Soledad vocacional. Psicoterapia humanística y existencial

 


Psicoterapia humanística y existencial: 
Soledad vocacional o aislamiento existencial

1. Introducción

A solas, habitando en un lugar donde reina la ansiedad, la depresión o la manía, los problemas de personalidad, las alucinaciones o el delirio, la persona es poco consciente de cuál es el grado de su sufrimiento. Tampoco es consciente de su nivel de soledad. 

Hay algo más que el propio sufrimiento en la persona que padece ansiedad, depresión, alucinaciones o delirios, y ese algo, es su soledad. 

El síntoma (psiquiátrico o psicológico) permite que la soledad se ubique en otro sitio. Pero esta ocurrente solución, no es ni mejor ni peor, es, simplemente un modo de distraer este sentimiento. 
En estos casos, los psicofármacos ayudan, y ayudan mucho, sobre todo los denominados “tranquilizantes mayores” como son los neurolépticos, pero hay un espacio donde la química no llega, y ese espacio, el más profundo del mapa personal, es, volvemos a repetir, la soledad. 

Allí, a la soledad, nada ni nadie puede llegar (como tampoco llegaría, la pareja, el entorno familiar, los amigos, las drogas, el alcohol, los tranquilizantes, etc.), sólo llega uno mismo y por sí mismo, y es a través del acto de la propia creación. Es decir, haciendo algo propio y original, en definitiva, poniéndonos manos a la obra con calma y tesón. 

Este acto de creación, o modo de obrar, lo que la psicología moderna denomina “autorrealización” -en el sentido de Maslow- y nosotros vocación, es el ingrediente más extraño y misterioso que encierra la persona. 

Por un lado, somos libres –no tenemos por fuerza que hacer nada-, sin embargo, ante esta libertad se alza siempre algo con un carácter de necesidad, como diciéndonos, poder puedes ser lo que quieras, pero si quieres dejar de sentirte solo, tendrás que ser de una determinada manera. Por tanto, decidirse, elegir, la forma concreta de creación personal, es la cuestión. 

Visto así, la soledad existencial, y no el enclaustramiento*, será el mejor remedio contra un gran número de criterios diagnósticos (al menos los más sencillos, como son la ansiedad y la depresión). Pero claro, la soledad, como tantas otras cosas que importan, hay que aprehenderla. Y para su aprendizaje es necesario dar respuesta a la pregunta de Descartes: 

Quod vitae sectabor iter?
¿Qué camino debo seguir? 

Y este camino, que llamaremos “soledad vocacional”, se convertirá en la “autentica” finalidad de nuestro vivir, ya que tiene que ser elegido, y esto, a lo que estamos obligados a elegir, es la creación, nos guste o no, podamos o no, de nuestra existencia personal. 

2. Hechos 

El manual de Trastornos Mentales y del Comportamiento CIE 10, no recoge dentro de su nomenclatura una categoría que represente el concepto de soledad o aislamiento; por su parte, el Manual Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5, recoge dentro del apartado “Otros problemas relacionados con el entorno social”, el código V60.3(Z60.2): Problema relacionado con vivir solo. Esta categoría se debe utilizar cuando un problema relacionado con el hecho de vivir solo es el objeto de la atención clínica o tiene algún impacto sobre el tratamiento o el pronóstico de la persona. Son ejemplos de este tipo de problemas los sentimientos crónicos de soledad, aislamiento y carencia de una estructura que realice las tareas de la vida diaria (p. ej., horarios irregulares de comida y sueño, irregularidad en las tareas de mantenimiento del hogar). 

Como podemos apreciar, no es este el tipo de soledad al que aquí hacemos referencia, y, por lo tanto, podemos concluir, que las nomenclaturas internacionales (DSM-5 y CIE 10) no recogen este aspecto o visión antropológica de la psicopatología que nosotros compartimos. Esto es, que la vida de cada uno de nosotros es un quehacer, pero no un quehacer cualquiera, sino justamente un hacer lo que cada uno debe hacer. Y que, entre los muchos quehaceres posibles, la persona tiene que acertar con el suyo y resolverlo certero, entre lo que se puede hacer –que puede ser cualquier cosa- por lo que hay que hacer –en el sentido de original-. Y que aquel que no lo consiga, experimentará un sentimiento profundo e intenso de soledad personal, porque sentirá la desagradable sensación de no sentirse acompañado de sí mismo en el camino que, inevitablemente, tiene que recorrer. 

3. El problema insoluble de la soledad 

Dios para sobreponerse a su insoluble soledad, es presentado en el segundo relato de la creación del hombre (Génesis 2, 4b-25), después de los cinco primeros infatigables días que le llevó la creación del mundo, como un alfarero que modela en un torno el cuerpo del primer hombre con arcilla, en su justo grado de humedad para poder ser trabajada. No satisfecho con el producto final de su obra (paraíso, Adán, Eva), en sucesivos pasajes del Génesis, Dios se verá obligado a desarrollar otras creaciones como consecuencia del pecado de Adán, que trasmitió a toda la posteridad, y la pérdida de privilegios recibidos gratuitamente por Dios, que hacían de él un hombre ideal.

Con este clásico y adaptado relato del Génesis, queremos destacar que en la medida que uno es responsable de la propia vida, uno está solo.

Y que esta responsabilidad, no es mitigada por la familia, la religión, la solidaridad, el amor, o la sexualidad. Nada es suficiente para diluir el sentimiento de profunda soledad inherente al acto de la propia creación entendida como auténtica vocación. Vocación concreta, individual, autónoma, original e integral, que es la vida de cada uno, no para el esquema social que es adaptarse al mundo de los demás fantaseando otras vidas, lo cual no es una fantasía creadora, sino puramente reproductiva. 

El desasosiego derivado de la creación de uno mismo, tiene la connotación profunda e inquietante de la soledad. Y esta abrumadora soledad, no social, sino soledad existencial, que es aún mucho más profunda, es la soledad de estar separado del mundo tal y como uno lo experimenta por la responsabilidad de hacer las cosas “por uno mismo”. 

4. Remedios contra la soledad 

Saber quedarse solo consigo mismo y ensimismarse, para después transcenderse, es una de las facetas humanas más difíciles, y a la vez necesarias. Las pasiones, los apetitos, los intereses gritan con más fuerza que la propia voz interior. Por ello, cuando la soledad derivada de la no realización de la vocación personal sea dolorosa, se debe acudir a la reflexión psicoterapéutica. A través del encuentro con el psicólogo, se puede ir analizando lo que ha sido la vida y lo que ha debido ser. En definitiva, ir analizando los instantes de la vida (presente, pasado y futuro) para encontrar la unidad en el instante vivido. 

Cuando cogemos la unidad en el instante vivido (la unidad de las tres dimensiones del tiempo) llenamos la soledad porque, precisamente, y, en ese momento, estamos creando algo. Es decir, estamos llenándonos de sentido, y, es entonces, cuando nos sentimos acompañados. 

No importa que el sentido se lo demos a las cosas, a las plantas, a los animales o a otras personas. Lo que importa, es que no estamos esperando a mañana para ponernos manos a la obra, sino que hemos encontrado esa unidad en el instante vivido, la hemos cogido y la estamos llenando con nuestra creación, atenuando así el vacío de la soledad. 

La soledad así entendida, permite la armonía de nuestra vida porque hace posible la unicidad como persona. 

El psicoterapeuta facilitará y acompañará en ese esfuerzo que la persona tiene que hacer, para que en la medida de lo posible pueda aproximarse a lo que debería ser su proyecto de “soledad vocacional”. 

5. Conclusión 

Lo que venimos a proponer es que hay identidad entre “la soledad y la vocación”, y que la unión de ambas es en sí salud, porque estar sano es hacer lo que se debe hacer, y esto únicamente, se encuentra en nuestro interior. 

Soledad, vocación y salud se aproximan hasta casi identificarse. De aquí surge la expresión: “¡qué bello es vivir!”, y no tanto, por el gozo y el disfrute contemplativo de la propia vida, o de la visión de la vida de los demás, sino por la entrega y la generosidad hacia los demás derivada de autoconocimiento y el descubrimiento del sí mismo vocacional. 

Hasta aquí, podemos inferir que uno de los mayores orígenes del sufrimiento de las personas es la “soledad vocacional”; y que nuestro deseo ha sido estimular la reflexión sobre uno de los mayores bienes de la humanidad, encontrar el verdadero sí mismo, el self, sin copiar el de los demás. 

Cuando soledad y proyecto personal se encuentran y coinciden, se produce una línea de existencia feliz o relativamente feliz. Cuando las líneas de la soledad y la vocación se diluyen, la vida es ampliamente inauténtica, y la persona se divide en dos: el que tenía que ser y el que resulta siendo. Esta dislocación se manifiesta en forma de dolor, angustia, enojo, mal humor, vacío. 

Que la persona aprenda a vivir con su soledad, es la máxima expresión de belleza interior, un peculiar modo de crear mundo y a sí mismo. 

*Nota: el enclaustramiento, a diferencia del aislamiento interpersonal o soledad, es un trastorno de la actividad que consiste en el rechazo de la persona en participar en la vida social, lo cual se objetiva en un estrechamiento del campo de su existencia a una porción de espacio muy limitada y cerrada. Tanto el enclaustramiento activo (como la edificación de barreras materiales y arquitectónicas), como el enclaustramiento pasivo (cuando la barrera material está poco o mal organizada y las relaciones con el mundo son vistas por la persona bajo el signo de la desgana o de la indiferencia), son siempre un síntoma importante que traduce una perturbación grave y profunda de la actividad mental que precisa urgentemente atención psicológica o psiquiátrica.


Juan José Regadera. Murcia, 1998

           


Hasta pronto

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