro. 

Y he aquí, que aparece una persona del montón, Amiel, disecada por él mismo, quien nos muestra un espejo implacable donde se pintan las grandezas y las miserias de nuestro ignorado yo. 

En esto estriba, nos sigue diciendo Marañón, el valor incomparable del Diario de Amiel: es la ventana anónima de la calle estrecha que nos enseña un interior mediocre, pero lleno de sentido profundamente humano, de glorias y bostezos de calibre vulgar, y, por lo tanto, iguales a los nuestros. 

El propio Amiel, dijo una vez la que es la mayor verdad de su Diario: “Lo que más me interesa, al examinarme, a pesar de mis miserias, es que creo ser un ejemplar auténtico de la naturaleza humana y, por tanto, un especimen de valor general”.

Un juicio análogo expuso, al poco de la muerte de Amiel, Paul Bourget: “El obscuro profesor ginebrino, el poeta ignorado, es ya célebre y lo será en adelante por la sinceridad de sus confesiones y porque es, en cierto modo, un arquetipo de otras personas modernas”.

Volviendo al inicio de nuestro trabajo, no debemos olvidar que el acto de morder la manzana, por otro lado, condición “original y capital” de todo ser humano, según el Génesis, implica la definición de la propia “soberbia o arrogancia”, de aquí que sea lícito preguntar –siguiendo a San Agustín de Hipona-: “¿Qué es la soberbia sino un apetito de celsitud perversa?”. La celsitud perversa consiste en abandonar el principio al que el ánimo debe estar unido y hacerse en cierta manera principio para sí y serlo. Esto sucede cuando una persona se agrada demasiado a sí misma declinando el bien de agradar al prójimo más que a sí mismo. 

5. Remedios contra el Narcisismo tímido o encubierto. 

En primer lugar, el lograr un conocimiento propio íntimo y plenamente sincero, entendiendo el funcionamiento del mundo y de uno mismo de modo que nos permita vivir la vida con humildad. 

A la vez, ayuda a vencer el narcisismo tímido la consideración de la excelencia de los demás, no para replegarnos por el riesgo a los juicios del otro, sino que el contraste sincero de la verdad del prójimo y de la nuestra, ayuda a normalizar la excelencia propia de todo ser humano. 

Meditar sobre la humildad, fortalece y da resistencia a la persona ante la adversidad. De este modo, con la verdadera humildad se destruye o mitiga lo encubierto o aparente de la realidad circundante. 

Es muy importante, para el examen de conciencia propio del narcisista tímido, detectar las manifestaciones ordinarias de soberbia en los demás, contrastándolas con las fantasías e idealizaciones de su propia realidad interior. 

Tenemos que ser realistas, la soberbia o la arrogancia, no se muestra, únicamente, en conductas despóticas y avasalladoras, hay formas más sutiles: el orgullo de preferir la propia excelencia a la del otro, la vanidad en las conversaciones, y tertulias radiofónicas o televisivas, en los pensamientos y en los gestos e incluso la susceptibilidad que se siente ofendida ante la palabra y todo tipo de acciones que nos recuerdan que a la vuelta de la esquina siempre hay “frondosos y apetitosos manzanos”.                                                                                         

 Juan José Regadera. Murcia, 2017

                     

        

                                   Hasta pronto   



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