Autoconcepto y Ética de la Personalidad. 1ª Parte: Mundo circundante “Umwelt”. Psicología de las diferencias individuales

 


Autoconcepto y Ética de la Personalidad. 1ª Parte: Mundo circundante “Umwelt”

Psicología de las diferencias individuales

PRÓLOGO (común a las seis partes)

Mundo circundante “Umwelt” (1ª parte), Lumen naturale (2ª parte) Stimmung (3ª parte), Habitud (4ª parte), Urdimbre afectiva (5ª parte) y El fleco de la conciencia (6ª parte). Sexteto con base experimental desarrollado por el autor sobre la relación entre los valores conscientes e inconscientes. A través de una perspectiva ideográfica e idiosincrática, abrimos un ángulo de luz en ese extraño modo de ser, que es la “persona”. Nuestras aspiraciones son finitas. Nuestro horizonte terapéutico no da para un costado humano cuando de lo que se trata es de llevar a cabo una psicoterapia, en ese fascinante y especial modo de existir que son los problemas de ansiedad. Nuestra aportación busca a la persona real, no a la persona plástica, opaca, anónima y sin fisionomía de El tercer hombre encarnado en Harry Kime de Orson Welles. En definitiva, buscamos al personaje de El principito[1] y su mensaje: sólo se conocen las cosas que se aman. 



[1] De Saint-Exupéry, A. (1951): El principito. Ed. Emecé, B. Aires. “El principito, por ejemplo, vale mucho más que el Discurso del método, o la Crítica de la razón pura, que valen ya mucho –nos dice Carlos Díaz [2]”, a lo que nosotros añadimos: No es necesario realizar pequeñas o grandes obras para considerar la vida de una persona, solo es necesario sentirse realizado para mostrar la mirada robusta, sabia e inteligente de aquel que se sabe persona. Conocerse, comprenderse, es en sí mismo la mayor muestra de amor hacia “uno mismo”.

[2] C. Díaz: El puesto del hombre en la Filosofía contemporánea. Ed. Narcea, Madrid, 1981.





OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN (comunes a las seis partes)

1ª parte: Mundo circundante “Umwelt” 
2ª parte: Lumen naturale 
3ª parte: Stimmung 
4ª parte: Habitud 
5ª parte: Urdimbre afectiva 
6ª parte: El fleco de la conciencia

Los datos existentes en la literatura científica parecen apoyar la existencia en las personas con problemas de ansiedad y depresión de una sintomatología caracterizada por apatía, cansancio, falta de ilusión, sensación de vida inútil, en que además el paciente dice sentirse cínico, carente de dirección y desorientado. La consecuencia, a largo plazo, según nos informan, se deja ver en la aparición de un sentimiento de falta de sentido en la vida, sensación de fracaso, pudiendo llegar en el peor de los casos al suicidio o a presentar conductas desviadas tales como la drogadicción, comportamientos marginales o desviados, etc. Para aclarar estas cuestiones hemos dividido el texto en seis partes con base experimental y que desde una perspectiva ideográfica e idiosincrática arroja los siguientes resultados contractados experimentalmente:

1.     Hemos comprobado la existencia de decalage entre el “yo real” (cómo soy) y el “yo ideal” (cómo me gustaría ser) en términos autoestima o autoconcepto.

2.     Hemos comprobado la existencia de decalage entre valores conscientes (definidos como “Habitud”) e inconsciente (definidos como “Actitud”).

3.     Hemos constatado, tras el tratamiento, un cambio en la estructura mental de las personas tratadas en términos de mejora de la autoestima y reducción del decalage entre los valores conscientes e inconscientes.

4.     Hemos constatado que la mejora clínica experimentalmente observada no redunda en un mayor bienestar en aquellas personas con problemas de ansiedad y depresión que presentan a su vez comorbilidad con trastornos de la personalidad.

5.     Hemos constatado que el modelo hermenéutico utilizado mejora la comprensión del lenguaje que utiliza el paciente facilitando el proceso terapéutico.

6.     Hemos constatado que la disarmonía entre valores conscientes e inconscientes explica el modo que se le ofrece a la persona de conformar su existencia y el resultado final de esa acción. En este caso la frase bíblica: “Por sus frutos le conoceréis”[1] habría que corregirla.

7.     Hemos explicado la relación entre actitud, talante o estado de ánimo y el “si mismo” resolviendo así una vieja aspiración de Rof Carballo[2] cuando decía que era un problema tan enredado y confuso que no daba muestras de poder desenredarse, aclarar o penetrar en él.

8.     Hemos constatado la necesidad de ofrecer verdaderas soluciones para los problemas psíquicos de la personas aquejadas de Trastornos de la personalidad como uno de los retos de futuro más importantes  que tiene planteada la psicología clínica ya que no estamos ante unos trastornos más, al mismo nivel que la ansiedad o la depresión, sino que estamos ante trastornos más de fondo en la persona[3]. La presente investigación ha contrastado esta necesidad porque aunque consigamos mejorar el “si mismo” de la persona o el decalage entre los valores conscientes e inconscientes, si no mejoramos la personalidad no estamos ofreciendo verdaderas soluciones a las personas que presentan problemas de ansiedad y depresión.

9.     Es necesario que la psicología evolucione o cambie de óptica para poder enfrentarse con eficacia al problema de tratamiento de todos y cada uno de los trastornos de la personalidad, más aún si nos encontramos con pacientes con dificultades de identidad, dirección, empatía e intimidad. Pero sobre todo, esta dificultad será particularmente mayor si viene acompañada de un decalage significativo entre los valores conscientes e inconscientes.



[1] Bühler, K. (1966): Crisis de la psicología. Ed. Morata, Madrid. Bühler nos recuerda la frase bíblica, para él la personalidad es la forma de manifestarse, de dar a conocer sus frutos; por ello podemos penetrar en la estructura íntima del ser. Pero existe un problema: el de la disarmonía entre la estructura psíquica (“actitud) y el fruto (“habitud); las personas somos problemática interna, como personajes ibsenianos.

[2] Rof Carballo: Cerebro Interno y Mundo Emocional. Ed. Labor, Barcelona, 1952.

[3]Quiroga Romero, E. y Errasti Pérez, J.M. (2005): “Guía de tratamientos psicológicos eficaces para los trastornos de la personalidad”, en Pérez Álvarez, M. y col.: Guía de tratamientos psicológicos eficaces I Adultos. Ed. Pirámide, Madrid. 



Primera parte:

Mundo circundante “Umwelt”


Tu hijo se encuentra, al existir, con los otros,

 y esto, condiciona su vida para siempre.


Cualquiera que tenga hijos no podrá negar, si observa su comportamiento, el empeño que ponen “en llegar a ser”, en-llegar-a-ser-ellos-mismos. En este “llegar a ser” el futuro de nuestros hijos se siente, se intuye, va fluyendo, y con el paso del tiempo, se va haciendo manifiesto. En definitiva, está en juego su existencia.

Junto a lo anterior, nuestros hijos, también tienen la capacidad de estar y relacionarse consigo mismo, que no es otra cosa que una comunicación con su cuerpo, con lo que le rodea y con lo transcendente.

Como padres, conocemos las dificultades que nuestros hijos tendrán cuando lleguen a  mayores y comiencen a  comunicarse con el Tú, con los “Otros”(con el “Otro”).

Y sí realmente nuestro hijo  no es capaz de relacionarse adecuadamente con los demás, desarrollará dificultades para ser él mismo, y para manejar aspectos tan espirituales como la libertad, la responsabilidad, la decisión, o el amor. En definitiva, se sentirá mal consigo mismo[1].

En ese momento, el apoyo psicoterapéutico puede ser útil, ayudando a que su hijo –ya adolescente- no se desvíe del auténtico sí mismo, que sea capaz de encontrarse, y lo más importante, que no se desvíe de su tarea, la tarea personal que cada uno de nosotros, de un modo u otro tenemos que realizar. En definitiva, y volvemos a repetir, que tenga coraje para existir.

Sin embargo, es fácil que se desoriente, ya que en cada momento de su existencia se verá empujado a tomar algún tipo de decisión y sentirá miedo de equivocarse. Dudará sobre cuál es la mejor decisión. No querrá arriesgarse, tendrá miedo a fracasar, y a veces, preferirá no hacer nada, preferirá que otros decidan por él, de  este modo evitará experimentarlo como un fracaso. 

Y si esto vuelve a ocurrir, como terapeutas tendríamos que reconducir la situación, hacerle ver la importancia de ser “el mismo”, de asumir su responsabilidad. Mostrarle lo valioso de ser,  por encima de todo, quien se es, respetándose, siendo tal cual es, desarrollando su vida con significado, dotándola de sentido. Estaríamos, en definitiva, trabajando  su espíritu.

El encuentro con uno mismo en esta etapa de la vida es fundamental, de lo contrario pueden aparecer dificultades en el desarrollo de la identidad, llegando a  experimentar, lo que Laing[2]  denominó “inseguridad ontológica”. En esta situación  a su hijo le surgirían las eternas preguntas en relación con la existencia:

 

¿para qué?, ¿por qué?, ¿quién soy yo?,

¿qué tengo que hacer en la vida?


Y todo ello, independientemente del éxito social, académico o profesional que haya alcanzado en la vida, o pueda llegar a alcanzar, algo que Barcia Salorio en 1960 ya definió como “Fatiga Mental”[3] y que otros psicoterapeutas de orientación psicoanalítica (Alexander, Portis, McCulloch, Carlson) habían señalado en términos de apatía, falta de ilusión y renuncia a alcanzar la meta anhelada.

Pero esta apatía está, en ocasiones, puede estar profundamente enmascarada por lo que su hijo puede desconocerla, pudiendo creer que la actividad que desarrolla llena su vida cuando en realidad sucede lo contrario y carece de ilusión porque han renunciado a aquello que verdaderamente les llenaría, que no es otra cosa que a su propia “autenticidad” (es decir, el desarrollo de sus Valores Inconscientes), encontrándose “desconcertado”, aunque nos haga creer que su actividad real le apasiona (aquella que estaría relacionada con sus valores conscientes).

Desde que su hijo nació, y de ello han dado muestras los psicoanalistas culturalistas como K. Horney[4], se ha ido formando –sin él saberlo- una imagen ideal de sí mismo (a través de sus valores inconscientes), que es parejo a la imagen que tenemos de nuestro cuerpo, y nos informa de nuestras más profundas apetencias –siempre íntimas inaccesibles a la conciencia y, por lo tanto, no siempre confesables-. 

Desea exaltarse y glorificarse, y todo aquello que no satisfaga esta imagen ideal del “si mismo” (los valores inconscientes), creará en él un desequilibrio, una frustración –producto de asumir valores conscientes que no le son propios-,  que debe ser cuidadosamente evitada por su hijo, pero claro, para ello, habrá que hacérselo ver conscientemente.

Cuando la actividad realizada no satisface las apetencias de adaptación emocional, entre “la imagen ideal –valores inconscientes-” y “la realidad –valores conscientes-” entonces no podrá producirse una perfecta estructuración. En este momento, su hijo no podrá realizar sus valores personales (inconscientes), es decir, no podrá cumplir con su vocación (inconsciente), que no es otra cosa que el desarrollo de su vida. En definitiva, su destino, siempre deberá guiarse por los valores inconscientes no conscientes, de lo contrario, no tendremos garantías de plenitud personal, bienestar o felicidad.


Y, ¿Cómo nuestros hijos llegan a esta situación?

Von Gesbsattel[5] había señalado la importancia de indagar en el mundo de los demás y extraer los aspectos positivos para de este modo integrarlo en el suyo propio[6] -siempre de carácter inconsciente-. El aspecto negativo de la existencia, en este caso, sería únicamente adaptarse al mundo de los demás –asumiendo como válidos los valores conscientes que la sociedad ofrece-.

Fromm ha caracterizado esta respuesta adaptativa como “conformidad autoritaria”. En este caso el Yo de los valores inconscientes se diluye en las abigarradas circunstancias de la acción, el falso yo consciente se impone a los actos originales de pensar, sentir y querer que representan los motivos verdaderos del individuo y los oculta por completo.

Lo que queda del yo se siente vacío y falto de autenticidad. Fromm[7] lo expresa con las siguientes palabras:

“El individuo deja de ser él mismo y adopta enteramente el tipo de personalidad que le proponen las pautas culturales; se convierte, por tanto, en una réplica exacta de lo que son los otros y de lo que éstos esperan que sea...Este mecanismo puede compararse al colorido mimético protector de algunos animales; su aspecto es tan parecido a su entorno que apenas se distingue de él”.

La relación del texto de Fromm con los valores conscientes-inconscientes -demostrada experimentalmente por nosotros-, es estrecha. Aquí se pone de manifiesto la disarmonía ente “cómo soy –v. Conscientes-” y “cómo me gustaría ser –v. Inconscientes-”.

Para Brautingam[8] ”El hombre es siempre un individuo vinculado a un semejante”, a lo que Laín Entralgo[9] añade, que antes de tomar conciencia de su propia existencia, ya tiene consciencia de la existencia del “Otro”.

La vinculación con los otros, no es algo que sólo le afectará en la infancia, sino que será decisiva en las relaciones adultas posteriores. Relaciones de las que le será imposible prescindir, y que como enseñó M. Buber lo que siempre hallaremos en lo más íntimo de su ser, es el deseo de convivencia, y  la necesidad de ser “confirmado por el otro en lo que él es en sí mismo, y en lo que puede llegar a ser”[10] . Pero claro, esto dependerá de que asuma y defienda como propios sus valores inconscientes frente a los valores que conscientemente vemos que manejan los demás.

Pero si en esta necesidad de ser confirmado por el otro, solo nos quedamos con el aspecto negativo –copiar los valores de los demás y no desarrollar los propios-, sólo conseguiremos un desarrollo aparente. En lugar de convertirnos en personas autónomas o seres originales –mediante nuestros valores inconscientes-. De este modo su hijo, sin saberlo, irá empobreciéndose en una existencia vacía, de fachada, y agotándose en la máscara adquirida –aquella que le ofrecen los demás-.

Y esta mala estructuración entre la imagen “ideal –valores inconscientes-” y la “real –valores conscientes-” que está desarrollando su hijo, esta apatía que hace que no pueda mantener el interés, la ilusión, el entusiasmo por “esa cosa al parecer tan sencilla que se llama vivir”[11] , es como dice Rof Carballo[12] “tan biológico, tan elementalmente biológico, como la regulación de la glucemia o la existencia de suprarrenales”.

Porque de la misma forma, que  Von Uexkuell, nos mostró que el animal se encuentra estructurado en su “mundo circundante”[13], el muchacho sin proponérselo, abandonará su mundo  propio inconsciente, está abandonando su propio “circulo de existencia biológica –en el sentido del inconsciente (el subrayado es nuestro)-”, ya que su hijo como todos nuestros hijos, antes que nada, “existen como proyecto inconsciente”.

 


[1] Para Von Gebsattell (Antropología médica. Ed. Rialp, Madrid, 1966), la angustia derivada de la  posibilidad de poder fracasar en llegar a ser nosotros mismos, la encubriremos bajo formas diversas como: el temor al destino, a la ruina, al fracaso profesional, o social, etc. Cuando la angustia no puede manifestarse en su sentido real, toma la imagen de temor y desplaza su verdadero sentido desorbitando las amenazas de la vida cotidiana.

[2] Laing, R. D. (1966): Inseguridad ontológica.  En R. Laing: El yo dividido. Ed. F.C.E. México.

[3] Barcia Salorio, D. (1960) : La Fatiga Mental. Medicina Española. Tomo XLIV 260 397-407.

[4] Horney, H. (1973): Neurosis y Madurez. Ed. Psique, B. Aires.

[5] Von Gebsattel: Antropología Médica. Op. cit.

[6] El concepto de integración podría compararse en este caso, con la cultura árabe, de cómo integrando elementos artísticos de otras culturas desarrollan el suyo propio.

[7] Fromm, E. (1980): El miedo a la libertad. Ed. Paidós. Barcelona

[8] Brautingam, W. (1964): La psicoterapia en su aspecto antropológico. Ed. Gredos, Madrid.

[9] Laín Entralgo, P. (1983): Teoría y realidad del otro. Ed. Alianza, Madrid.

[10] Buber, M. (1979): ¿Qué es el hombre? Ed. F. C. E. Madrid.

[11] Barcia Salorio, D.: Fatiga mental. Op. cit.

[12] Rof Carballo, J. (1952): Cerebro interno y mundo emocional. Ed. Labor, Barcelona.

[13] Von Uexküll; J. (1925): Cartas biológicas a una dama. Revista de Occidente. Madrid. Nos enseñó con su concepto de “Umwelt” (“mundo circundante”) es que cada especie animal “crea un mundo”, por medio de sus sentidos, por ejemplo, para la ostra jacobea, el mundo queda reducido a cambios de pH de su medio, ya que sólo a ellos responde. Las otras condiciones físicas, como la presión, la luz, etc., no existen para ella. Sabemos también que hay onda ultravioletas e infrarrojas, pero para el hombre –el ojo del hombre- únicamente existen las ondas que forman la luz. Si imaginamos que todos los hombres se vuelven sordos, desaparecería entonces el ruido. Con estos ejemplos, lo que se pretende decir, es que existen las cosas de una doble manera. Tienen una existencia real, independientemente de los seres vivos y otra en cuanto son captadas por cada especie. Y precisamente el hombre no se agota en sus sentidos. El hombre tiene imaginación, pensamiento, lenguaje, etc. El hombre tiene, principalmente, un mundo cultural. Por lo tanto, las cosas existen porque existe el hombre, pero además el hombre existe como proyecto que crea y desarrolla a través de sus valores inconscientes.


Juan José Regadera. Murcia, 2002

        

        

Hasta pronto


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