Los constructos personales: 4.1. Hablando con Manuel. Psicología de la personalidad

Los constructos personales: 

4.1. Hablando con Manuel

Psicología de la personalidad

- ¡Manuel!, ¿Qué te ocurre?,
- no sé, no me encuentro bien,
- ¿por qué?,
- no sabría decirte
- ¡Vamos, inténtalo!,
- es sobre la calma, la tranquilad, no sé como hacerlo, no sé si sabré conseguirlo...
- Manuel, deja que te relate un cuento:

Por mandato de Zeus, los vientos cesaban de soplar en los siete días anteriores y siete días posteriores al solsticio de invierno, para que los alciones, pájaros en que fueron convertidos Alcyone, hijo de Eolo y de su esposa Ceyx, pudieran hacer sus nidos sin que la tempestad arrasara sus huevos. Y fue así, como “en medio del invierno, sazón de tormentas y tempestades, en el tiempo más crudo, los vientos dejaron de soplar y se hizo la calma”. 

Sé que lo estás pasando mal, y que no encuentras modo alguno de sostenerte en este mar de dudas en que has caído, y puede que aún continúes cayendo e incluso llegar hasta el fondo, pero no te inquietes, lo único que encontrarás allí será la desesperación. 

Hay momentos en nuestra vida que buscamos desesperadamente no dejarnos afectar por los problemas y por el hecho mismo de vivir. ¿Quién no ha necesitado encontrar un modo positivo de enfrentarse a la angustia, de reparar un corazón roto, de arreglar y atenuar el miedo a la vida...?, si miras en tu interior verás que ya la has encontrado; 

la calma: 

“La calma natural de cualquier hombre, como dice Ortega, que él mismo briosamente debe crearse en medio de la congoja y el apuro cuando al sentirse perdido se grita a sí mismo ¡calma! Es esa calma que supera a la angustia y pone orden en ella, donde verdaderamente tomas posesión de tu vida sintiéndote persona”

Hay momentos inevitables de difícil solución donde las emociones inundan nuestro ser, susurrando y avivando sensaciones, aumentando la zozobra y el temor. Hay instantes donde es necesario sentir y conocer, saber de nosotros mismos, aunque con ello, como leemos en Hamlet: 

“La conciencia nos haga cobardes” 

A caso Manuel, ¿prefieres la ignorancia porque te hará valiente? No es momento de decidirse entre un clavel o una rosa, lo que tienes que decidir es si vas a ser tu mismo, en este minuto de tu vida, junto a la circunstancia por la que estás atravesando. Tienes que aprender a reconocerte a ti mismo, a pesar de la angustia y la zozobra. 

Yo también aprendí a llorar, sentado en la orilla de un camino, mirando a mi alrededor, decidiendo si acababa con mi vida o mi espíritu, y opté por mantener las dos, decidí no vivir una suplantación, y mi decisión aún la estoy sufriendo, porque ¿quién dice que mostrarse tal cual se es, sea tarea fácil? En cierta ocasión: 

“me arriesgué y decidí llamar a la puerta de la vida, fue entonces cuando escuché, ¿quién es?, y en aquel momento me reconocí, me dije, SOY YO”.

¿Te imaginas Manuel lo que cuesta ser uno mismo?

Y ahora me dirás:

¿Qué camino debo seguir? 

No hay respuestas inventadas para tu pregunta Manuel, las únicas existentes solo pueden ayudarte a reflexionar ¿recuerdas nuestro relato?, a través de él trazaremos un rumbo...

“con la llegada del solsticio de invierno convertirás tu espíritu en Alción. Las tormentas y tempestades del crudo invierno dejarán de soplar y se hará la calma, y así, convertido en pájaro, la tempestad del invierno no arrasará las semillas que estamos creando; protegidas por Zeus ganarán tiempo y verán la luz con la llegada del próximo solsticio de verano. Después, cuando vuelva a aproximarse la segunda primavera, no hablaremos de semillas sino de un nuevo horizonte, con una nueva profundidad”.

Manuel, aún te quedan muchas cosas por hacer, algunas no puedes posponerlas, la vida te empuja, te sugiere posturas que, aunque puedan acobardarte es necesario mantener, arriesgar y decidir, sin importar la equivocación, o que escapen a tu control. Lo que siempre podrás controlar es el sentido que le des a tu esfuerzo y constancia, en definitiva, controlarás la manera de contemplarlo.

Dices que todo es demasiado complicado, y tienes razón, porque además del miedo que nos produce equivocarnos con la decisión, también nos da miedo quedarnos solos. Y no sólo es el fracaso o la soledad lo que nos aterra, lo es también la ceguera que podemos padecer cuando descubrimos que somos incapaces de ver nuestros valores, que aún teniéndolos delante no sabemos o no podemos apreciarlos.

Después de un mal momento, soportado con dignidad, siempre volveremos a retomar nuestras vidas, a sentirnos más seguros y es entonces cuando las preguntas que siempre me haces: ¿por qué me ha pasado esto?, ¿para qué sufrir tanto?, ¿qué tengo que hacer?, adquieren sentido por ellas mismas.

A veces, es necesario quedarse solo con uno mismo y deslizar suavemente el vendaje de nuestros ojos hasta dejarlo caer al suelo, y desde allí, con una nueva perspectiva tomar conciencia de nuestro fracaso, para después reflexionar y acallar la voz interior que nos grita: “fracasado, fracasado”.

Ahora, a través de nuestros encuentros, nos queda por hacer lo mejor, analizar lo que ha sido y lo que ha debido ser tu vida, analizar esos instantes en los que agarrabas la vida con el puño y te sentías grande, encontrar el equilibrio entre los instantes buenos y malos, para que las épocas de crisis no las sientas únicamente como sufrimiento; ¿acaso es tan odioso tener emociones?, ¿es necesario oscurecer la voz del corazón que nos anima a un cambio?

De donde venías cuando te conocí y a donde vas, no tiene nada que ver. No estamos hablando del ayer y del mañana como estaciones en una misma dirección, hablamos de algo más profundo, hablamos de un cambio de actitud, de una lucha por tu identidad, del drama de tensiones y fuerzas contradictorias que se agitan en tu interior. Estamos hablando del sentido de tu vida, de lo que tú y yo debemos perseguir ahora.

En este momento estoy junto a ti ayudándote, a que “tenses el arco y encuentres la flecha apropiada para que ejecutes un certero movimiento de brazo, y aciertes con tu sentido y puedas resolverlo, y una vez alcanzada la diana sepas lo que tienes que hacer”. 


Juan José Regadera. Murcia, 1998

                                


Hasta pronto




Comentarios