El sentido de la vida I. Psicoterapia humanística y existencial

 

El sentido de la vida I

Psicoterapia humanística y existencial

¿Cómo puede una persona que necesita un significado encontrarlo en un mundo que no lo tiene?, ¿Cuál es el significado de mi vida?

Las emociones que emanan de lo expresado aquí no tienen que ver directamente conmigo, aunque si tengo que serte sincero, tampoco puedo asegurártelo.

Los días que han transcurrido desde que decidí realizar el trabajo sobre el sentido de la vida hasta su finalización han sido los instantes más dolorosos y a la vez más felices que en este momento puedo recordar. He tenido la necesidad, forzada por unas circunstancias que ahora no vienen al caso, de concentrarme por la vida vivida y por la que aún me queda que agotar, y tras sobreponerme a la fuerte impresión recibida, he tomado una decisión, que por razones difíciles de explicar vacilaba y dudaba en materializar.

He decidido que voy a comprometerme con mi familia, con el mismo coraje y empuje con el que en el pasado me comprometí con mi trabajo. Esta decisión no implica renunciar a nada importante, ya que continúo ejerciendo mi labor con la misma ilusión que la vengo desempeñando en los últimos quince años. Las consecuencias costosas, trágicas, y amargas de mis omisiones pasadas,  que no había querido ver a lo largo de estos años, se han revelado ante mí, una mañana de invierno, con la misma  estremecedora inocencia con que decidí cerrar los ojos a la responsabilidad, que libremente elegí, y que me motivó a trabajar  compulsivamente, no buscando enriquecerme con él, sino más bien refugiarme en él, huyendo así de mi propia soledad y de mi incapacidad para responder a las adversidades y contrariedades que van implícitas en cualquier compromiso, sea de la índole que sea.

Hoy quiero apelar a vuestra madurez. Si alguno de vosotros no se siente preparado que aguante el tirón con dignidad, porque en la vida, nos guste o no, hay verdades que es necesario contemplar. Os entrego un trozo de mi ser en el ánimo de que sea escuchado y con la confianza que espero y deseo siga habiendo entre nosotros. Esto que escribo no lo hago simplemente por necesidad. Lo hago para humanizarme. Necesito continuar creciendo y madurando. Y ya que compartimos experiencias, he querido expresarlo.

No voy a tratar de medir el sufrimiento, sé que he sufrido y ahora estoy sufriendo, pero como dijo Nietzsche: “Lo que no me mata, me hace más fuerte”.

Leed mi trabajo con tranquilidad y animaos, porque aún nos queda mucho por hacer. Yo, particularmente, me siento más reconfortado por tener el valor de hablar con vosotros de temas tan serios y profundos, pero lo que más me alegra, es que he dado con un “truco mágico” que me hace enfrentarme con el sufrimiento con una actitud distinta a la que tenía ayer. Estoy contento por el descubrimiento y tengo pensado seguir practicando el “truco” hasta que le coja el puntillo y me salga casi de forma automática. Si al final se lo cojo, os lo cuento. Y ahora vamos hablar del significado de la vida.

Ayer estuve en el cine, fuimos a ver “Más allá de los sueños”, al terminar la película no podía levantarme de la butaca. Estaba acongojado. En algunos momentos de la película me sentí aliviado por la originalidad extraordinaria de las imágenes, era como cuando de muchacho asistía a clase de historia del arte, creía estar contemplando los “sueños” del Bosco llenos de sentido humorístico y burlesco. En otras, la realidad ofrecía una apariencia transitoria en el momento de contemplarla, más que una realidad lo que veía era una serie infinita de realidades creadas por la luz y por los reflejos de los cuerpos, era puro impresionismo, al estilo de Monet, Degas, Renoir. A veces la fantasía colorista era exaltada con gran vigor apareciendo ante mí tonos irreales que eran aplicados a unos paisajes alejados de la realidad al estilo del entrañable Van Gogh –me sentía reconfortado por el post-impresionismo y el sabor de la luz y la textura del color -. También me conmoví, de tal manera, que mis ojos embozados no me dejaban ver, en aquel momento no sabría decir por qué, ahora sí lo sé.

El protagonista, Robin Williams, que como todos sabemos ha representado papeles tan familiares y mágicos como el de “Peter Pan”, inventa, como ya dijo Ortega, lo que hicieron los creadores, su propia vocación, su carrera, y da a su inesperada situación un nuevo significado comprometiéndose plenamente a cumplirlo, y esto es, en definitiva, lo que da sentido y desarrollo al guión de la película.

Williams, vuelve a dar significado a su vida una vez muerto, y se compromete de tal modo a cumplirlo, que viaja, con gran tesón y coraje, a un nuevo mundo. Un escenario donde la luz se proyecta sobre los personajes con violencia y su contraste con la sombra es tan brusco e intenso que solo puede haber emanado de la mente de un pintor que trabajase en un sótano –propio de Caravaggio-. Así que, sin pensarlo dos veces, viaja “al mundo de los suicidas”, desde donde nuestro actor, en su papel de Chris, consigue recuperar a su esposa de tal surrealista mundo, en contra de todo pronóstico filosófico o racional, utilizando, estratégicamente, su única arma, todo su corazón.

Y es tal, el significado que encuentran para sus vidas, que ambos, Chris y su esposa, deciden nuevamente reencarnarse, aún a pesar del poco sentido que encontraron en el mundo y en su vida anterior por lo trágico y disparatado que esté se les mostró.

Esto fue lo que más me impresionó. Se comprometieron nuevamente con la vida hasta el extremo de volver a intentarlo.

Ahora, son las seis y diez de la mañana, llevo levantado desde las tres y media. Me desperté, anticipadamente, antes de que sonara el despertador. Ansiaba leer el capítulo de Yalom “Carencia de significado”, ya os podéis imaginar porqué. De mi mente fluían imágenes, escenas absurdas como las creadas por el surrealismo onírico de Dalí, llenas de vitalidad y coherencia a la vez, y pensé, “como la vida misma”, como el motivo que me hace estar aquí, en un largo puente del mes de Diciembre, reflexionando y escribiendo sobre el tema que más me ha estado preocupando en los últimos meses, al igual que preocupó a escritores  como León Tolstoi en su obra “Mi confesión”, quien a lo largo de su vida, se enfrentó al problema de la carencia de un sentido vital. O como el propio Albert Camus, quien sostenía que la única pregunta sería que uno podía plantearse, después de haber captado plenamente la falta de sentido de la vida humana, era si valía la pena continuar viviendo. Dijo lo siguiente: “He visto a mucha gente que moría porque no consideraba que valía la pena vivir. De esto deduzco que la cuestión del significado es la más urgente de todas”.

A mí, el párrafo que más me ha estremecido de todo el libro de Yalom es una alusión que hace a Nietzsche, cuando al tratar el tema de la libertad, dice así: Se pueden decidir muchas cosas como “son el fracaso, la bebida, el dejarse seducir, explotar o atrapar. Uno decide incluso el hecho de permanecer vivo. Nietzsche dijo que, sólo después de haber considerado realmente la posibilidad de suicidarse, el ser humano toma la vida con seriedad... Mi impresión –sigue diciendo Yalom- es que la conciencia de esta decisión enriquece la vida y estimula a uno a comprometerse en la tarea de vivir lo más plenamente posible”.

Conozco del intento frustrado de suicidio de María José antes de acudir a consulta, conozco también el intento frustrado de la recién llegada Antonia, conozco las ideas próximas al intento de nuestra también recién llegada Sofía, y he visto a Alberto y a Álvaro hacerse las mismas preguntas que el atormentado León Tolstoi, cuando a los cincuenta años, anduvo cerca del suicidio: “¿Por qué vivir? ¿Por qué desear algo?, ¿Por qué hacer algo? Aún más sencillo: ¿Hay algún significado en mi vida que no destruya la muerte que me está esperando?”

Y es por esto, que me he levantado hoy impresionado. Cuando después de contemplar en la gran pantalla del cine, el absurdo y coherente juego de luces y colores, lejos ya de convicciones religiosas o de planteamientos moralistas, y ver al insistente  R. Williams, contra todo pronóstico, y a riesgo de perder él mismo la razón de manera irreversible, además, de  renunciar al mundo que le correspondía, bucear – con  sorprendente calma y serenidad - en lo más profundo de nuestros miedos, aquello que aún nadie conoce,  adentrándose en el surrealista y negro mundo de los suicidas, con la única intención de salvar a su esposa, un alma desesperada por la tragedia que ya no veía ni encontraba ningún sentido a la vida. Es por esto, repito, que estoy aquí sentado escribiendo.

Como no voy estar contento de vosotros, sobre todo de ti, María José y también de Alberto, que después de haber salido del tenebrista mundo de Caravaggio en el que el personaje de Chris se adentró, habéis sabido dar con la puerta de regreso, no solo con la intención de vivir con consciencia y plenitud, sino de ayudar a aquellos que aún dudan si desean seguir haciéndolo o no. ¡Acaso no tengo motivos para sorprenderme!

Y que puedo decir de Cristina y David, que aún a costa del riesgo que supone enamorarse, deciden vivir, asumiendo el mismo compromiso que otros que dicen haber sido llamados al amor. ¡No es para estar contento!

Algunos escritores consideraban la neurosis como un sufrimiento del alma que no ha descubierto su significado. Casi todos comparten la misma conclusión, la falta de sentido en la vida es la tensión fundamental. Esta tensión lleva implícito la conciencia de fracaso en la búsqueda por encontrar un sentido a nuestra vida y la carencia de un propósito.

Generalmente, estas impresiones no son advertidas con facilidad por quienes las padecen, ni tan siquiera por los mismos especialistas, principalmente porque el tema es difícil de tratar, y en ocasiones es mejor ignorarlo. No sirve de nada marginar la cuestión o transformarla en una cuestión menos importante, pero más fácil de tratar.

Es preferible para muchos profesionales evitar el tema por varias razones, una de las más importantes sería la cuestión de ¿dónde aprende el terapeuta el desarrollo de un sentido del significado de la vida y las estrategias de trabajo disponibles para ayudar a las personas que padezcan una crisis de significado?  Muy pocos han trabajado esta cuestión con profundidad, estamos en deuda con algunos filósofos y artistas que han intentado acercarse a la cuestión. Pero a todos ellos se les escapa dar con una respuesta satisfactoria al enigma del significado de la vida. Por lo que no debe sorprender que de mi trabajo tampoco salga ninguna respuesta. Lo único que he podido sacar en claro de todo lo trabajado hasta aquí, ha sido fortalecer mi conciencia acerca de la importancia de la cuestión y tener presente que si quiero ser eficaz en mi empeño por ayudar tendré que ser creativo para conseguir aliviar a todos los que sufren las consecuencias de una carencia de sentido vital.

¿Dejaré alguna huella de mi paso por el mundo? Si me desvanezco sin dejar rastro, ¿qué puede importar mi vida? Todo parecería inútil, ¿a quién no le gustaría dejar tras de sí una huella de su paso por la vida? ¿Qué pasaría si mis experiencias pasan a la memoria y después se desvanecen? ¿Perjudicaría esto mi significado en la vida? ¿Se desvanece el pasado? ¿Acaso no es “real” la memoria?

Son demasiadas las preguntas importantes que me hago, no puedo volver la espalda a mis experiencias, han ocurrido a lo largo del tiempo y me resulta imposible existir fuera del tiempo. No puedo renunciar a mi pasado, el pasado no solo es real, sino también permanente queda guardado en mi memoria. Entonces, si el pasado es tan real ¿qué puedo hacer con aquellos recuerdos que destruyen mi autoestima y que nunca podrán desvanecerse? Puedo ser pesimista y desesperarme observando como el calendario de mi vida ha ido agotándose miserablemente, o puedo ser optimista y arrancar cada una de las páginas del calendario reflexionando con regocijo sobre la rica experiencia que he ido adquiriendo en cada una de esas páginas.

En esta sala hay personas que, aunque no lo crean no necesitan justificarse, tampoco necesitan una razón para sentirse mejor. Algunas cosas que deseáis, son buenas por sí mismas, por la armonía que os aportan y los sentimientos y afectos tan humanos que os generan. Sí todo tuviéramos que justificarlo, sí tuvieras que pedir permiso para reparar los errores u omisiones del pasado, ¿en qué parte del mundo te esconderías?

Algunas cosas que más daño nos han hecho ya han sucedido, no tenemos porqué buscar una justificación, están en mi memoria, forman parte de mi pasado. Ignorarlas, esconderlas, taparlas ¿todo eso para qué? ¿cómo voy a pasar las hojas del calendario mi vida, las hojas de mi experiencia, si no tengo el coraje de aprender de ella misma, de sacar todo el jugo a la memoria y a la propia vida una vez convertida en pasado?

La angustia a la vida puedo disfrazarla como quiera, de carencia de sentido, con rasgos obsesivos... también puedo imaginar que mi vida ha sido manipulada por circunstancias ajenas a mi voluntad,  y que verdaderamente he sido un desgraciado por todo lo que me ha ocurrido, pero eso no es cierto, yo tengo y he tenido la libertad y la responsabilidad de organizar mi vida lo mejor que haya podido, si no me ha salido bien, tampoco pasa nada, seguiré arrancando las hojas del calendario y apuntaré detrás de ella lo que me ha pasado, con el fin de recordarlo, de guardarlo en mi memoria con optimismo. Tampoco debo tener miedo a quedarme solo por el pasado que haya podido vivir. Si de verdad eres mi amigo, si tienes confianza en mí, en la causa por la que ahora lucho, me estarás ayudando a dejar de aislarme y favoreciendo que pueda volver a encontrarme.

Verónica, “una chica de cuento” quiso alejarse del mundo que conocía para reparar su pasado, su amigo, “el cuentacuentos”, se transformó en gaviota y voló al país que ella misma fabricó, el cuento dice así:

“Erase una vez una chica, llamada Verónica, que decidió vivir de modo independiente, dejó la casa de sus padres y marchó a un pueblo marinero, un lugar habitado por gentes sencillas y artesanas. Un lugar de puertas abiertas.

Llegó en autobús con su maleta y un gran sentimiento de soledad. Era sociable, divertida, imaginativa, especialmente comunicativa. Paseaba durante horas a lo largo del puerto reflexionando sobre el modo de establecerse; mientras charlaba con los pescadores éstos le preguntaban sobre su vida y quisieron conocerla. Tenía una larga melena, una sonrisa de espejo, un cuerpo gracioso. Les gustaba verla pasear entre sus barcazas y sus redes. Todos le sonreían y se veían reflejados en su sonrisa, a ella eso le emocionaba y fue entonces cuando comenzó a interesarse por sus cosas. Ellos le contaban sus sentimientos, algunos habían perdido a sus hijos. Verónica sabía escucharles, reconfortaba sus melancolías, alegraba sus valiosas vidas.

Era tan generosa escuchando que pronto vinieron de otros lugares sólo para consultarle y pedirle consejo. Le pagaban a su manera, acogiéndola entre ellos, respetando sus ideas; a veces le dejaban un cestito con pescado fresco, frutas de un bosque cercano, miel y un ramito de flores. A Verónica le encantaban las florecillas silvestres amarillas para adornar su pelo recogidas con un broche de plata antigua que le regaló su abuela.

Transcurrió el tiempo y se hizo tan popular entre los pueblos vecinos que pronto casi todos hablaban de ella como de una niña extranjera que vino de un lejano país llamado “Esperanza”, llena de sabiduría y mucha bondad, una niña que sabía penetrar en sus almas, un espíritu que revoloteaba entre la brisa del puerto y sonreía a todos a su paso. Una niña que quitaba la soledad.

Un día, un chico se acercó al pueblo, quería conocerla para hablarle de sus sentimientos. Verónica lo recibió con agrado; era guapo, un poco desvergonzado, le hacía reír. Juntos conversaron largas horas sentados en un viejo banco del malecón. Mientras contemplaban las gaviotas, el joven sonreía casi con más reflejo que ella. Después de unas horas, Verónica estaba embriagada, el reflejo de su sonrisa le inquietaba; había algo en aquel muchacho que le hacía distinto a los vecinos del lugar. Poco a poco fue ocupando el tiempo con sus palabras, ella fue cediendo, dejándole hablar.

Le recordó que todos teníamos memoria, que un día tuvimos una familia, que el futuro necesita del recuerdo y se alimenta del pasado, que el tiempo transcurre y galopa entre las vivencias, que necesitamos recordarlas para ser coherentes con nuestros proyectos y no volver a los errores. Que los sentimientos del pasado nunca quedan vacíos ni se extinguen, que es necesario recuperarlos para sanar el espíritu, para reconstruir el futuro. De pronto quedó todo en silencio, el escenario de su vida había desaparecido y el chico volvió su mirada reflejando en su rostro un solo mensaje: “Yo soy tu memoria, he venido para rescatarte. Cierra tus ojos y déjate llevar por un sueño”.

Verónica tuvo un sueño breve pero tan significativo que la liberó e iluminó, gracias a la catarsis que su gran y hermoso inconsciente favoreció:

“Salimos de un bar mi cuentacuentos, mi hija y yo. El cierra la puerta. Me siento culpable, es tarde, no soy una madre responsable por estar hasta tan tarde en la calle con esta niña –niña de mis ojos, princesa de mi jardín de tulipanes amarillos escogidos por mi en un pequeño jardín privado-. Mientras mi acompañante está cerrando la puerta del bar, nosotras dos nos quedamos dormidas en el umbral, en uno de los escalones que dan acceso al local. Mi hija, mi pequeñina respira con su boca bien abierta aspirando y tragando un montón de suciedad de la que la gente suele dejar en la calle.

De pronto me despierto, mi mente se abre al conocimiento, me doy cuenta de lo que he permitido que sucediese y quiero salvar a mi hija. Frenética y apasionadamente comienzo a sacar de su boca una larga, casi interminable bufanda de pelusas grises, de trocitos de plástico, de bolsitas rotas, tejida con toda la suciedad que mi hija, esa niñita indefensa ha estado tragando de forma inconsciente. Yo quiero continuar tirando de ese kilométrico y multicolor foulard, como hacen los magos, no quiero que le quede nada dentro, quiero sacarlo todo, hasta que como colofón de la interminable y variopinta bufanda sale lo más gordo y por fin respiramos, madre e hija, aliviadas.

El guionista de este revelador sueño sitúa la siguiente escena en un bosque que aparece surcado por un arroyo de aguas transparentes. Hay poca luz, huele a musgo, la humedad se hace patente penetrando través de los poros de mi piel, alcanzando de lleno el alma. Y es allí, en aquella umbría donde me encuentro de nuevo buscando ansiosa más pistas que me conduzcan hacia mi memoria. Quiero descubrir si he dejado olvidado algo más de mi pequeña; de forma obsesiva y sintiéndome muy culpable miro, escudriño detrás de los árboles, debajo de la josma de los pinos, cuando, de pronto, aparecen unas zapatillas blancas chiquitinas y me recrimino, me digo a mí misma que lo sabía, que estaba casi segura de haber olvidado algo, pero de repente tengo la certeza de que no son suyas y de que no queda nada fuera de mi memoria; ya no me reconozco como persona irresponsable y meto mis pies desnudos en el río, camino por su lecho acercándome a mi compañero, él me espera  y me recibe lanzándome puñaditos de gotas de agua, agua fresca como su mirada, gotas divertidas como su amplia sonrisa.” 

Las gaviotas la despertaron, el chico se había convertido en esposo, la niña era ahora madre, su pasado reparó el presente tejiendo una larga alfombra para el futuro. Y el escenario marinero se había transformado en mundo.”

Necesitamos un significado, eso es indudable, y el hecho de vivir sin metas, valores o ideales parece que nos provoca serios trastornos. En casos extremos nos puede llevar a la decisión de poner fin a nuestra vida.

Por otra parte, la cuestión anterior se nos complica, e incluso puede parecernos contradictoria si consideramos todo lo analizado al tratar sobre la responsabilidad y la voluntad. Y es aquí, donde retomo la pregunta inicial que da título al texto: ¿Cómo puede un ser que necesita un significado encontrarlo en un mundo que no lo tiene? Como vemos el problema es complicado, porque si soy yo quien crea mi mundo y mis situaciones dentro de él, entonces cómo sé lo que tengo que hacer, cuál es la guía que debo seguir. Por lo tanto, esta es la cuestión con la que nos enfrentamos: necesito encontrar un significado a mi vida, pero en el mundo no existe ningún significado universal a no ser que se lo demos nosotros mismos - ¡vaya un problemón! Ambos enunciados son opuestos pero ciertos.

Comenzaremos tratando de definir “el significado de la vida”. Hablar de significado es hablar de sentido, de coherencia. Cuando decimos que queremos buscar un significado a algo, estamos diciendo que queremos encontrarle coherencia. Cuando hablamos de perseguir un propósito, estamos refiriéndonos a la intención que tenemos, a la meta.

Si nos preguntamos por el significado de la vida, la pregunta tendría significado cósmico (universal), pero si me pregunto por el significado de mi vida, entonces estoy preguntando por mi papel en este mundo. La primera pregunta trataría de Dios y la segunda de lo que yo estoy haciendo con mi vida, al margen de planteamientos religiosos.

A nosotros nos han enseñado en la escuela que el que vive de forma apropiada tendrá una recompensa, algo así como cumplir con la voluntad de Dios. También nos contaban de pequeños que Dios era perfección y que por lo tanto había que imitarle y, así, el propósito de la vida era luchar por la perfección. Saber estas cosas nos ha reconfortado enormemente de pequeños ya que nos servía de guía y nos indicaba cómo se debe vivir la vida, al tiempo que nos proporcionaba una meta y un papel concreto. Pero todos estos principios han ido erosionándose con el paso del tiempo.

Lo que está claro, es que, si nos fallan unas creencias o ideas, tenemos que desarrollar otras, porque, aunque no seamos capaces de responder a las preguntas fundamentales sobre la existencia (como, por ejemplo: ¿por qué vivimos?), necesitamos, al menos, saber cómo vamos a vivir.

Dos de los pensadores que han tenido un gran impacto en nuestra sociedad contemporánea, Sartre y Camus, a pesar de haber escrito cientos de páginas y empeñados en demostrar que todo era absurdo, que no existían creencias de ningún tipo, necesitaron igualmente desarrollar un sistema de valores que guiara la conducta, y que diera razones para vivir, no basado en la fe –por supuesto-, sino en valores como la valentía, el orgullo, la solidaridad, el amor, el compromiso, la voluntad, la justicia, la dignidad, la libertad, la autorrealización, el servicio a los demás, el hogar, pero por encima de todo, el compromiso. Lo importante para estos dos escritores franceses es que los seres humanos reconozcan que uno tiene que inventar sus propios significados, y después, comprometerse plenamente a cumplirlos. Algo que ya había señalado Ortega y Gasset en su escrito “sobre las carreras”, y que en realidad fue lo que más me sorprendió de la película que os comenté al principio de estas páginas, cuando el actor R. Williams después de muerto y conocedor del suicidio de su esposa y del destierro de ésta, en tan tenebroso mundo, cumple con el compromiso que ya había contraído con ella en vida, y decide inventar una estrategia para rescatarla.

El aspecto donde todos coinciden, principalmente en nuestra cultura occidental, es que lo único que se puede hacer y más eficaz, para resolver nuestras dudas acerca del sentido de nuestra vida, es comprometernos, algo así, como sumergirse en la corriente de la vida y dejarse llevar. A lo que yo añado, que comprometernos equivaldría a estar concentrado en aquello que hagamos, por simple o trivial que nos parezca.

Como ya habréis advertido tiene características distintas a las anteriores. Tengo pensado darle un enfoque más práctico a la información que trato de trasmitir. En esta ocasión, utilizaré la información con la que cuento sobre vosotros, en cuanto a los valores, para contrastarla con lo trabajado aquí. Este punto lo trataremos más adelante, de momento, vamos a dar un repaso a todas las actividades no religiosas que proporcionan a las personas un sentido de propósito en la vida. Las actividades que expondré son buenas, son correctas, son satisfactorias en sí mismas, y no necesitan justificarse para llevarlas a cabo.

El altruismo. Hacer del mundo un lugar mejor para vivir, servir a otros y participar en obras de caridad son actividades buenas y correctas que han proporcionado significado a la vida de muchas personas. La creencia de que es bueno dar, ser útil a los demás y mejorar su mundo, constituye una poderosa fuente de significados.

La consagración a una causa. El filósofo e historiador Will Durant, en su libro titulado “Sobre el significado de la vida”, recoge declaraciones hechas por hombres eminentes sobre su idea del significado de la vida. El hecho de trabajar para alguna “causa” es uno de los temas más aludidos por dichas personalidades. Una causa puede ser una familia, pero lo más importante es que para dar sentido a la vida, dicha causa debe elevar a la persona por encima de ella misma y hacerle cooperar en algo más amplio que ella misma.

La creatividad. El hecho de crear algo nuevo, original, bello o armonioso, constituye un poderoso antídoto contra la falta de sentido vital. Es bueno y correcto que se cree, y es correcto que uno se dedique a su propia creación. Beethoven expresó claramente que sólo su arte le impedía suicidarse.

Pero la vía creativa para hallar un significado no se limita exclusivamente al artista creador, un enfoque creativo ante la enseñanza, la cocina, el juego, el estudio o la jardinería, reporta un gran valor a la vida. E incluso el descubrimiento de uno mismo, es otra importante faceta de la creatividad (y es aquí donde quiero dedicar unas palabras a Ana que, aún a pesar de trabajar en una fábrica y sentir que su trabajo le genera insatisfacción, el conocimiento de ella misma le ha animado a la lectura y a la reflexión, y a través de la escritura nos ha trasmitido emociones y sentimientos propios de alguien con gran creatividad). La creatividad se equipara con el altruismo en el sentido de descubrir la belleza no sólo para su propio beneficio, sino también para proporcionar placer a los demás. La creatividad puede tener también un papel importante en una relación amorosa: el hacer que nazca algo en la otra persona forma parte del amor maduro y también del proceso creativo.

La solución hedonista. Conceptos tales como creatividad, amor, altruismo o dedicación a una causa, son todos importantes porque, en última instancia, poseen valor como fuentes de placer. Podíamos resumir la solución hedonista en la siguiente frase: “La vida es un don. Tómalo, ábrelo, úsalo y disfrútalo”.

La autorrealización. Otra fuente de significado personal es la creencia de que los seres humanos deben luchar por realizarse y dedicarse a poner en práctica todas sus cualidades potenciales.

Saber estar por encima de uno mismo. Es normal sentirse, al principio, preocupado de uno mismo para, después, olvidarse de sí mismo y sumergirse en el mundo para preocuparse de otras cuestiones que necesariamente no tienen porqué ser personales.

Me vienen a la mente Mónica y Ana, dos personas con gran conocimiento de ellas mismas, que de un modo u otro siguen aún inmersas en la culpa y el arrepentimiento. Sin ánimo de molestarlas, me atrevería a sugerir que sus vidas tienen un significado mucho más amplio que el hecho de recordar todo lo perdido y no realizado en el pasado. Una vez que han comprendido lo erróneo de decisiones pasadas y reconocido su responsabilidad tanto en las omisiones como en los supuestos fracasos, ha llegado el momento de transcender por encima de ellas mismas, para tratar de alcanzar algo exterior y superior a sus propias circunstancias.

Personalmente tengo una gran confianza en Mónica y en Ana. Les pediría, que, durante un breve espacio de tiempo, enfocasen su atención fuera de ellas mismas para que experimentasen la satisfacción de interesarse y ocuparse del ser del otro. Creo que ambas están preparadas para conseguirlo, aunque solo fuese temporalmente.

Para no parecer ambiguo en mis afirmaciones diré que no estaba sugiriendo que os preocuparais de asuntos de largo alcance como la pobreza, la intolerancia o la ecología, me estaba refiriendo concretamente a que podíais ayudar a las personas que os rodean. He tenido la satisfacción de experimentar en mi propia persona de vuestra entrega e interés hacía mí en períodos en los que me he encontrado afligido, y tengo que reconocer que en esos momentos vuestras palabras me han reconfortado enormemente además de servirme de estímulo. Por todo ello, desde aquí os pido que os distanciéis temporalmente de vuestro yo, y os deis cuenta de la persona que tenéis a vuestro lado, ya que ambas disponéis de la capacidad de aliviar a los demás.

La trascendencia de uno mismo y el ciclo de la vida. Es normal que, en la adolescencia, nos preocupemos por nosotros mismos y que luchemos por establecer una identidad estable, además de interesarnos por establecer relaciones íntimas y por conquistar un sentido de dominio en el terreno profesional. Podemos incluso pensar que somos demasiado egoístas, pero no siempre será así, ya que hacia los cuarenta o cincuenta años, pasaremos a una etapa en la que sabremos estar por encima de nuestras preocupaciones más triviales, y nos sumergiremos, la mayor parte de nosotros, en preocupaciones más específicas ya sean por los propios hijos, por las personas más próximas a nosotros, o por asuntos sociales que, de un modo u otro, estén cercanos a nuestro campo de actuación.

Todos conocéis a Viktor Frankl por unos comentarios que hice sobre él en un texto anterior. La transcendencia de uno mismo (el saber estar por encima de las propias circunstancias) es la característica principal de su enfoque a la cuestión del significado. En su libro “El hombre en busca de sentido”, describe su terrible experiencia de Auschwitz entre l943 y 1945; en el resto, expone un sistema de terapia que surgió a partir del convencimiento crucial de que el sentido vital había sido la causa de su supervivencia en dicho campo de concentración. Su libro, escrito sobre restos de papel que recogía del campo, le proporcionó un sentido vital y, por tanto, una razón para vivir.

Sus contribuciones en cuanto al significado de la vida nos han proporcionado argumentos importantes para el trabajo en consulta. Por ejemplo, a la hora de descubrir a nivel inconsciente, en un cliente, cuál es el verdadero interés que ha motivado una determinada conducta en él, debemos ser cautos y comprender que existe un punto en el que debemos parar en nuestra labor de desenmascaramiento. Imaginemos a los voluntarios de un grupo de ayuda social, como todos sabemos, no siempre los que eligen servir a los demás lo hacen por razones altruistas. Su deseo de servir no tiene por qué necesitar una justificación profunda; puede que refleje más bien un deseo de hallar un significado, una búsqueda más allá de su propia persona para poder encontrar y cumplir así, con un propósito mayor en su vida. Esto me sugiere, que cuando hablamos de conceptos como autenticidad, integridad, coherencia, no hay que tomarlos como definiciones exactas de diccionario, sino más bien, como metas o propósitos a las que queremos aspirar, independientemente de que lo que hagamos sea totalmente íntegro, coherente o auténtico, eso no debe de preocuparnos, ya que lo importante es olvidarnos un poquito de nosotros mismos para encontrar una razón por la que comprometernos y sentirnos mejor.

También es importante destacar, sobre todo para aquellos de vosotros que piensen que el objetivo de la terapia es conseguir estar libre de tensiones o preocupaciones antes de decidirnos a actuar, que lo verdaderamente importante no es estar bien, sino luchar y esforzarnos por encontrar metas y razones que estén a nuestra altura para después tener el coraje de realizarlas independientemente del resultado final de las mismas. Por eso, cuanto más persigamos la felicidad más se nos escapará, nuestra meta debe ser encontrarnos bien no estar bien. La afirmación que acabo de hacer, aunque es personal, es el resultado de la paradoja que sobre la felicidad hace Frankl: “La felicidad sucede, no podemos perseguirla”.

Sería interesante distinguir entre deseo, impulso y significado. El impulso es un sentimiento que nos empuja hacia fuera desde nuestro interior y no persigue una meta concreta para justificarse. El significado tira de nosotros desde fuera y persigue un propósito ajustado al esquema de valores que mantengamos. La correcta interpretación de nuestros sentimientos, da coherencia al significado que perseguimos y al propósito que nos mueve. Recordemos a los personajes del “El Extranjero” y “El inmoralista” de Camus y Gide respectivamente, personas con una sensualidad impulsivamente explosiva pero alejada de todo propósito y significado. El conocimiento adecuado de sus emociones, es lo único que habría aportado coherencia y significado a sus acciones.

Hablar de significado equivale a hablar de esfuerzo, el esfuerzo nada tiene que ver con el impulso, el esfuerzo tiene una proyección hacia el futuro, perseguimos aquello que aún no ha sido y que puede serlo, algo que nos atrae y tira de nosotros por conseguirlo, en lugar de dejarnos arrastrar por fuerzas del pasado y del presente. Imaginemos a una persona que en el pasado tuvo impulsos sexuales inadecuados y que en el presente siente como aquella pulsión (impulso) que tuvo sigue en su interior empujándola hacia la búsqueda de aquellas sensaciones placenteras, que más que sexuales en sí, estaban motivadas por la búsqueda de afectividad y compañía (recordad el “agujero negro de la afectividad”) pero que está lejos de un propósito coherente o de una meta o de un objetivo auténtico.

Esta persona estará (de continuar en el presente experimentando nuevamente sus impulsos) dejándose arrastrar por sus viejas motivaciones de falta de cariño y soledad, lo que le incrementará, en el supuesto de llevar a la práctica sus deseos “sensuales”, revivir en su interior nuevamente el fracaso de no ser capaz de encontrar la ternura y la compañía que persigue, además de experimentar una intensa sensación de culpabilidad por los actos “amorosos o afectivos” ya iniciados. Esta persona, al final de su experiencia, se quedará tan vacía como se sentía antes de tener su impulso, pero mucho más dañada, ya que, no sólo no habrá acertado en su decisión de dar el paso, sino que contemplará su nuevo fracaso con un sentimiento autodestructivo tanto para ella misma, como para los demás. Sin experimentar que lo que realmente mueve su conducta y por lo tanto sus deseos, es una falta de sentido y significado para su vida. De no captar este problema, el de la falta de sentido, Raquel, Lucía y Juani, convertirían su conducta futura en un “circulo vicioso” del que difícilmente podrían salir. Es decir, que ni tan siquiera a los cuarenta y cinco años, habrían conseguido relegar a un segundo plano cuestiones más triviales de su vida para poder preocuparse por asuntos más altruistas, ya que percibirían el desarrollo de su “yo” como aún por definir y madurar, por lo que carecerían de tiempo para asuntos más transcendentales.

Sin embargo, como ya apunté al principio de esta descripción, existiría una solución a esta cuestión: el esfuerzo y el compromiso. El esfuerzo por escuchar cuáles son nuestras dificultades, y querer entenderlas con voluntad de cambio, ya que verdaderamente puede que nos vaya en ella la vida.

El esfuerzo nos recuerda también que somos libres para aceptar o negar las metas que nos proponemos. Una vez que conocemos nuestras debilidades, nuestro “agujero negro”, debemos adoptar una actitud libre en cuanto a asumir o no la responsabilidad del cambio. De momento, no estáis solos para enfrentaros con la zozobra y la ansiedad que genera la búsqueda de compañía, todos estamos juntos en lo mismo, por eso formamos un grupo.

El esfuerzo para saber mirar hacia el futuro, para conseguir con constancia y cariño todo aquello que será, pero que aún no es. El futuro debe ser atractivo, vigoroso, nos debe seducir como una bella canción. El futuro debe tirar de nosotros reparando y reconstruyendo lo andado, alejándonos de aquello que nos arrastra, de aquello que nos impulsa por muy suave y melodioso que se nos presente.

El futuro a veces se nos presenta enmascarado, su antifaz no viene de la mano del “zorro”, entregado a buenos principios, se presenta, a veces, de la mano de una “sirena” de dulce sinfonía y encanto peculiar. Unas “sirenas” que saben aprovecharse de los viajeros que, como Ulises, cansado y exhausto de navegar sin rumbo, y lejos de todo aquello que le proporcionaba sentido y significado a su vida, se deja atraer a sus trágicas orillas, llenas de peligrosos arrecifes que explosionan en esa nave que es sin duda tu vida. Mutilando todo aquello que te era valioso y significativo: tus valores, tu dignidad, tu autoestima. Perdida la nave, destrozada por los traicioneros y bellos corales, tu fuerza y tu coraje, se desmoronan lentamente, al comprobar que la melodía que te inspiraba en la búsqueda de una salida a tu cansancio de navegante de la vida, te conduce irreparablemente a una soledad mayor que la que tenías.

Asegura Frankl que el significado es esencial para la vida, y yo digo, que no sólo para la vida sino también en los asuntos del amor. Somos demasiados los que estamos contagiados por la soledad y la pérdida de significado, y necesitamos mucho coraje y esfuerzo para evitar que la pérdida sea irreparable. Recuerdo a una antigua cliente que compartió conmigo una carta que le había entregado a su esposo cuando éste se atrevió a escuchar las fantasías y realidades que su mujer durante años había omitido por la inmadurez del esposo a aceptar aquellas circunstancias como naturales. La alegría de la esposa fue tan grande, de ver que su marido había sabido comprenderla y aceptarla en aquello, que ella, le escribió en agradecimiento las siguientes palabras –transcribo solo un pequeño fragmento de la carta para evitar extenderme:

“Te amo tanto, tanto que me ahogo, me siento inundada por tanto amor, y al mismo tiempo tanto dolor, tanta culpa, tanta angustia que ya no solo me ahogo en el inmenso océano del amor sino también en la profundidad de las lágrimas que emborronan mi visión de tantas cosas, tantas vivencias que nos rodean y enmarcan nuestra hermosa pero dura historia de amor. Amor terrible por el dolor de no sentirnos comprendidos ni por nosotros mismos ni por aquellos más cercanos. Yo no encajo en tu mundo, tu no encajas en el mío, pero ¿qué fuerza es la que nos ha empujado a continuar luchando por un imposible contra todas las adversidades posibles, imaginadas y más allá de las que cualquier humano espera de su realidad?”

¿Verdad qué es precioso lo que describe esta mujer? Llevo años esperando darle utilidad a aquella carta que un buen día me dejó como despedida por nuestras sesiones. En el momento de escribir esas líneas, aquella señora recuperó el significado que había perdido. Recuerdo mi trabajo con ella con gran cariño, ya que significó mucho para mi ayudar a aquel matrimonio a enfrentarse con las omisiones y los errores que erosionan y mutilan las vidas de todos aquellos que se sienten empujados a llenar el “agujero negro de la soledad” con la dulce y seductora melodía de las sirenas.

Podemos establecer, según V. Frankl, tres categorías de significados para la vida: el primero tiene que ver con aquello que uno logra o entrega al mundo en forma de creación artística propia, es decir, muchas cosas no se deben valorar por la cantidad de actividades que uno realiza o emprende, sino que lo importante es el acierto con el que se llena el círculo que uno necesita llenar. Un ejemplo, una persona puede ser muy creativa en la forma o el modo de conseguir amistades o el modo de hacer que esas personas permanezcan junto a ella (ya sabéis que la seducción, el encanto personal o la coquetería son formas básicas de atracción de unos hacia otros), sin embargo no se sentirá más llena con la cantidad de las actividades que emprenda con esas personas sino con el acierto con el que llene el círculo o el agujero que trate de satisfacer (que podría ser un problema de soledad).

Otra forma de significado se adquiere a través de la manera en que uno toma del mundo los encuentros y experiencias que mantiene con los demás o con las cosas. En la carta de mi antigua clienta, el compromiso que el marido contrajo con la experiencia profunda que había experimentado su esposa, antes de conocerlo a él, les dio significado a ambos para desarrollar y aumentar su amor.

La última categoría de significado vendría de la posición hacia el sufrimiento y hacia la suerte que ya no se puede cambiar. En nuestro ejemplo anterior la actitud del marido ante el sufrimiento derivado de la confesión de su esposa, fue la clave que les ayudó a recuperar aquello que ya daban por perdido. Es decir, si la actitud del esposo hubiese sido de depositar sobre ella todo su malestar, yo hubiese sido incapaz de ayudar a mi cliente, ya que la culpabilidad y los remordimientos la hubiesen consumido lentamente precipitándose aún más en la lenta pero agonizante depresión en la que acudió a consulta. Pero al reaccionar el marido positivamente asumiendo él la responsabilidad que le hubiese correspondido para con ella, manejó su sufrimiento con dignidad canalizándolo en otra dirección, no la de la agresividad y el reproche, sino la de la ayuda y comprensión, aliviando así a su esposa, y ganando tiempo que les permitiese reconducir nuevamente sus vidas.

 

Juan José Regadera. En Murcia, 2o de diciembre de 1998

                                


Hasta pronto

           

 

 

 

 

 

 

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