Los constructos personales: 2. Mecanismos de cambio. Psicología de la personalidad

Los constructos personales:
2. Mecanismos de cambio

Psicología de la personalidad

A diferencia de otros procedimientos psicológicos la teoría de los constructos personales se interesa por el concepto que de su problema ha desarrollado la persona, el cambio necesario que hay que llevar a cabo y la actitud del cliente ante la ayuda que hay que facilitarle. El psicólogo por su parte, pretende entender los problemas en los términos manifestados por su cliente, concebir el proceso de cambio de acuerdo con el mantenimiento de la identidad de su cliente, y planear la relación de ayuda como una colaboración de experto a experto en la que se negocia un nuevo significado (un cambio) que va a permitir a la persona seguir avanzando con un sentido más pleno por los senderos que ella misma escoja. 

El cambio como equilibrio entre la Validación y la Invalidación 

Tanto los cambios terapéuticos como los que se dan de forma habitual en la vida cotidiana se basan en el ciclo de experiencia. Vivir es experimentar, y en toda experiencia el elemento crucial es la confirmación o desconfirmación de las construcciones que tiene elaboradas la persona. En ambos casos se pueden dar emociones muy diversas, desde la ausencia de emociones a la vivencia de sensaciones placenteras (en el caso de la validación), hasta emociones negativas o relativas a la sorpresa (en el caso de la invalidación). Afirmar que el cambio en terapia supone validar o invalidar y, además, que este proceso de confirmación o desconfirmación puede implicar sentir emociones, sobre todo si las experiencias son vividas por el cliente con suficiente intensidad o implicación en la situación, nos lleva a la necesidad lógica de afirmar que todo cambio es necesariamente emocional, y que, por tanto, una terapia sin emociones en una terapia sin cambio. 

La cuestión radica en como el psicólogo debe proporcionar a su cliente la validación necesaria para reasegurar las construcciones ya elaboradas al tiempo que disminuye la amenaza que esas mismas construcciones suscitan, y a la vez facilitarle nuevas experiencias que le ayuden a invalidar y a cuestionar construcciones que considera tener bien establecidas. Podemos referirnos a esto como “conseguir el equilibrio necesario entre la novedad y lo familiar”. Este equilibrio es ciertamente muy delicado y no totalmente controlable por parte del psicólogo. Tenemos que recordar que sois vosotros en última instancia los que consideráis una experiencia como confirmatoria o no, de acuerdo con vuestros criterios. Por otro lado, el psicólogo no es la única persona que puede validar o invalidar una experiencia (están vuestros amigos, vuestros padres, hermanos, etc.). 

Vosotros acudisteis a consulta porque vuestras construcciones, en el contexto de vuestra relación social habitual comenzaban “hacer aguas”; esta situación comenzaba a suponer para vosotros una crisis personal, aunque esta crisis se manifestase en forma de síntoma psicológico (físico o no), problema de rendimiento académico o confusión transitoria. Incluso os puede ocurrir que una vez iniciada la terapia, los acontecimientos que siguen ocurriendo en vuestras vidas puedan tener un efecto validador o invalidador mucho más poderoso que la ayuda que estas recibiendo de tu psicólogo. De aquí, que el psicólogo tiene que modular el grado de validación de acuerdo con lo que predomine en la vida del cliente. En general nosotros, los psicólogos, al principio contrarrestamos el efecto de la invalidación que precedía a la petición de hora en consulta, y cuando ya se ha establecido una relación de confianza comenzamos a promover experiencias orientadas a invalidar algunos constructos que están en ese momento amenazando la identidad y el equilibrio de nuestro cliente, cuidando, eso sí, que ello no suponga una invalidación masiva del sistema de construcción que ya tenéis establecido. 

Un ejemplo del uso de la validación para contrarrestar una experiencia de invalidación lo constituye el caso de Clara, Mónica, Isabel, José y Manuel, unos muchachos que acudieron todos ellos por presentar un gran fracaso universitario. En este caso, los cinco consideraban los problemas académicos como la razón principal por la que acudían a consulta, sin contemplar otras dificultades, como podrían ser los problemas de relación social que todos ellos manifestaban. Sin embargo, y ya que la problemática académica era lo más apremiante para ellos, el primer paso fue considerar seriamente sus dificultades intelectuales, ya que como ellos mismo se definían, se encontraban con un gran bloqueo e inseguridad cuando intentaban estudiar o tenían que examinarse. Durante algún tiempo su psicólogo, después de realizarles pruebas de inteligencia y aptitudinales y de comentar con ellos los excelentes resultados encontrados en dichas pruebas, comenzó a concentrarse en la experiencia previa que todos ellos tuvieron en el Bachiller. Recordándoles que en algunos momentos de aquella experiencia tuvieron que pasar por dificultades y que incluso pudieron tener la impresión que no conseguirían terminar sus estudios tan satisfactoriamente como ellos deseaban, pero que después del esfuerzo adecuado, constancia y seguridad en ellos mismos consiguieron terminar esta etapa de su aprendizaje académico con unos excelentes resultados. El psicólogo destaca que, después de haber pasado tensiones e inseguridades, consiguieron acceder a la Universidad y que tras los resultados hallados en los tests de Inteligencia y Aptitud su formación y preparación demostraba ser adecuada para el reto que habían emprendido. En este caso, el desánimo y bloqueo se entienden como consecuencia de la invalidación de constructos, probablemente no verbales, como “capaz”, “seguro”, “inteligente”, “preparado”, “formado”, y la intervención del psicólogo permite volverlos a validar, enfrentándolos así con su experiencia anterior, que fueron los excelentes estudios en Bachiller, y con los buenos resultado de los tests de inteligencia y aptitud realizados. 

Verdaderamente, el proceso de cambio está centrado, en este caso, en la validación e invalidación de constructos y la revisión del sistema de construcción ya existente. En el ejemplo tratado, la validación supone una consolidación de los constructos existentes (capaz, inteligente, preparado...), de la forma en que la persona los aplica, y del significado que le estaba dando a esos constructos en el contexto que le preocupaba (estudiar y aprobar los exámenes). Las emociones positivas que puede elicitar la validación nos permitirá explorar las otras áreas de construcción de nuestros amigos (en este caso, sus dificultades en la relación social) sin que los temores y ansiedades sobre si son aptos para el estudio bloqueen nuestros deseos de exploración de otros temas que consideramos de sumo interés (los miedos sobre su capacidad para estudiar pueden ser tan intensos que recuerdo el día en que informaba a José del coeficiente de inteligencia superior aparecido en su test y no conforme con los resultados, me llegó a interrogar sobre si los datos yo los había falsificado). Por su puesto, la relación terapéutica es crucial para facilitar la validación o invalidación de constructos ya que la confianza en el terapeuta como alguien autorizado a validar o invalidar construcciones facilita la tarea que perseguimos, y permite crear una relación desde la cual cualquier futura invalidación que tenga que elaborar el cliente la verá de forma menos amenazante y, por tanto, más beneficiosa. 

En lo que respecta a la invalidación, añadiremos que la invalidación provoca emociones que podríamos considerar desagradables, negativas o trastornadas. El grado de emoción es más intenso y perturbador cuanto más afecta la invalidación a las estructuras centrales de la persona, y por lo tanto a su identidad. En este sentido, es necesario advertir el riesgo que supone llevar a cabo muchas invalidaciones seguidas, en cuanto atacan la identidad actual del sujeto sin que le haya dado tiempo a desarrollar otras alternativas de actuación. 

Por supuesto, si la invalidación es excesiva como para mantener un sentido de identidad mínimo, será resistida por el cliente a base de no tener en cuenta los acontecimientos que el psicólogo trata de presentar para invalidar sus ideas (esto se manifestará por ej. con hostilidad, regresar a la vieja identidad, más inadecuada pero también más conocida- dijo un escritor, William Faulkner, “entre la pena y la nada me quedo con la pena”, o nuestro dicho popular, “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. De aquí se deduce una regla básica a tener en cuenta de cara a fomentar juiciosamente la invalidación, a saber, promover sólo aquellas invalidaciones que puedan ser toleradas. De no seguir esta regla nos encontraremos con vuestras “resistencias”. Esto no debería preocuparnos demasiado ya que es indicativo de que la invalidación que pretendemos hacer afecta a uno o más de los constructos centrales de vuestra persona, y esto es muy importante de conocer, ya que nos indica que vamos por buen camino, y además nos hace ver el alcance del cambio que deseamos provocar. De aquí, que vuestras manifestaciones de resistencia nos ayudan a entender el efecto que está teniendo nuestra intervención en vuestra persona, y nos permite plantear nuestra intervención más armoniosamente y a vuestro propio ritmo. Desde nuestro punto de vista el proceso de cambio más efectivo y rápido no es el más técnico sino el que mejor se adecua a vuestro ritmo de trabajo. 

Breve exposición de estrategias básicas para fomentar la invalidación 

1. Atender a la evidencia proveniente de la propia experiencia del cliente 

Nuestros amigos Clara, Mónica, Isabel, José y Manuel cuando llevaban a cabo su trabajo estudiantil podían considerar que sentían inseguridad al respecto y afirmar que lo que hacían no tenía valor o que simplemente estaba resultando un desastre. Sin embargo, al explorar un poco más en su trayectoria pasada descubrimos que no es así que siempre lo han hecho muy bien. Focalizar la conversación en estos comentarios positivos es un proceso potencialmente invalidador de la construcción negativa que ellos mismos están desarrollando. 

2. Explorar experiencias pasadas en la vida del cliente 

Como ya hemos comentado, a nuestros amigos les puede ir muy mal en el momento presente, y de esta situación actual elaborar una construcción que signifique lo siguiente: “soy incapaz de aprobar”. El psicólogo le quedaría el recurso de volver a experiencias anteriores para invalidar  “soy incapaz de aprobar” y validar el polo opuesto, “soy capaz de aprobar”, que va a permitir a la persona seguir avanzando con un sentido más pleno por los senderos que ella misma escoja. 


Juan José Regadera. Murcia, 1998

                                


Hasta pronto

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