Habilidades sociales (2ª Etapa): 1. Teoría. Modelo cognitivo-conductual


Habilidades sociales (2ª Etapa): 1. Teoría

Modelo cognitivo-conductual

Lo que tenemos que hacer a continuación no es difícil, lo que sí es difícil es estar en condiciones de hacerlo, ¿Lo estáis? Creemos que sí.

Dijo el gran pensador existencialista y paisano nuestro Miguel de Unamuno: “Hace falta un genio, un místico, un profeta que nos dé la clave para interpretarnos a nosotros mismos, para que podamos entender de dónde venimos, qué somos y a dónde vamos, si es que vamos, somos y venimos”.

Nosotros, de momento, mientras esperamos la llegada del genio o del místico vamos a acercarnos al mundo de la calle. A todos, nos ha encantado la exposición literaria de las ideas existencialistas de Yalom y la argumentación filosófica formal que durante meses venimos trabajando. Hemos analizado, a través de las últimas entregas, como diría Unamuno, “El sentimiento trágico de la vida”. Ahora, es el momento de comprobar el suelo que pisamos, de situarnos erguidos sobre nosotros mismos, por eso, vamos intentar relacionarnos, lo mejor que podamos, con los demás, vamos a practicar entre nosotros, y vamos a sacar partido de la experiencia de grupo para que, posteriormente, podamos trasladarla a nuestra realidad social. Vamos, en definitiva, como diría el bueno de D. Miguel, a tratar del hombre concreto, del hombre “de carne y hueso”. Vamos a situarnos en la perspectiva social más inmediata y radical, la de nuestro encuentro diario con los demás y a tratar sobre las batallas que deberemos y que aún os quedan por librar.

Hemos reflexionado y aprendido acerca de la vida y de todas las incertidumbres que nos rodean (incluido el terremoto que vivimos el pasado martes, 6 de febrero del presente, el más fuerte conocido en el último siglo en suelo español) por ello, mientras seguimos entendiendo quiénes somos, vamos a aprender a comunicarnos y a dialogar. Es el momento de potenciar nuestra satisfacción social, a través de la calidad y competencia derivada de una mayor habilidad en el terreno de nuestro encuentro con los demás.

Trabajaremos con las dos esferas de la comunicación, la esfera consciente (lo que queremos comunicar) y la inconsciente (lo que comunicamos sin saberlo). Hablaremos de los silencios, del atuendo, del aspecto físico, de la mirada, la sonrisa, los regalos, del perfume, y, en definitiva, de todo aquello que hace que tan importante sea lo que se dice como la forma de decirlo.

Dominar las técnicas implicadas en el proceso de comunicación social no será fácil, tampoco nos resultará fácil descubrir cómo y cuándo hemos aprendido lo que sabemos acerca de la comunicación, pero si nos resultará fácil encontrar, dentro de nosotros, las ganas suficientes para madurar y  enriquecernos  con todas las experiencias que la vida nos ofrece, y que están, ahí fuera, esperándonos. ¿Algunos de los presentes, acaso, no ésta preocupado con este tema?

De pequeños aprendemos lo que sabemos, generalmente, a través del modelado. Observamos a nuestros padres y familiares y vamos adquiriendo sin saberlo su estilo. Y es así, como vamos, pausadamente, adquiriendo los temas de conversación, la forma de preguntar, la manera de sonreír, el juego de la voz y la distancia que establecemos con los demás.

Otras veces, las personas que están a nuestro cargo tratan de enseñarnos cosas, y es entonces cuando nos dicen, “di lo siento”, “no hables con la boca llena”, “lávate las manos antes de comer”, “saluda a tu amigo”, etc.

También ocurre que, en ocasiones, nuestras conductas son reforzadas o castigadas, y esto a la larga, hace que aumenten y se pulan ciertos comportamientos y que disminuyan o desaparezcan otros.

Pero, tanto la felicitación, como las críticas de nuestras actuaciones, no han dependido básicamente de nuestros padres o familiares; los amigos también han sido importantes modelos, tanto para imitar como para reforzar ciertas conductas, especialmente en esta etapa de la adolescencia en la que la mayoría de vosotros os encontráis (según la psicología evolutiva somos adolescentes hasta los 28 años).

Y qué os podemos decir de las modas, costumbres, estilo de vestir, lenguaje y de todo aquello que va cambiando a lo largo de nuestra vida. Por lo tanto, ser habilidoso socialmente significa no quedarse estancado en la época ni en el lugar, es decir, hay que continuar aprendiendo con el fin de estimular y potenciar nuestro acercamiento a los demás. Pero lo más importante de todo, es que dichas habilidades debemos ejercitarlas continuamente, ya que también podemos perderlas por falta de uso.

Cuando tratamos con extranjeros advertimos que las habilidades sociales varían según el marco cultural donde nos situemos, incluso si nosotros, murcianos casi todos, pasáramos unas vacaciones en Cataluña, tendríamos la ocasión de comprobar ciertos cambios y matices en el estilo y la forma de interactuar. Tampoco debemos olvidar el papel que desempeña tanto el género como la edad, la clase social y la educación a la hora de relacionarnos con los demás.

Todos sabemos que cuando algo nos interesa mucho incrementamos nuestra efectividad y el éxito en aquello que tratamos de alcanzar, de aquí, que no debe extrañarnos que, en situaciones con las mismas características, seamos unas veces más efectivos y otras más cansinos. También ocurre que determinadas conductas pueden ser consideradas apropiadas en una situación, pero inapropiadas en otras, de aquí, que ¡el fin no siempre justifica los medios!

Otras veces, habrá que analizar qué es lo que perseguimos con una determinada conducta, por ejemplo, si de lo que se trata es de devolver una mercancía en una tienda, nos resultará más interesante que nos devuelvan el objeto o el dinero, que mantener una relación cordial y amistosa con la dependienta, claro está, siempre y cuando al hacer esto último corramos el peligro de no ser adecuadamente atendidos.

También podría ocurrirnos, que si deseamos que Pedro se venga con nosotros al cine y a él le resulta muy difícil acompañarnos por motivos de estudio, en esta situación, sería más interesante no insistirle con el fin de seguir manteniendo con él una relación íntima y cordial, ya que,  al hacerle sentirse obligado a acompañarnos, esto podría dañar nuestra relación con él.  Es decir, en este caso, mantener la buena armonía en la relación puede ser más importante que el objetivo perseguido (conseguir que nos acompañe aún en contra de su deseo).

Como norma general, debemos puntualizar, que lo que perseguimos siendo habilidosos, es conseguir un mayor número de conductas positivas que de conductas negativas. Por lo que es sumamente importante, tanto evaluar lo que hace la gente, como las reacciones que nuestra conducta esté produciendo en los demás.

Cualquiera sabe que las habilidades necesarias para ligar, mantener una relación íntima o dar una buena charla son distintas entre sí. En ocasiones, nuestra forma de percibir nuestra actitud ante alguien o las posibles expectativas que tengamos de una determinada persona pueden influirnos, favorable o desfavorablemente, en el tipo de comportamiento que debemos presentar y, por lo tanto, en el éxito o fracaso de nuestra actuación.

Todos sabemos que la ansiedad es un estado psicológico incompatible con la presencia de conductas apropiadas. Se ha demostrado en múltiples investigaciones que la aparición de la ansiedad inhibe la expresión de la respuesta, o las incrementa inapropiadamente. Por lo tanto, ¡cuidado con la ansiedad! (en estos casos, lo más adecuado y rápido ante situaciones estresantes, es un buen método de relajación, y por supuesto, mucho dominio del mismo; a este respecto nosotros recomendamos uno de los métodos más sólidos y eficaces para el control de la ansiedad, cuya utilidad, hoy día, nadie cuestiona, nos estamos refiriendo a la relajación muscular de Jacobson.)

Cualquier situación social o interpersonal puede producirnos ansiedad. Si en el momento de su aparición no conseguimos atenuarla satisfactoriamente (a través del autocontrol mental, o bien de un método de relajación), la ansiedad seguirá su curso produciendo en nosotros la inhibición de respuestas adecuadas a la situación, y la evitación de dicha situación. En ambos procesos, inhibir la respuesta apropiada y satisfactoria al momento, como huir de la escena en cuestión, ocasionaría, a largo plazo, un número indeterminado de trastornos psicológicos como podrían ser: los trastornos psicosomáticos (problemas de estómago, taquicardias, sudoración), obsesivos, depresivos, fóbicos, sexuales, así como actitudes de resentimiento hacia los demás, inhibición social, miedos, y lo que podría ser peor, conductas de adicción a las drogas o la bebida.

Todas las personas que tienen dificultades en su relación con los demás, no las tienen, únicamente, por efecto de la ansiedad, sino por la ausencia de las habilidades sociales necesarias para mantener una interacción con los otros apropiada.

La persona socialmente habilidosa es aquella que expresa sus actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación en la que se encuentre, respetando esas mismas conductas en los demás y que generalmente resuelve los problemas inmediatos que puedan surgir en el transcurso de la reunión, mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas. Por lo tanto, ser considerado persona habilidosa significará haber aprendido un conjunto de capacidades de actuación.

De todo lo dicho hasta aquí podríamos concretar lo siguiente: una persona socialmente competente es aquella que tiene en cuenta el contexto que rodea a la situación en la que se encuentre, es decir, no se comportará igual si debe tratar con extraños, con conocidos o con amigos íntimos. También tendrá en cuenta la edad y el género de las personas con las que este tratando, todos sabemos que no es lo mismo tratar con personas de nuestra edad que con personas mayores; será sensible a la actitud masculina o femenina que perciba de la persona en cuestión, es decir, cuidará, oportunamente, tanto sus gestos como su expresión. Tendrá en cuenta el papel o estatus que desempeña su interlocutor, así como la clase de situación en la que se halle, no es lo mismo enfrentarnos con una situación que de antemano sabemos nos resultará negativa, a otra que conocemos será positiva. Como tampoco será igual que el encuentro sea con dos amigos a que ocurra con un grupo mayor de personas. Todas estas características harán que las situaciones sociales sean únicas y específicas.

Otras conductas que no debemos desatender son aquellas que implican: expresar el amor, el agrado, el afecto. Saber pedir las cosas, saber recibir cumplidos, saber hacerlos, iniciar y mantener una conversación, defender tus derechos, rechazar peticiones poco razonables, expresar opiniones personales aunque esto signifique estar en desacuerdo con tu interlocutor, expresar la ira, el desagrado o el disgusto, siempre y cuando esté justificado, pedirle a otro que cambie su conducta cuando ello sea necesario, saber disculparse, admitir ignorancia cuando la situación lo requiera, manejar las críticas, saber pedir trabajo, poder hablar en público, soportar la tentación de algo que no nos interesa, y saber agradar a otro al mantener una conversación, son situaciones conductuales que debemos dominar.

Por lo tanto, las conductas anteriores siempre ocurrirán dentro de un contexto social y serán llevadas a cabo por una persona determinada que tendrá que controlar, no sólo las ideas o pensamientos erróneos, que respecto a la situación pueda estar desarrollando, sino además, cuidar su estado fisiológico, es decir, su nivel de ansiedad.

La mayor parte de nosotros hemos aprendido a lo largo de nuestra infancia una serie de suposiciones que podíamos calificar como de inadecuadas, pero que de alguna forma nos favorecían ante nuestros cuidadores mostrándonos, ante ellos, de forma más correcta y fácil de educar. En cada una de las suposiciones que a continuación expondremos subyace una violación de los derechos que como individuos todos poseemos:

-        Anteponer las necesidades propias a las de los demás no tiene por qué implicar que seamos egoístas. Algunas veces, tenemos derecho a ser el primero.

-         No tiene por qué ser vergonzoso cometer errores, ni tener una respuesta adecuada a cada ocasión. Tenemos derecho a cometer errores.

-         No sientas que estás equivocado en tus sentimientos simplemente porque no puedes convencer a los demás de que son razonables, recuerda que tú eres el juez último de tus sentimientos y la persona mejor capacitada para aceptarlos como válidos.

-         Aunque hay que respetar los puntos de vista de los demás, siempre tendrás derecho a tener tus propias opiniones y convencimientos.

-         En ocasiones no tienes por qué ser lógico y consecuente, a veces es conveniente cambiar de idea o línea de actuación.

-         No tienes por qué adaptarte a los demás, ni mostrarte flexible o comprensivo con los motivos de los demás, tienes derecho a la crítica y a protestar por un trato injusto.

-         Cuando necesites una aclaración puedes solicitarla, hacer preguntas no tiene por qué denotar estupidez.

-         Puedes tentar a la suerte tanto como consideres, ya que tienes perfecto derecho a intentar un cambio. No tienes por qué pensar que las cosas podrían ser peores de lo que son necesariamente.

-         Cuando necesites ayuda o apoyo emocional pídelo, no sientas que le haces perder el tiempo a los demás con tus problemas.

-         Si te sientes dolorido exprésalo, no te lo guardes para ti, no pienses que a la gente no le gusta escuchar que uno se encuentra mal.

Puedes pedir un consejo y no por ello tendrás que aceptarlo si  ves que no es el más adecuado en este caso.

-         No pienses que hay que mostrarse humilde ante los halagos, ni que vas a caer mal porque hayas triunfado en algo o que puedes suscitar envidias. Tienes derecho a recibir el reconocimiento por un trabajo bien hecho.

-         No tienes por qué adaptarte a los demás por temor a no encontrarlos después, cuando lo consideres oportuno puedes decir que “no”.

-         A veces es necesario estar solo; no hay por qué esforzarse innecesariamente en estar en compañía de los demás únicamente por no parecer antisocial.

-         También ocurre que a veces hacemos o sentimos cosas que no siempre tienen justificación. No es necesario justificarse ante los demás por lo que sentimos o hacemos.

-         Que una persona tenga un problema no te obliga a responsabilizarte de su situación, no siempre nos encontramos en disposición de ayudar a los demás.

-         Si alguien no es capaz de solicitar o pedir lo que necesita, no tienes por qué verte obligado a anticiparte a sus necesidades o deseos.

-         Cuando alguien te formula una pregunta puedes contestarla o no ya que no es obligatorio responder a las preguntas que se nos hagan.

Algunas personas dicen: “Yo soy así, ¡qué le vamos a hacer”, o “Muchas veces no actúo como me gustaría, pero no puedo cambiar”, las personas que opinan de este modo no consiguen comprender que sus sentimientos de ira, inutilidad y sufrimiento, derivados de una relación social inadecuada, pueden evolucionar plasmándose en una amplia gama de problemas psicológicos.

Ser asertivo equivale a tomar decisiones en tu vida, hablar claramente siendo honesto, saber pedir lo que se necesita, decir “no” cuando sea necesario y estar interesado por uno mismo, ayudando a su vez, a que los demás se sientan bien, tratándolos con cariño, amabilidad y consideración. Mostrarse así, disipa la ansiedad y los sentimientos de culpabilidad. En definitiva, se está más satisfecho con uno mismo y con los demás.

A nosotros lo que más nos interesa, es que la conducta asertiva puede aprenderse, conseguirlo equivale a seguir un proceso de aprendizaje. Necesitamos de vosotros la máxima motivación para el proyecto que iniciamos, para ello, insistiremos en las ventajas que supone actuar asertivamente y las desventajas que nos acompañarán si nos mostramos pasivos o agresivos.

Todos conocéis nuestra afinidad con las ideas de Ortega y Gasset y recordaréis el esfuerzo que hicimos con nuestro emotivo compañero Alberto cuando a través de uno de los textos entregados nos apoyábamos de nuevo en Ortega, uno de nuestros más grandes pensadores, resurgieron sus ganas de vivir y su capacidad de amar. De nuevo rebusco entre sus ensayos y escritos, de estilo brillante y cargado de metáforas, algo que nos aporte coherencia para integrar las definiciones y conceptos teóricos que más adelante describiremos, y es así, que, buscando entre mis apuntes, viene a mi recuerdo, el núcleo central de su pensamiento: “Yo soy yo y mis circunstancias”.

Vamos a trabajar sobre la mayor de todas las realidades, la vida, y a combatir la mayor de las batallas, la relación social, y a ganar el mejor trofeo de todos, la comunicación.

Trataremos sobre nuestro estilo de comunicación, sobre nuestro modo de ejecutarlo. Hablaremos de cómo, a través de él, podemos salvarnos o perdernos.

Yo he aprendido con Ortega, que vivir mi vida es precisamente mi mayor quehacer, que vivir significa tratar y actuar con los otros y con las cosas. Para mí, la mayor realidad y la mayor verdad, es que el mundo que está ahí fuera, esperándome, es un mundo radical, tan claro como el día, que a veces no perdona y que siempre examina.

Ahora bien, cada uno de nosotros tiene sus circunstancias, esto es, su mundo, integrado por factores personales (lo que pienso y cómo me siento), sociales (cómo me comporto con los demás y cómo son las circunstancias que me rodean) e históricos (cómo he ido creciendo y madurando) que confluyen en lo que sería mi vida. Es decir, todos tenemos nuestro punto de vista de las cosas y de las personas, y a través de él, nos desenvolvemos en nuestra relación con los demás. Cada uno de nosotros, pretende crear su propia filosofía, su razón de ser, para así poder dar razón de las cosas que le ocurren.

Sin embargo, con la tarea que hoy iniciamos no perseguimos conocer cuál es tu punto de vista, cuál es tu razón de ser de las cosas que te suceden. Intentaremos desarrollar principios generales, cuestiones prácticas que nos motiven lo suficiente en la más radical de todas las realidades: el encuentro con los demás.

Leemos en Hamlet: “Existen más cosas en el cielo y en la tierra, ¡oh Horacio!, de las que tu filosofía pueda soñar”, y así, mientras nos despertamos del “dulce sueño” de los antídotos neuróticos de los que nos hablaba Yalom, vamos a describir, con la ayuda de los teóricos e investigadores de la psicología cognitivo-conductual, cuáles son las conductas y comportamientos de las personas asertivas, pasivas y agresivas.

Animaos mis valientes mosqueteros, vamos a disolver nuestro antídoto “mágico”, aprendiendo a combatir lo que “más nos duele”, o como diría Sartre, a combatir la mirada y el encuentro con el otro.

De momento, y puesto que hoy es jueves, daremos nuestra clase:

1. La conducta asertiva, implica expresar directamente los propios sentimientos, necesidades u opiniones sin amenazar ni castigar a los demás. Es algo así como decir: “Esto es lo que yo pienso. Esto es lo que yo siento. Así es como veo la situación”.

Ser asertivos supone ser razonable, es decir, mostrar la respuesta adecuada en el momento apropiado. La razón es necesaria para la vida y, por lo tanto, para la comunicación. Comenzar nuestras frases en términos tales como: “Pienso”; “Siento”; “Quiero”; “Hagamos”; “Cómo podemos resolver esto”; “Qué piensas”; “Que te parece”, produce consecuencias agradables en nosotros, en otras palabras, nos ayuda a resolver problemas, nos sentimos más a gusto con los demás, más satisfechos, estamos mejor con nosotros mismos, más relajados, con mayor control de nosotros y fabricamos la mayoría de nuestras oportunidades. En definitiva, nuestra vida, que es una vida inmersa en el mundo de los demás, la convertimos en anticipación de nuestros actos, proyecto de nuestras ideas, elección y decisión, y, por lo tanto, justificación (sabiendo qué estamos haciendo y porqué lo hacemos).

No podemos plantear nuestras relaciones con los demás como reacciones automáticas propias de personas impulsivas movidas por instintos ante algún hecho o circunstancia inesperado. Para un animal estaría muy bien, pero de ningún modo para nosotros, ya que como personas necesitamos anticiparnos, proyectarnos y libremente decidirnos, además de justificarnos. Por lo tanto, ser asertivo implica saber a qué atenerse, además de dar razón de lo que hacemos.

Mantener la calma y proceder de modo razonable es muy saludable, pero siempre debe centrarnos en un motivo concreto y referido al contenido del momento inmediatamente vivido. Cuando justificamos nuestra razón o motivo, éste debe basarse sobre nuestra realidad tal y como la hemos vivido, estar equivocados o no en nuestra percepción de la realidad no significará que no seamos asertivos.  Lo importante es el compromiso que adoptemos con la situación, es decir, actuar correctamente, y lo apropiado de la respuesta.

Nos guste o no, debemos aprender a vivir y vivir es no tener más remedio que saber razonar sobre nuestras inevitables circunstancias, saber defenderlas, elegirlas y justificarlas, siempre dentro de un marco razonable y asertivo.

Y cómo no, también somos historia, somos un proceso, un llegar a ser, por ello, el diálogo, la comunicación y, en una palabra, la relación con los demás puede ser reaprendida y entrenada. Nosotros, hoy aquí, vamos forjándonos en el despliegue de nuestras vidas.

Las conductas no verbales como la mirada, la expresión facial, la postura corporal erecta, las manos sueltas, los gestos firmes, la entonación y el volumen de la voz son también muy importantes y pueden apoyar o quitar valor a la conducta verbal. Por lo que es necesario que estén en armonía con el contenido verbal de la conversación.

Ser asertivo lleva implícito ser respetuoso, no servil. El servilismo consiste en actuar de manera como si la otra persona estuviera en lo cierto, o porque la otra persona es mayor, más poderosa, con más conocimientos, o es de un estatus o género diferente. Hay dos clases de respeto implicados en la aserción: el respeto hacia uno mismo, es decir, expresar las necesidades propias y defender los propios derechos, así como el respeto hacia los demás.

Cuando buscamos ser asertivos perseguimos comunicarnos además de tener y conseguir respeto, dejando libre el camino para asumir el compromiso natural que surge cuando dos personas tratan de comunicarse. Nadie sacrifica aquí su integridad básica. A veces el compromiso es imposible, pero en ese caso podemos simplemente respetar el derecho que tiene el otro a no estar de acuerdo y a no intentar imponer sus exigencias sobre la otra persona.

La conducta asertiva no está planeada para permitir a la persona obtener lo que quiere, pero a medida que cumplimos todo lo expuesto hasta aquí, la probabilidad de lograr nuestros propósitos aumenta.

A la hora de actuar debemos considerar tanto nuestros derechos como los derechos de las demás personas implicadas en la situación. Es conveniente, además, que estemos enterados de nuestras responsabilidades y de las consecuencias resultantes de la expresión de nuestros sentimientos. Por ejemplo, si un amigo no ha acudido a una cita previamente acordada y tampoco te ha llamado para anular la cita, tienes derecho a expresar cómo te sientes, pero también tienes que enterarte si había circunstancias atenuantes.

No debemos suponer que ser asertivo conlleva la ausencia de conflicto entre las dos partes, esto, con frecuencia, seria imposible. Hay situaciones en las que la conducta asertiva es apropiada y deseable, pero puede causar alguna molestia a la otra persona, por ejemplo, devolver una mercancía o producto defectuoso al dependiente de una tienda de manera asertiva puede no ser recibido de manera amigable. También, expresar molestia o crítica justificada de manera apropiada puede provocar una reacción inicial desfavorable. Podemos o no cumplir con nuestros objetivos, pero generalmente nos sentiremos mejor por haber sido capaz de expresar nuestras opiniones.

El comportamiento asertivo mejora la satisfacción de tu vida social y aumenta la confianza en ti mismo para cambiar cuando necesites hacerlo. El elemento fundamental para comportarse asertivamente es darse cuenta tanto de uno mismo como del contexto que te rodea. Darnos cuenta de nosotros mismos equivale a “mirarnos dentro” para saber que es lo que queremos antes de mirar alrededor para ver lo que los demás quieren y esperan de nosotros. Sin embargo, es muy importante no olvidar que una vez que sabemos lo que queremos, debemos considerar las consecuencias de nuestra conducta a corto y largo plazo, con el fin de sopesar correctamente los pros y los contra nuestra actuación.

Mostrándonos asertivos, comprobaremos cómo disminuye nuestra ansiedad, cómo fortalecemos nuestra relación hacia una mayor intimidad, además de vivir la vida como más significativa y mejor adaptada. Debemos considerar que, bajo ciertas circunstancias, es más útil evitar la respuesta asertiva que la utilidad derivada de llevarla a cabo. Lo importante no es mostrarse asertivo en cualquier lugar o situación, sino poder escoger cómo actuar. Si pudiendo actuar asertivamente bajo determinadas circunstancias, escogemos no hacerlo, estaremos cumpliendo con nuestro objetivo, sin embargo, si eres incapaz de escoger cómo comportarte, acobardándote con la pasividad o estallando en la agresión, será entonces, cuando te sentirás gobernado por los demás y tu salud mental se resentirá. El mejor criterio es tu bienestar, es decir, que “tú” hagas la elección y al hacerlo ya estás siendo asertivo.

2. La conducta pasiva o no asertiva implica no ser capaz de expresar honestamente los propios sentimientos, pensamientos y opiniones permitiendo a los demás que violen nuestros sentimientos, o expresándolos de una manera autoderrotista, con disculpas, con falta de confianza, de tal modo que los demás pueden fácilmente no hacernos caso. Es algo así como decirle al otro: “Yo no cuento –puedes aprovecharte de mí. Mis sentimientos no importan –solamente los tuyos. Mis pensamientos no son importantes –los tuyos son los únicos que merecen ser oídos. Yo no soy nadie – tu eres superior”.

Acompañando a la negación verbal podemos mostrar conductas no verbales como la evitación de la mirada, un habla vacilante, un bajo volumen de voz, una postura corporal tensa y movimientos corporales nerviosos o inapropiados.

Cuando somos pasivos estamos mostrando una falta de respeto a las propias necesidades. El objetivo básico de la no aserción es el de apaciguar a los demás y el evitar conflictos a toda costa, sobre todo buscamos escapar de las situaciones productoras de ansiedad.

La persona que se comporta de forma pasiva se sentirá a menudo incomprendida, no tomada en cuenta y manipulada. También puede sentirse molesta respecto al resultado de la situación o volverse hostil o irritable hacia la otra persona. Puede sentirse mal consigo mismo como resultado de ser incapaz de expresar adecuadamente sus opiniones o sentimientos. Esto le conducirá a experimentar sentimientos de culpa, ansiedad, depresión, y baja autoestima. También podrá experimentar dolores de cabeza e incluso úlceras de diversos tipos, debido a la no expresión de sentimientos. Todo ello, sin olvidar las probabilidades que tiene de estallar después de un tiempo de excesivo control, en ese momento, la cantidad de molestia o ira que se expresa no guarda, a menudo, proporción con la situación real que lo ha precipitado.

La persona pasiva tiene una evaluación de sí misma inadecuada y negativa, sentimientos de inferioridad y una tendencia a ser excesivamente solícito del apoyo emocional de los demás, además de experimentar una gran ansiedad en sus relaciones interpersonales. Se sentirá insatisfecho y encontrará las relaciones con otros como fastidiosas o no demasiado cómodas. Estará frecuentemente haciendo cosas que no desea hacer. Estará tensa y no sabrá cómo relajarse. Tendrá miedo de estar molestando a la gente y llamando la atención

Tratan de ser todo para todo el mundo y acaban no siendo nada para ellos mismos. Tratan de agradar a todos con quién están. Expresan todo excepto lo que sienten. Encuentran difícil decir “no”. Son agradables. Tratan de ser amigables para todo el mundo. Se consideran de mente abierta y tolerantes. Son honestos en apariencia, pero emocionalmente son unos mentirosos. Su cortesía es un fraude. No se sabe nunca lo que sucede en su cabeza y esto no conduce a unas relaciones sociales cálidas. Están siempre analizando y planeando. No están seguros de los sentimientos que tienen sobre nada.

Su conducta no verbal se caracteriza por ojos que miran hacia abajo, voz baja, vacilaciones, gestos desvalidos, le quitan importancia a la situación, postura hundida, se retuercen las manos, el tono de voz es vacilante o de queja, y las risitas parecen falsas.

La conducta verbal se caracteriza por frases del tipo: “Quizás”, “Supongo”; “Me pregunto si podríamos”; “Te importaría mucho”; “Solamente”; “No crees que”; “Bueno”; “Realmente no es importante”; “No te molestes”.

Las personas que conviven con personas no asertivas suelen terminar padeciendo sentimientos de frustración, molestia o ira hacia la persona que se comporta de esa forma, ya que al tener que adivinar “lo que están realmente diciendo”, o el tener “que leer los pensamientos de la otra persona” es una tarea que termina por abrumarles. Además de la pesada carga de tener la responsabilidad de tomar decisiones por otra persona y luego encontrarte con que no está satisfecho con la elección que hiciste.

3. La conducta agresiva, conlleva la expresión de los pensamientos, sentimientos y opiniones de una manera tal que, a menudo, es deshonesta, inapropiada y siempre viola los derechos de la otra persona.

La conducta agresiva puede expresarse de manera indirecta o directa. La agresión verbal directa incluye ofensas verbales, insultos, amenazas y mensajes hostiles o humillantes. El comportamiento no verbal puede incluir gestos hostiles o amenazantes, como esgrimir el puño, miradas intensas y ataques físicos. La agresión verbal indirecta incluye mensajes sarcásticos, comentarios rencorosos y murmuraciones maliciosas. Las conductas no verbales agresivas incluyen gestos físicos realizados mientras la atención de la otra persona se dirige hacia otro lugar o actos físicos dirigidos hacia otras personas u objetos. Las víctimas de este tipo de situaciones sentirán, tarde o temprano, resentimiento y las evitarán. Generalmente, las relaciones de este tipo de personas no son duraderas ni satisfactorias.

El mensaje básico es: Esto es lo que yo pienso –tú eres estúpido por pensar de forma diferente. Esto es lo que yo quiero –lo que tu quieres no es importante. Esto es lo que yo siento –tus sentimientos no cuentan. La conducta agresiva es considerada a menudo como conducta ambiciosa, puesto que se intenta conseguir los objetivos a cualquier precio, apartando a un lado a la gente.

La conducta agresiva da como resultado a corto plazo consecuencias favorables como la expresión emocional, un sentimiento de poder y el conseguir objetivos y necesidades con mayor rapidez, lo que a la larga puede reforzar la conducta, a no ser que experimente sentimientos de culpabilidad. Sin embargo, a largo plazo las consecuencias son negativas, incluyen tensión en la relación con los demás o la evitación de futuros contactos con ella.         

Todos utilizamos lo tres estilos de diálogo descritos. El estilo de diálogo, en ocasiones, está en función de la situación en la que nos encontramos y de la persona que recibe nuestro mensaje. No conviene olvidar que el estilo de diálogo que utilizo de manera habitual, les dice a los otros el tipo de persona que yo soy.

A continuación, daremos algunos consejos básicos de cómo actuar ante personas difíciles:

Ante aquellas personas que se muestran como si fuesen una apisonadora, no hay que dejarse intimidar ya que es lo que él espera. También es conveniente darle la oportunidad de calmarse y, por supuesto, no responder con la misma táctica.

Ante los puntillosos, es mejor obligarles a que hagan la agresión directa. También es conveniente conseguir del agresor que se ponga a la defensiva ya que se acabará disculpando. Y, por supuesto, es mejor no tomarse el ataque como algo personal, ya que mantendremos la cabeza más despejada.

Ante los quejicas y los que se hacen las víctimas, es mejor responsabilizarlos de su estado haciéndoles ver que así lo han elegido. Es mejor negar su desamparo y no convertirse en cómplice de su indefensión. Es más útil conseguir que se enfade, de esta manera lograremos que afloren sus sentimientos.

Ante las personas cerradas, es mejor dirigirse a ellos en actitud positiva, sin requerir de ellos una respuesta inmediata. También suele dar resultado utilizar con ellos una comunicación no verbal. Es mejor no dejarse intimidar por su silencio. Mantener la calma es bueno, no se debe presionar. Las preguntas que formulemos deben reflejar un interés real por lo que él opina. Y, poco a poco, es mejor introducir cuestiones en la conversación que no puedan ser contestadas con monosílabos.


Juan José Regadera. En Murcia, a 10 de febrero de 1999

                                


Hasta pronto


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