Sobre la Responsabilidad II. Psicoterapia Psicoterapia humanística y existencial

 


Sobre la Responsabilidad II

Psicoterapia humanística y existencial

Primer Seminario que bajo el lema: “En la luna también hay hierba” mitiga, poéticamente, el célebre dicho vienés “la situación es desesperada pero no grave” que una vez más cobra eco en la comunidad internacional contemporánea de nuestros días. 

“En la luna también hay hierba” nos habla de una espléndida mañana en la que al separarnos del mar vemos el camino donde la hierba no es verde, y aun así, sigue siendo divertida y bonita. 

Con esta invitación a soñar, daremos paso a la realización creativa como motor de crecimiento existencial, “personalización progresiva” de una biografía, la de cada uno de ustedes, que, para hacerse, necesita ser inventada. Una historia que en sí no tiene sentido, si acaso el “sentido se hace al andar”, y por ello, uno se compromete.

Cuatro son las preocupaciones esenciales del ser humano: la muerte, la libertad, la soledad y la carencia de sentido vital. 

Centraremos el tema de nuestra conferencia en la libertad individual para crear la propia vida, o dicho, en otros términos, en la Responsabilidad y en la Voluntad como horizonte terapéutico que nos ayudará a hacernos cargo de “ser lo que queremos ser”, y en la libertad que tenemos para desear, elegir, actuar y, en definitiva, para cambiar. 

Sin embargo, estos dos existenciales (Responsabilidad y Voluntad) son sólo una parte de la realidad humana en la que debe entrar la Conciencia como fórmula antropológica fundamental en la que ser persona equivale a ser consciente-voluntarioso-y-responsable lo cual, constituye una categoría superior que integra la totalidad del ser humano. 

Aunque debe hablarse de Responsabilidad, Voluntad y Consciencia como estructura indivisible dentro del marco de la libertad, sin embargo, para una mayor claridad y porque en los distintos cuadros psicológicos se acentúa la alteración de uno de ellos, hablaremos por separado de la Responsabilidad, dejando para próximas conferencias el tema de la Voluntad, y por ende, de la Consciencia. 

La Responsabilidad a la que aquí aludimos, como concepto filosófico correlativo al de libertad, no está relacionada con la responsabilidad moral, la responsabilidad política, la responsabilidad jurídica, o la responsabilidad de los educadores o educandos. De aquí, que no tenga sentido formular preguntas del tipo: 

¿Quién es responsable de un hecho o acción?, ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de los actores de una situación?, ¿Ante quién se es responsable? o ¿A qué sanciones debe enfrentarse la o las personas responsables? Para nuestros propósitos, comenzaremos con una pregunta fundamental: 

¿Soy lo que quiero ser? 

Si me lo permiten, comenzaré con un sencillo ejemplo recogido de mi biografía pasada y reciente, y que condicionó mis valores personales y la responsabilidad de cómo asumir mi vida. 'De chiquillo soñaba con ser poeta. Durante tres años escribí, sólo para demostrarme que no tenía dotes para tan genuina hazaña. Así que renuncié. De mayor anhelaba ser investigador. Durante ocho años estudié y me doctoré con el coraje de redactar con estilo poético la investigación realizada. Como pueden apreciar, de entre todas las posibilidades con las que cuenta un doctorando para redactar el trabajo de tesis doctoral, elegí la más inverosímil, la poética, y más teniendo en cuenta que se trataba de un trabajo científico cuasi-experimental. En aquel momento, fui el que quise ser, y que no fui; arriesgué y no perecí. 

Analicemos por un momento lo anterior: 

· Frente al evasivo “no puedo” de mi etapa juvenil, opté por el “si quiero” de la madurez. Enfrentarme, una vez más, poéticamente con el auténtico destino, ser consciente de ello, no fue tarea fácil. Pude refugiarme en lo inauténtico, buscar la seguridad en los otros, pidiéndole, por ejemplo, consejo al director de mi tesis, eludiendo así mi responsabilidad de decidir cómo la quería yo escribir. Sin embargo, tomé mi decisión y asumí el riesgo de que lo miembros del tribunal la pudieran rechazar. 

· Frente al miedo al ridículo, opté por la confrontación. 

· Frente a la renuncia a mis deseos, opté por el “aquí y ahora” del instante vivido, llenándolo de sentido sin esperar a un incierto mañana. 

Todos, en algún momento, necesitamos reflexionar sobre quiénes somos movidos por la ilusión de ser quien se es. Mas, no todos contamos con el coraje de asumir el compromiso y la responsabilidad de encontrar una misión, un propósito a nuestra vida. 

Formularemos una nueva pregunta: 

¿Qué posturas impiden la toma de responsabilidad, y qué actuaciones debemos seguir para corregirlas? 

1. Frente al evasivo “no puedo” sugerimos la fórmula del “no quiero” como modo de hacernos cargo y confrontar con ello la situación. De este modo, en lugar de devolverle al otro el problema, éste queda concentrado y enfrentado en el “aquí y el ahora” de la situación. En este sentido se diría: “no es que no puedas, es que no quieres”. 

2. Frente al “ya veremos”, un modo de asumir una mayor responsabilidad podría consistir en elaborar un “contrato personal” que implique ciertos actos a llevar a cabo y la asunción de sus consecuencias. 

3. No es lo mismo decir “tuve un día muy agitado” que (asumir) “me mantengo muy ocupado”, o “es una larga conversación” que (reconocer) “yo hablo mucho”. Como pueden ver, estas fórmulas implican la aceptación de responsabilidad de aquello que se hace. El crecimiento de uno mismo y la integración en el mundo de los otros, empezaría por la aceptación de lo que uno es (y hace). 

4. No es lo mismo decir “Yo asumo la responsabilidad”, que decir, “no sé”, “no me he dado cuenta”, “no sé qué decir”. Este modo de expresión podría ser cambiado por una afirmación previa referente a algo de uno mismo. “Ahora no sé qué decir… y asumo la responsabilidad de esto”, “no sé, en este momento, cómo podré ayudarte…pero cuenta conmigo”. 

5. No es lo mismo asumir una actitud activa frente a un problema, aunque esto sólo implique la visualización mental o la búsqueda de información, que no hacer nada. Lo importante es crear las condiciones que nos lleven a enfrentarnos a una elección o decisión. Nos puede gustar o no, pero la responsabilidad surge ante la inescapatoria de la libertad que tenemos para decir “no puedo”. 

6. No es lo mismo, ser lo creadores de nuestra decisión, que permitir que nos estructuren la ayuda, aunque ésta se nos ofrezca de forma activa, vigorosa y ordenada. 

7. No es lo mismo permitir que nos traten con seriedad y madurez, que preferir que nos traten con permisividad y no se nos confronte con nada decisivo. 

Comentamos en el inicio de esta intervención, que en algún momento de nuestra vida “caemos en la cuenta” de que una de las características fundamentales de la existencia, es que la vida hay que hacerla (desarrollarla, vivirla) con riesgo. Y esto lo descubrimos por el temor a equivocarnos. De aquí, la falta de decisión. 

Si la situación en la que la vida nos coloca, forzándonos a elegir entre lo que debemos o deseamos hacer, no fuese permanente, vivir nos parecería espeluznante, ya que la propia vida carecería de sentido. Porque conocemos el riesgo de preferir no tomar decisiones, el temor de no querer arriesgarnos, pero la vida nos empuja y nos puede hacer caer, y caer hasta fondo. El fondo es la desesperación. 

Realicemos una nueva reflexión para los más esperanzadores: 

Recientemente escribí para mi hija Alba un poema titulado: “Una espléndida mañana en la que en la luna también hay hierba”. Tras su lectura respondió: “¡papa, es imposible ¡¿cómo podemos ver la luna por la mañana?” 

Días más tarde, encontrándome en terapia de grupo recordé y conté la anécdota compartida con mi hija, y una de las participantes en la terapia se apresuró diciendo: “¡Bueno, eso no es totalmente cierto, a veces, también podemos ver la luna por la mañana!” 

Ambas afirmaciones son ciertas. Mas lo importante, no es reparar en la conjetura o refutación de que en “una espléndida mañana podamos ver la luna”, lo que verdaderamente importa a nuestros propósitos es que sí para vivir necesitamos inventar la vida, la cuestión no versará en torno a si utilizamos la lógica de lo posible o de lo imposible, sino, más bien, si elegimos soñar, para crear nuestra realidad personal, o no soñar, copiando modelos preestablecidos del entorno social. 

El poema continúa diciendo: “Sepárate del mar y muéstrame el camino donde la hierba no es verde” 

A veces, caemos “en un mar de dudas” por el temor a decidir sobre qué es nuestra vida y lo que debería ser. Es entonces cuando al “separarnos del mar” vemos la hierba del camino sin importarnos su color, porque, “aun así, sigue siendo divertido y bonito”. 

La existencia humana es proyecto, es decir, la realización de una tarea de algo que no está hecho y se va realizando al existir. Y en esta condición itinerante que es la vida de cada uno de nosotros –recordemos el “se hace camino al andar” de Machado- dos cuestiones pueden destacarse: que, si aspiro a sentirme libre, tendré que serlo con responsabilidad y fortaleza, y si he de seguir mi propia vocación tendré que realizarla con mis valores personales y, aun no encontrando verde el camino, habrá sido divertido y bonito porque he soñado que “en la luna también hay hierba”. 

Existe un modo responsable y positivo de enfrentarse a la decepción de no encontrar verde el camino: la calma. Esa calma que llega tras la tempestad cuando los vientos dejan de soplar, y “la luna reverdece”. De igual modo que una decisión nace y otra perece, la vida siempre resurge allí donde es auténtica. 

Pero conocemos lo difícil de esta elección, la de crear una verdadera vida personal. Al temor a la decisión, que ya hemos comentado, hay que añadir una dificultad más, y que abordaremos en un próximo seminario, el temor a la soledad. 

Ortega señaló, y ya lo hemos sugerido, que para vivir recurrimos a fantasear otras vidas, las de los demás, pero que no se trata de una fantasía creadora, sino que es puramente reproductiva, esto es, hacer lo que hacen los demás. Este reproducir las vidas de los demás, puede atenuar la sensación de soledad y la falta de fundamentos que subyace en buena parte de nuestras conductas, como, por ejemplo, la falta de sentido, pero no nos favorece para madurar, fortalecernos o crear algo bello, propio y auténtico. 

Veamos un nuevo ejemplo que deja constancia de las ignotas y sobrecogedoras instancias burocráticas que, de forma absurda, atrapan a la persona llevándola a un extremo de angustiosa responsabilidad y sentimiento de soledad: 

Cuando ya tenía los treinta años cumplidos, un funcionario del Ministerio de Justicia llamó a la puerta de la Clínica Cattell Psicólogos, haciéndome entrega de un dosier de 200 páginas. Durante ocho años, mi vida se mantuvo en la inmovilidad del espacio infinito tomada por el color del absurdo, que, coartando mi libertad e impidiéndome avanzar, dejó mi existencia relegada a la de un personaje Kafkiano morador de un “Castillo” caracterizado por la incomunicación de los guardianes y el fracaso de mi libertad personal. ¿Por qué era responsable de aquel “Proceso” judicial si ignoraba su existencia? Aquel día descubrí que siempre, aún por omisión, puedo ser autor de “algo”, y que, en definitiva, “todos, de un modo u otro, somos responsables de algo”. Sartre en su obra La náusea, describe ese momento de iluminación que es el descubrimiento de la responsabilidad ante algo que no podemos ver –cito textualmente-: 

“La raíz del castaño se hundía en la tierra, justo debajo del banco donde me hallaba sentado. Pero yo no recordaba que era una raíz... Estaba sentado, un poco encorvado, la cabeza gacha, solo frente a aquella masa negra, enmarañada y enteramente primitiva que me producía miedo. Fue entonces cuando tuve esa revelación. 

Me dejó sin aliento. Anteriormente, jamás había presentido lo que quería decir existir. Era como los demás, como aquéllos que se pasean a la orilla del mar con sus trajes de primavera. Decía, como ellos, el mar es verde, aquel punto blanco que se divisa allá es una gaviota; pero no sentía que aquello tuviese una existencia, que la gaviota fuese una gaviota existente. 

…Y, de golpe, estaba allí, clara como el día: la existencia se me había revelado de improviso. Había perdido su apariencia inofensiva de categoría abstracta; era la materia misma de las cosas. Aquella raíz amasaba existencia..." 

La raíz de una de las enredaderas plantada en las jardineras del edificio donde trabajo, me hizo experimentar la invisibilidad de la responsabilidad que, como laberinto geométrico, envolvió largos años de mi vida y su sentido. Aquella raíz, causante de roturas y destrozos millonarios en los equipos informáticos de la multinacional Telefónica, llegó a estremecerme. Y ustedes me preguntarán: ¿Cómo lo vivió? ¿Con pesimismo? De ninguna manera - Respondería yo. 

¿Qué sintió? ¿Cobardía? En absoluto - Les diría yo. 

Viví y sentí la geometría del espacio sin auténtica presencia humana. El edificio se había deshumanizado. El combate de esgrima entre el ejercicio de mi libertad (responsabilidad versus irresponsabilidad) y la soledad de enfrentarme con mi auténtico destino, que no era otro que madurar, proclamaba la victoria de esta última sobre la precaria condición humana de adolescente emprendedor. La “Muralla china”, representada por las terrazas del edificio en el que trabajo y habito, era mi responsabilidad. Se es responsable de ser pesimista, al igual, que se es responsable de la cobardía. Yo fui responsable de mi incomunicación, de mi silencio y de mi falta de interés. La jardinera del inmueble sólo adquiere significado por la forma en que los seres humanos organizamos y estructuramos nuestro mundo. “Yo estaba ahí (trabajando en un espacio compartido con una comunidad de propietarios), “pero también formo parte de lo que está ahí” (las raíces de las enredaderas y arbustos de las jardineras de las terrazas). Por lo tanto, ¿de qué fui responsable? 

Las raíces que horadan las jardineras forman un único mundo, con existencia y vida propia, aunque no las veamos. Y esto es lo que queremos resaltar, que para vivir tenemos que anticipar, pues, en algunos casos, la vida sólo nos muestra la punta del iceberg. Fui responsable de las consecuencias de un pésimo mantenimiento del jardín que pertenecía al vecino contiguo. Mi incomunicación e ignorancia no exoneraba la omisión de mis actos.

¿Cómo nos protegemos de la ausencia de responsabilidad? 

1. Buscando alivio: Una manera de aliviarnos es evitando situaciones, por ejemplo, no tomando decisiones, o siendo dependientes. De esta forma buscamos una autoridad, algo mágico, algo más poderoso que nosotros mismos. Eric Fromm en su obra El miedo a la libertad, nos habla de que es preferible la existencia de un tirano a no tener ningún dirigente. 

2. Preguntando qué es lo que tenemos que hacer: Yalom en su libro “Psicoterapia Existencial”, describe la siguiente anécdota: 

“Un amigo cuando viajaba al sur de California se detuvo en uno de esos restaurantes donde sirven comida rápida para los viajeros. Junto con la hamburguesa que había pedido, le llevaron una bolsita de plástico con salsa de tomate. Ustedes saben que en otros lugares, estas bolsitas tienen una línea punteada y una inscripción que dice ‘abra por aquí’; pero en las bolsitas de California la línea punteada no aparece, sólo un simple ‘abra por donde quiera’.” 

3. “Poniéndonos en manos de otra persona”. Algo parecido sucede en consulta cuando la persona que solicita ayuda nos dice: “estoy en sus manos”. Creemos tener el control de la situación cuando en realidad son personas con un exceso de libertad que no saben cómo manejarse con ella. Personas que acuden con quejas vagas y poco definidas, personas que no consiguen describir adecuadamente lo que les sucede. Cuando expresan los temas que les preocupan advertimos una falta de preparación para decidir, la presencia de una dificultad para elegir de entre todas las posibles alternativas y la angustia que esta falta de decisión les ocasiona. En realidad, ellos mismos “están en sus propias manos”. 

¿Cómo nos protegemos del exceso de Libertad? 

Utilizamos distintos medios para protegernos contra el exceso de libertad. A modo de ejemplo citaremos los siguientes: 

1. En el drama de las neurosis: 
Como consecuencia de nuestra apertura a la vida, “obligados” a llevar a cabo múltiples tareas que experimentamos, la mayor parte de las veces, entre tensiones y fuerzas contradictorias, movidos por la falta de sentido, sin encontrar modo alguno de salir del círculo vicioso en el que hemos caído, angustiados por no querer arriesgarnos y el temor que nos produce la responsabilidad de nuestras actuaciones. 

2. En los cuadros obsesivos-compulsivos: 
Como forma de huir hacia delante a través de una acción repetitiva y sin sentido; o en la obsesión rumiante, donde evitamos elegir, decidir y, por lo tanto, responsabilizarnos, ya que sentimos que nuestra vida está sin control y fuera de nuestro alcance. 

3. En las conductas de desplazamiento: 
Como, por ejemplo, “dar razones” para justificarse. 

4. En la negación o la pasividad: 
Por ejemplo, adoptando el papel de “víctima inocente” a través del “no lo sabía”, “no me he dado cuenta”, o del “no sé”. 

5. A través de una pérdida de control: 
Argumentando sentirse temporalmente “con la mente alterada”. Esto lo observamos cuando damos con situaciones en las que la persona entra en un estado temporal de irracionalidad, durante el cual actúa de forma irresponsable, porque cree que no tiene que dar cuenta de su conducta, ni siquiera ante ella misma. 

6. Adoptando un papel dependiente: 
En este caso, aun sabiendo qué hacer para mejorar, no se dan los pasos necesarios para el cambio. Es natural que anhelemos ser independientes, pero retrocedemos ante una de las consecuencias inevitables de serlo, que es el sentimiento de soledad. 

7. Experimentando quejas somáticas: 
Que deben ser interpretadas como recurso para justificarse ante sí y los demás. Evitando tomar conciencia de temores y fracasos existenciales, uno puede refugiarse en la enfermedad, en vivirse como enfermo. 

¿Cómo asumir la responsabilidad? 

1. Adoptando un cambio de actitud: 
Para asumir la responsabilidad, lo primero que tenemos que hacer es adoptar una actitud sobre la cual descansarán las posiciones que asumiremos ante la vida. El objetivo fundamental será facilitar el hecho de poder afrontar la responsabilidad de encontrar una misión, un propósito o un proyecto personal. La buena disposición para aceptar la responsabilidad varía considerablemente de una persona a otra, generalmente suele ser una tarea difícil, pero una vez que se asume la responsabilidad, el cambio suele ser casi automático y sin ningún esfuerzo. 

2. Otra forma de asumir la responsabilidad consiste en preguntarnos sobre cuál es el papel que desempeñamos en nuestro propio dilema: 
Es necesario aclarar, que no es la mala suerte, ni la casualidad, ni los genes defectuosos, lo que nos provoca la soledad, la angustia, sentirnos maltratados o desesperados. Necesitamos descubrir qué papel desempeñamos en nuestro propio dilema y encontrar el modo de comunicar ese conocimiento profundo de uno mismo. Mientras no comprendamos que somos nosotros mismos los que creamos nuestro propio malestar careceremos de motivaciones para cambiar. 

3. Asumimos también la responsabilidad, preguntándonos sí merece la pena cambiar: 
Mientras sigamos pensando que el malestar lo está causando otra persona, un trabajo inadecuado o cualquier otra causa externa, ¿para qué gastar energía tratando de cambiar? En estos casos la mejor estrategia es pasar a la acción, cambiando el ambiente, en la medida de nuestras posibilidades. 

4. Y, por último, preguntándonos qué hemos hecho para crear esta situación: 
Ya que la conciencia de la responsabilidad no es uniforme: algunas personas pueden aceptarla en algunos terrenos y negarla en otros. Un modo positivo de enfrentarnos a nuestras propias quejas sería preguntándonos: ¿Qué he hecho para crearla? No es igual considerar nuestra vida como una realidad inalterada o inalterable que verla como una tela de araña tejida por nosotros mismos y susceptible de volver a tejerse de múltiples maneras. 

¿Qué situaciones dificultan la asunción de la responsabilidad? 

Somos conscientes de que “muchas cosas no pueden cambiarse”, tenemos que ganarnos la vida, ser padres, madres, e incluso hijos, responder a las obligaciones morales ya contraídas. También existen limitaciones: un parapléjico no es libre para caminar; un hombre pobre no puede retirarse; una viuda mayor no podrá, tal vez, casarse, y así sucesivamente. Esta objeción –fundamental para el concepto de la libertad- es tan importante que merecería un seminario aparte. 

¿Qué nos aporta el “aquí y el ahora” para asumir mejor la responsabilidad? 

Todos intentamos vivir nuestro propio ser del modo más auténtico posible. Siendo realistas, es necesario algo más que buenas palabras para estimular la autenticidad, para conseguir que las personas cambien. Analizar el “aquí y ahora” de una determinada situación puede ayudarnos para ver que un problema que estemos viviendo en miniatura, dentro del marco de la psicoterapia en consulta, también podemos presentarlo fuera de dicho marco, en la vida misma. En esos momentos fortalecemos la conciencia de la responsabilidad. La eficacia de tratar el “aquí y ahora” será mayor cuando seleccionamos un incidente que guarda relación o semejanza con el problema que nos empujó a pedir ayuda. El terapeuta debe guiarse por incidentes concretos que considere importantes para la situación que esté tratando y perseverar tenazmente hasta sacarle el máximo provecho. Si aún a pesar de insistir en ese punto, no se acepta la interpretación, sería recomendable repetirla en el futuro cuando ocurran otros hechos que corroboren el descubrimiento que consideramos haber encontrado, e incluso esperar a tratarlo cuando la relación terapéutica sea más sólida y estable. 

¿Es pertinente preguntar qué es lo que debo hacer? 

En innumerables ocasiones nos encontramos con frases del tipo: “no sé qué debo hacer”, o “si supiera qué debo hacer, no estaría aquí”, o “por eso vengo a verle”, o “dígame qué debo hacer”, o “¿qué camino debo seguir?”, en estos casos la persona aparenta estar desamparada, y aunque insiste en su incapacidad para afrontar la situación, en realidad ha recibido numerosas indicaciones explícitas o implícitas por parte de aquellos que le rodean, e incluso del propio terapeuta, y aun así, sigue evitando asumir la responsabilidad del cambio. Es importante subrayar aquí que la súplica “¡dígame lo que tengo que hacer!”, es una declaración de negación de aceptación de la responsabilidad. 

¿Qué diferencia hay entre preguntar ¿por qué? a preguntarnos ¿por qué no? 

A veces, puede venir bien sugerir una acción concreta, que uno, quizás nunca ha considerado por sus propias autolimitaciones. En estos casos, es más útil preguntarse uno mismo: ¿Por qué no lo voy a hacer?, que preguntar ¿Por qué debo hacerlo? 

Lo importante, no es que nos ofrezcan una razón de por qué debo seguir o no la orientación sugerida, sino de que seamos conscientes de que contamos con distintas opciones a considerar que pueden ser válidas, eficaces y resolutivas. Lo relevante del ¿por qué? ante la sugerencia sobre una conducta determinada, radica en el reconocimiento de la evitación de la responsabilidad. Mientras se evite, empeoramos. Lo relevante del ¿por qué no? ante la sugerencia sobre una conducta determinada, radica en que nos ponemos en contacto con nosotros mismos. En este punto es cuando comienza el verdadero crecimiento e integración frente a la vida. 

¿Ayuda la psicoterapia a incrementar la conciencia de la responsabilidad? 

Uno de los resultados de la terapia es que uno aprende a relacionarse con intimidad, pero también descubrimos sus límites, es decir, lo que no podemos obtener de los demás, ni en la terapia ni en la vida. 

¿Cuáles son los límites de la responsabilidad? 

El límite de la responsabilidad estará en nuestra posición hacia una determinada situación, aquella que nos haga estancarnos o no avanzar y que puede llegar a constituir nuestra cruz. A partir de este momento es necesario un cambio de actitud. No podemos negar que el ambiente, la genética y la casualidad desempeñan un papel decisivo en la vida de la persona. Las circunstancias que nos limitan son evidentes: encontrar trabajo, encontrar pareja, impedimentos físicos, la falta de educación, la mala salud, la amargura, la ira, la depresión. Cuando todo falla, cuando las situaciones que atravesamos son difíciles o el malestar es muy elevado, todavía continuamos siendo responsables de la actitud que adoptemos. Lo importante sería identificar el nivel de resistencia ante la adversidad que uno realmente posee; por eso en terapia es necesario reconstruir el significado de aquello que no puede alterarse. 

¿Afecta la culpabilidad a la responsabilidad? 

El sentido de la responsabilidad no quedaría bien explicado sin referirnos a algo inesperado que aparece ante nosotros como la sombra oscura de la responsabilidad, me estoy refiriendo a la culpa. Estableceremos una distinción entre: 

1. La culpa “real”, aquella que emana de una mala acción “verdadera” que va en contra de otra persona o de uno mismo. 

2. Los “sentimientos de culpa”, aquellos que emanan de una mala acción “imaginaria”. Sentimientos de un miedo impreciso, de culpabilidad sin una razón clara, de extrema reacción a la crítica, de temor a la crítica y castigo y de poca autoestima. 

3. La “culpa existencial”, aquella que emana de la “omisión”, fruto del sentimiento de lo que no hemos hecho con nuestras vidas y deberíamos haber hecho. Aquí, de nuevo, cobraría sentido la pregunta con la que hemos iniciado la conferencia: 

¿Soy lo que quiero ser? a la que podríamos añadir: o ¿Más bien soy lo que los demás esperan que sea? 

Para vivir no necesitamos permisos, para avanzar sólo necesitamos caminar. Es cuestión de ponernos manos a la obra y comenzar. 

Y para finalizar, una nueva pregunta: 

¿Hay algo que me impida ahora ser poeta? 

¿Ustedes que opinan? Muchas gracias por su atención.




Juan José Regadera. Murcia, 2015
                                  





Hasta pronto

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