Autoestima (entrenamiento). Psicología de la personalidad

 


Personalidad. Autoestima (entrenamiento)

Lo que viene a continuación es una experiencia íntima, es lo que sientes y piensas sobre ti mismo:

¿Te has preguntado alguna vez dónde buscas la autoestima?

Cuando miras tu fotografía, ¿te sientes satisfecho?, ¿te miras con cariño? ¿encuentras aspectos buenos en ti?

 ¿Puedo contar contigo para hacer un anuncio publicitario de la consulta?

Mira en tu interior y dime por qué no quieres salir en la foto, ¿a caso, tus defectos son definitivos?, ¿no estás luchando para cambiarlos?

Y si hay cosas que no puedes cambiar, entonces, ¿qué actitud vas a tomar para poder convivir con ellas?

Queremos que escribas una carta muy personal, dirigida a tu psicólogo, y la mandes por correo. Necesitamos de ti lo siguiente:

1.    Que utilices los conocimientos que has aprendido con las entregas de “psicoterapia existencial” de Yalom, describiéndonos, cuáles son los cambios que estás dispuesto/a a realizar para mejorar tu autoestima.

2.    Que nos describas que has encontrado en ti de positivo a lo largo de estas últimas sesiones, una vez que has reflexionado sobre las bases fundamentales de la existencia. Dinos que te hace ser único. Puedes utilizar palabras de cariño si lo deseas, no te cortes.

3.    Describe cuál ha sido el mayor error que has cometido durante la terapia, tanto la individual como la de grupo. Todos en ocasiones nos equivocamos, así que, prémiate por ello reforzando tu sentido de dignidad, a pesar de que consideres inapropiada tu conducta y cuéntalo. Hazlo, sobre todo, si después de ser consciente de la equivocación, has intentado dañarte.

4.    Describe qué acontecimientos de los vividos hasta ahora no has conseguido perdonarte, en qué situación de las ya pasadas, no has sido compresivo contigo mismo y por la que aún sigues lastimándote.

5.     Por último, escribe qué actitud vas a tomar para poder convivir contigo mismo.

¿Me permitirás ahora que haga publicidad contigo?

Yo, quiero ser famoso para ti, tu para mi ya lo eres, recuerda que te bauticé como “alción”, según cuenta la leyenda, anidas en los días de calma, entre las tormentas, como un signo de nueva vida. Ortega tomaría tu cambio de actitud como el símbolo de la serenidad y la fecundidad; de la jovialidad también, algo que Ortega calificaría de “alciónica”, indicando con ello, el aire de fiesta y juego que acompaña a las grandes creaciones.

 ¿Acaso no es algo grande que estés hoy aquí?

No queremos que te rindas ante las dificultades del cambio, tampoco que te entregues con demasiado entusiasmo; tan sólo te pedimos que, después del esfuerzo existencialista realizado a lo largo de nuestras largas sesiones, te dispongas a una calma reflexiva sobre ti mismo, para ver las cosas como es debido, sin negarlas por el resentimiento de lo ya vivido, ni deformarlas por la emoción de lo que aún no ha sido. 

En un temprano escrito de l909, al hacerse cargo Ortega de una crítica de Goethe al “anarquismo espiritual” leemos:

“vivir según capricho es de plebeyo 
el noble aspira a ordenación y a ley”


¿Tienes voluntad de cambio?, ¿la tienes? 
¿Vas a aventurarte a la vida, a vivirla como un experimento?, ¿vas a inventarte a ti mismo? 
¿Estás dispuesto a gozar de la existencia deportivamente? 

Entonces, acomódate. Vamos a dar la clase:

Hoy trataremos sobre el aprecio y el respeto por uno mismo, de cómo aceptar nuestras limitaciones, de nuestros deseos de mejora, de cómo esforzarnos sin angustiarnos. De cómo querer y aceptar tus pensamientos y sentimientos. De aprender a mirarse con amor y con humor. De saber cuidarse y atenderse en lo físico, en lo psíquico e intelectual. De cómo vivir y conocer tu mundo interior y, en definitiva, de cómo relacionarnos con los demás y respetar a quienes nos rodean.

La autoestima es una experiencia íntima, personal e intransferible. Es lo que yo pienso sobre mí mismo, no es lo que otros piensan o sienten sobre mí. Desgraciadamente la mayor parte de vosotros, aquellos que os aferráis a un salvador, buscáis la autoestima en todas partes menos en vosotros mismos, que es donde realmente se encuentra, y claro, ya sabéis, el impuesto que pagáis es el de la soledad y el de la insatisfacción permanente:

“Si yo tuviera... me sentiría bien”; “Si me quisiera... sería feliz”; 
“Si supiera... lograría reconocimiento”. 

Si buscamos la autoestima fuera de nosotros nunca la encontraremos. Podremos, eso sí, conseguir cierta comodidad o satisfacción inmediata, pero no duradera:

¿Acaso no hemos reflexionado, junto con Ángela, Rocío, Adriana, Raquel, Manuel... sobre las consecuencias de necesitar un salvador, cuando éste forma parte de tu relación sentimental o amorosa?

¿No es cierto que trataron ingenuamente de buscar autoestima dentro de su relación de pareja, pero no dentro de ellas mismas?

La persona con autoestima se cuida, se conoce íntimamente y se relaciona con los demás sin humillarse ni doblegarse innecesariamente. ¿Hay alguna manera de saber cuál es mi autoestima?, ¿existen posibilidades de mejorarla?:

Las personas con autoestima adecuada creen en determinados valores, tienen las riendas de su vida, viven el presente, resuelven problemas, se perciben como iguales a otros, se valoran así mismos y a los demás, colaboran, no son serviles, poseen autoconocimiento, disfrutan de diversas actividades, respetan a los demás, a la sociedad y a sus normas. Son, en definitiva, personas asertivas.

Los que practican el arte de amargarse y arruinar su vida, se desvalorizan continuamente, son hipersensibles a las críticas, incapaces de tomar decisiones, se sienten obligados a complacer a todos, tienden a se perfeccionistas y obsesivos, se hacen autorreproches y todo les desagrada y les irrita. Son personas con poca autoestima y probablemente pasivo-agresivas.

¿Quieres mejorar tu autoestima? Entonces, debes de hacer lo siguiente:

Prémiate, perdónate, descúbrete a ti mismo, no desprecies los halagos ni la atención que te brinden los demás, siempre que sean sinceros. La mayor parte de nuestra educación, tanto social como familiar, se ha basado en extinguir el egoísmo, que en muchas ocasiones es un aspecto sano de nosotros mismos, potenciando, en su lugar, la obediencia y la sumisión. Según este estilo educativo, ser egoísta es lo mismo que ser malo y despreciable, la bondad y la virtud estarían identificadas como modos de satisfacer las necesidades ajenas, pero no como medios de honrar las necesidades propias.

Tenemos que ser razonablemente egoístas, esto no conlleva despreciar ni maltratar a nuestros semejantes. Quiérete, estímate, preocúpate por tus propios intereses, éste es, en definitiva, el camino para el equilibrio y la salud mental.

Todos contribuimos a desarrollar la autoestima de los demás, respetando el saludo, al escuchar, al intervenir en un diálogo, respetando las emociones y pensamientos ajenos, aunque no los compartamos. Evitando la compasión hacia el otro, sin caer en la trampa de la lástima ya que las consecuencias de nuestros actos recaen tarde o temprano sobre nosotros mismos.

 Es bueno recordar el viejo aforismo:

“El que siembra vientos, recoge tempestades”, por eso:

1.     Cuando en nuestras relaciones con los demás emitimos juicios o colocamos etiquetas, todo ello no cae en saco roto. Debemos prestar exquisita atención a lo que se dice.

2.     No estamos todos igual de capacitados para todo. Hay cosas que hacemos mejor que otras. Es conveniente que las personas experimenten el éxito y nos cuesta poco favorecerlo. Refuerza las conductas positivas de los demás.

3.     Resulta siempre agradable y útil escuchar palabras de aliento y afecto. No te escudes en que el otro ya sabe que le queremos, que le tenemos afecto o admiración. Díselo, es importante escucharlo.

4.  Lo que para nosotros es irrelevante y banal, puede ser muy importante e incluso llegar a convertirse en un grave problema para los otros. Tenlo en cuenta y atiéndele.

5.     No te exijas ni exijas a los demás más de lo que pueden dar. Intenta conocer tus “aptitudes” y “actitudes” propias y de tus semejantes y pídete y pídeles responsabilidades en concordancia con ellas.

6.  No es lo mismo decir: “Esto lo has hecho mal” que decir “eres malo”. En el primer caso, se critica al hecho, nada que objetar. En el segundo caso, se desvaloriza a la persona, grave equivocación.

7.     Aunque dijimos en la entrega anterior que tienes derecho a cambiar de parecer, es conveniente ser consecuente y no cambiar cada día de criterio, ya que el que escucha no sabrá a qué atenerse y crearás desconcierto en tu entorno.

8.  Evita transmitir a los que te rodean tus propios miedos y angustias. No los limites ni atemorices.

9.     Todos somos diferentes sin que ello implique nada positivo ni tampoco negativo. No hay razón para que nos gusten a todos las mismas cosas, sé tolerante. Permite elegir.

10.  No hagas aquellas cosas que sean responsabilidad y trabajo de otros. No les ayudes, ya que les impedirás crecer y madurar. Evita sobreproteger.

¿Por qué es tan importante favorecer la autoestima? Lo es porque de la actitud que mantengamos respecto a ella dependerá el desarrollo de nuestra identidad, la realización de nuestra personalidad y el logro de nuestra felicidad. La autoestima no solo condiciona nuestra actitud hacia los demás, sino que desempeña un papel esencial en nuestro rendimiento académico favoreciendo la atención y la concentración, también nos influye en la forma de percibir, interpretar y evaluar nuestro mundo y el de los demás, según la opinión que tengamos de nuestra autoestima podremos o no, con mayor o menor fuerza, enfrentarnos a las desafíos que la vida nos presente, afrontaremos mejor los fracasos y los problemas, y lo más importante, a través de ella  favoreceremos nuestra motivación, y contribuirá a una mayor toma de decisiones, e influirá en nuestras elecciones y en nuestros planes de actuación futuros.

A la larga sólo es constante y responsable el que tiene confianza en sí mismo, el que cree en su aptitud. También desarrollaremos la creatividad, la confianza en sí, potenciaremos nuestra originalidad y estimularemos nuestras capacidades. Nos ayudará a ser autónomos, a sentirnos más seguros y a gusto con nosotros mismos. Incrementaremos nuestra vida con los demás y nos aportará confianza hacia el futuro, ya que nos impulsará hacia delante.

A medida que más positiva sea nuestra autoestima más preparados estaremos para afrontar adversidades y resistir frustraciones, y más competentes, valiosos y capaces nos sentiremos. No será necesario que estemos a la defensiva o echar mano de pensamientos negativos o de ideas irracionales. En definitiva, no nos sentiremos, como dijo el poeta, A. E. Housman:

extraños y asustados en un mundo que nunca hicimos

Tampoco necesitaremos fingir ser de otra manera. Soy como soy y me acepto así, sin que ello suponga ser una persona mediocre. En el caso de que no consiga lo que persigo en el momento que lo he pretendido, tampoco ocurrirá nada, ya que lo seguiré intentando centrándome más en las cosas positivas que aún me quedan por realizar que en lo negativo.

Sentirme con baja autoestima significa que no puedo afrontar los desafíos de la existencia (la muerte, el aislamiento, la responsabilidad y el sentido a la vida) y no que esté equivocado con respecto a tal o cual tema, sino que estoy equivocado como persona. Puedo incluso alcanzar el “éxito” sin haber logrado una autoestima positiva, pero ello conlleva el estar condenado a sentirme como un impostor que espera con angustia que lo descubran. Incluso, puedo ser adorado por millones de personas, pero despertar cada mañana con una deprimente sensación de fraude y de vacío. Puedo ser amado por vosotros, por mi familia y, sin embargo, no me amaré a mí mismo. Puedo, en definitiva, proyectar una imagen de seguridad y aplomo que engañe a todo el mundo y temblar en silencio porque me siento inútil.

A lo largo de las entregas anteriores hemos comprobado que esto es tan grave, que pronto nos ponemos a la defensiva contra todo y contra todos, apareciendo de inmediato sentimientos negativos que nos martillean con ideas obsesivas (los antídotos), con ideas erróneas (nuestra forma de interpretarnos), y nos prestamos a representar papeles que no corresponden a la realidad que somos, que vivimos y que sentimos en nuestro interior. En consecuencia, el crecimiento personal queda bloqueado por mecanismos que nos hacen consumirnos, manteniendo, además, una actitud egocéntrica y tremendamente inmadura ante la vida. 

Ni el aplauso de los demás, ni el conocimiento, ni la destreza, ni las posesiones materiales, ni el matrimonio, ni los hijos, ni las obras de caridad, ni las conquistas sexuales, ni la cirugía estética pueden darme lo que no encuentro dentro de mí mismo. Tal vez, me sentiré mejor, seguro que sí, pero por poco tiempo, podré sentirme más cómodo, eso si, pero no más feliz.

Todos en el fondo nos hacemos la misma pregunta: ¿quién soy yo realmente?, ¿cómo puedo entrar en contacto conmigo mismo, ir más allá de mi comportamiento superficial?, ¿cómo puedo convertirme en mí? El concepto que tenemos de nosotros mismos modela nuestro destino, según la visión que tenga de mí, haré mis elecciones y tomaré mis decisiones y, por lo tanto, moldearé el tipo de vida que quiero llevar.

Algunos de vosotros, los más adelantados en terapia, no mostráis ninguna queja en particular (habéis consumido vuestros antídotos), sino más bien una sensación de insatisfacción general, la sensación de que “la vida debe ser algo más que esto”.

Habéis caminado a través de un sendero que os ha conducido hasta la cima de una montaña, a medida que subíais la montaña todos vuestros miedos, dudas e inseguridades de tu vida cotidiana parecían desaparecer, como si fueran un exceso de equipaje que ya no necesitas. Cuanto más has ascendido, más libre te has sentido, y una vez en la cima te has dado cuenta de que no pasa nada, de que tienes la mente más despejada, te sientes fuerte, más segura de ti misma y cuando estás apenas a unos pasos de la cima, te detienes y contemplas el mundo. La sensación es estupenda, parece que ya no existen las inseguridades, sin embargo, das la vuelta y comienzas a bajar de nuevo.

M.ª José, ¿A que por unos instantes te has sentido tu misma?, pero te has sentido sola y un poco asustada. Seguramente has escuchado, tal vez, la voz de tu madre o de tu padre que te decía:

“Hija, este no es tu lugar”

Por un momento te has sentido realmente libre, capaz de hacer cualquier cosa. Sabías que nada te detendría, salvo tú misma. Fue casi como estar embriagada, pero una embriaguez que no te apartaba de la realidad, fue, más bien, un aumento de la visión. ¿Tal vez, M.ª José, subir más alto podría significar ir en contra de tu madre o de tu padre?, ¿contradecir la opinión que ellos tiene de las cosas?  Tal vez si.

Y, visto de este modo, parece una decisión difícil, permanecer más tiempo en la cima de la montaña, ¿cierto? Porque claro, ¿puedes gustarte a ti misma si no le gustas a tus padres? Parece que no tiene por qué, ¿verdad? A lo mejor, tu madre o tu padre aprenden de ti. A lo mejor, ellos se adaptan a ti, en lugar de ser tú quien se adapte a ellos.

Y ahora te pregunto a ti, Paco:

¿Has pensado alguna vez en que casi todos los viajes con iniciativa empiezan cuando el héroe deja su hogar, cortando el lazo que lo une, como una fuerza de gravitación, a su familia?

Y ahora os pregunto a todos:

¿Qué sucede, os da miedo convertiros en vuestro padre o en vuestra madre? ¿Os asusta conocer vuestros sentimientos, deseos pensamientos y aptitudes? ¿Os asusta individualizaros? ¿Necesitáis embarcaros en un viaje para romper vuestras ataduras familiares, aquellas que os impiden crecer y madurar?

Necesitas conocer que tu vida te pertenece y que, si hay algo que deseas de verdad, ¿por qué no vas a tratar de conseguirlo? La mayoría de vosotros creéis que la aprobación de vuestros padres es necesaria para el bienestar y para vuestro propio respeto. Sin embargo, se trata de un valor falso, necesitáis tomar la vida con vuestras propias manos, rectificando las veces que sea necesario según vuestro propio juicio, o si no, preguntar a Paco.

A veces, algunos clientes nos han confesado:

“Para mí no es fácil enamorarme o dar amor, porque en mi interior no me siento digno de ser amado”

“Sé que me acuesto con demasiados hombres. Durante unos minutos, cuando me seducen, siento que soy importante para alguien, que tengo un valor. Pero es un autoengaño, lo sé. Después me siento más sola y me desprecio más que antes, lo cual me lleva a buscar otros hombres. Pero, ¿cómo puedo encontrar una salida?, ¿cómo detenerme?, ¿cómo he de aprender a quererme?”

El gran psicólogo humanista Maslow considera que cada uno de nosotros tiene una naturaleza buena o por lo menos neutral y que, por lo tanto, sería mucho más conveniente sacarla a la luz y cultivarla que inhibirla y acallarla. Ahora bien, esta tendencia natural a ser buenos es débil y fácil de derrotar por las presiones sociales, los hábitos y las actitudes erróneas.

Para establecer una base sólida sobre la que cimentar la autoestima, necesitamos fortalecer el autoconcepto y la autoaceptación. El autoconcepto es la imagen que una persona tiene acerca de sí misma y de su mundo personal. Según Rogers las experiencias previas que hemos mantenido con los demás, y los testimonios de ciertas personas que han ocupado un papel importante en nuestras vidas, nos ayudarían a establecer el concepto de nosotros mismos. Es decir, no existiría autoconcepto que no haya pasado antes por los demás, especialmente por los padres, educadores y amigos. Pongamos un ejemplo:

 el autoconcepto de Rocío estaría construido por:

. las ideas, imágenes y creencias que ella tiene de sí misma.

. por las imágenes que los demás tenemos de ella.

. por las imágenes de cómo cree Rocío que debería ser.

. por las imágenes que Rocío tiene de cómo le gustaría ser.

En su infancia y en su adolescencia Rocío tenía un autoconcepto especialmente condicionado por su imagen corporal. Su imagen corporal siempre ha sido importante para ella, todos sabemos que la primera impresión es la que cuenta, y así nos consta, pero para Rocío lo fue mucho más en la adolescencia. El crecimiento desproporcionado de ciertas partes de su cuerpo, las espinillas y la ansiedad generada por el cambio que experimentó se vio reforzada por los medios de comunicación que presentaban un cierto ideal físico de la mujer, necesario para triunfar en la vida.

Sin embargo, en esta ocasión, las personas que más debían ayudarla a que se aceptara a sí misma (sus educadores), a que tuviese en cuenta que no existía un cuerpo ideal, y sobre todo, a que no apoyara su personalidad sobre el aspecto corporal, no lo consiguieron, e Rocío fue lenta y pausadamente desarrollando un sentimiento de inferioridad y un gran bloqueo en su relación social, atenuado, en su caso, por la gran cantidad de antídotos obsesivos utilizados y su apego al seno familiar que le proporcionaba otro de los mecanismos de defensa más valiosos para ella, la figura del salvador.

Rocío nunca se ha aceptado como es, renunció desde niña a la premisa fundamental de la autoestima, la aceptación, y al vehículo de la autorrealización, llegar a ser. Sin embargo, ¿acaso el tren ya ha pasado para ella? Creemos que no, tan solo necesita tener la sinceridad, la valentía y la lucidez de esforzarse en gustarse a sí misma, tal vez así consiga cimentar los pilares de una vida sana, para ello, deberá luchar contra su vanidad, su orgullo y la soberbia de seguir culpando a los demás o a las circunstancias. ¡Anímate amiga, y deja de autocompadecerte!, recordando las palabras de Yalom y, sobre todo, llevando a cabo los ejercicios con coraje y arrojo. Debes reflexionar sobre los fundamentos de la existencia, pero en actitud generosa contigo misma.

Aquel de vosotros que se acepte a sí mismo, y reconozca ante nosotros sus cualidades, nos hará partícipes de su propio valor, afirmará su propia dignidad y sentirá que posee un yo del que no tendrá que avergonzarse ni ocultarse. Admitirá con serenidad que no es perfecto, que la mayoría de sus sueños y fantasías nunca llegarán a ser totalmente realidad, pero que eso no le importará, ni le infravalorará. Quién así se sienta experimentará la necesidad de la autorrealización, como si de una necesidad de crecimiento se tratase que según Maslow no es un estado de nuestro organismo (como el hambre) que debe ser satisfecho de forma periódica, sino un proceso a lo largo del cual, la persona se esfuerza en desarrollar sus capacidades. Un proceso que dura toda una vida.

Vosotros ansiáis encontrar y dar sentido a vuestra vida, esto, como ya definimos en los textos sobre el sentido de la vida, supone orientarse por ideales y valores coherentes, que a lo largo de vuestras vidas estaréis dispuestos a encarnar y a defender.

¿Cuántas veces me habéis escuchado hablar de la autenticidad? Es precisamente a través de la autenticidad como llegareis a ser vosotros mismos, a no ocultaros ante la mirada de los demás, a no infravaloraros, a desear vuestra verdad y vuestra realidad, por muy radical que esta nos resulte, como nos decía Ortega.

Rocío, continúa presentando tu verdadero rostro, exprésate realmente como eres y di lo que sientas. Deja que te conozcamos tal y como eres, sin miedo a ser condenada –aquí nadie lo hará-. A todos nos has dado un ejemplo formidable de autenticidad que resultará muy beneficioso para aclarar, consolidar y madurar aquellos sentimientos de identidad de aquellas personas que desean de veras desarrollar su autoestima.

¿Cuántos de vosotros se relaciona a partir de un rostro ficticio que no es el suyo, cuántos representáis un papel, os movéis tras una máscara? No sabemos bien como sucede, si es a través de sutiles matices de la voz, la expresión, los gestos, el tono o en las vibraciones que transmitimos con nuestra presencia, pero lo cierto es, que la falta de autenticidad es percibida por los demás, aunque ésta sea a nivel insconciente, contaminando la comunicación, envenenándola y perjudicándola.

El único camino conocido para el buen desarrollo de nuestra identidad es la autenticidad, lo cierto, es que no podemos cambiar, no podemos dejar de ser lo que somos, mientras no nos aceptemos como somos. Ser auténtico aporta a nuestras relaciones un aire real, atractivo y significativo, pero lo más importante para nosotros, es que ser auténtico inspira confianza, y esto, porque somos transparentes, porque se nos ve venir, porque con nosotros no hay que estar al acecho, adivinando detrás de nuestras palabras una segunda intención. ¿Acaso no os agobia tener que estar adivinando las segundas intenciones de los demás?, ¿no os suscita eso desconfianza y recelo? Nosotros, como psicólogos, sólo cuando sentimos verdadera confianza, seguridad interior y bienestar hondo, experimentamos la relación que mantenemos en consulta como fecunda. Muchos de los que estáis aquí seguro que así lo siente.

Estuvimos trabajando, hace ya varias semanas, sobre las personas que necesitan un salvador y los que buscan destacar o individualizarse, en aquel momento, no aportamos ninguna solución que resolviese el dilema, ahora la daremos:

¿Cómo puedo renunciar a mi salvador o cómo puedo abandonar mi actitud o mi empeño en destacar, aún sabiendo que en el fondo persigo que me quieran y me cuiden?

Siendo auténtico

¿Cuántos de vosotros ha escuchado alguna vez la expresión, “¡Auténtico!”? ¿Qué pretendemos decir con ello? Intentamos transmitir que la persona o la situación en cuestión tiene seguridad en sí misma, es autónoma y posee energía interior.

La persona auténtica no se somete a los demás, no trata de dominar, deja que los demás sean distintos, respeta sus propios sentimientos y necesidades, los propios y los ajenos, es dueño de sus sentimientos y capaz de expresarlos, no se deja arrastrar por la depresión del otro, ni se siente atemorizado por su miedo, ni absorbido por su dependencia, no permite que el carácter del otro le destruya. Cuando uno se siente así, se siente independiente dentro de una relación, descubre que puedes aceptar y comprender al otro mejor, sin necesidad de depender de él. Como veréis la persona auténtica es una persona muy asertiva.

Y es que la persona no auténtica, es insegura, de identidad poco definida, tiende a no aceptar al que es diferente, desea en el fondo moldear a los demás y que se parezcan a él. Sin embargo, la persona segura de sí misma, no es un ser indiferente, alguien que no se interesa por nada o que no escucha a nadie. Ser independiente no es suficiencia, ser seguro de sí no significa bastarse a sí mismo, el que yo me acepte como soy no equivale a despreciar a los demás, estos matices -que son difíciles de describir- habría que experimentarlos.

¿Qué puedo hacer para favorecer mi identidad y desarrollar mi autoestima? Lo primero que tenemos que reconocer en profundidad es la dignidad radical con la que todos contamos, como dijo el gran poeta A. Machado:

“Por mucho que valga un hombre,
no tiene valor más grande que el valor de ser hombre” 

Conviene recordar que la infancia es una etapa decisiva para el desarrollo de la autoestima, no todos hemos tenido un ambiente de aceptación, de diálogo y de amor en el marco familiar, por eso, para aquellos de vosotros que han sentido el peso de la inseguridad y la rudeza de la falta de confianza en sí mismos, tal vez, se pueda resolver parte del destrozo de la adolescencia, escuchando palabras de afecto, de aliento y de elogio. Es bueno que seamos generosos con el elogio, y aprovechar todas las oportunidades que tengamos para hacerlo sinceramente, de esta forma podremos obtener una recompensa por parte de los demás, pero no debemos confundir, sometimiento, servilismo o docilidad con elogiar a los demás. Tampoco hay que estar todo el día elogiando para recibir algo a cambio, ya que ello puede resultar insufrible, artificial y más sofocante que estimulador. La mentira y la adulación no son cauces adecuados para impulsar una imagen positiva de nosotros mismos, ¡sé auténtico!, como verás, esta postura está muy alejada del estilo de conducta pasivo.

En nuestros días, la reflexión de los investigadores acerca de la cuestión que nos ocupa es amplia, alguna de las respuestas que constituyen el tema común de las investigaciones son:

- Necesidad de liberarse de sentimientos negativos, de ideas irracionales y de caretas de interpretación, para llegar a aceptarnos a nosotros mismos. 
- Aprender a evaluar la conducta sin caer en sentimientos de culpa. 
- Aceptar que las apariencias no son lo más importante. 
- Asumir responsabilidades. 
- Perder el miedo a revelar los sentimientos. 
- Desarrollar habilidades sociales. 
- Ser asertivos. 
- Vivir según el sistema de valores propio, no dejarse invadir. 
- Derribar la preocupación por tener éxito en el trabajo y en las relaciones con los demás. 
- Ser auténtico y consecuente en nuestras relaciones. 
- Favorecer a otros la autoestima. 
- Practicar la relajación. 
- Aprender a tomar decisiones. 
- Entrenarse en la solución de problemas.

Por lo tanto, la autoestima se apoya en el autoconcepto que tengamos de nosotros mismos, y éste, se forja a partir del juicio que los demás tengan de nosotros e influye decisivamente en nuestro rendimiento académico y/o laboral. La autoestima y la autorrealización se va adquiriendo a través de pequeños logros acumulados uno a uno a lo largo de un proceso lleno de dificultades y nunca acabado del todo. La autorrealización es un proceso donde nuestras potencialidades van actualizándose y creciendo, como dice Maslow:

La autorrealización puede consistir en ejercitar los dedos en el piano. Supone hacer bien aquello que uno quiere hacer. Convertirse en un psicólogo de segunda no es un buen camino hacia la autorrealización. Hay que ser tan bueno como uno pueda ser”.

Lo segundo mejor que podemos hacer para mejorar nuestra autoestima es vivir conscientemente, solo así sabremos ¿cómo y en qué aspectos actuaremos de manera diferente? Será difícil que podamos sentirnos competentes en la vida si vagamos en medio de una niebla mental autoprovocada. Vivir conscientemente significa conocer todo lo que afecta a nuestras acciones, objetivos, valores y metas, y comportarnos de acuerdo con aquello que vemos y sabemos. La autoestima no depende de las características con las que nacemos, sino del modo en que usemos nuestra conciencia. Vivir conscientemente es vivir responsablemente para con la realidad, y esto no significa que tenga que gustarnos lo que vemos, sino que debemos reconocer lo que es y lo que no es, y que nuestro deseos, miedos o rechazos no alteren los hechos.

Uno de los puntos más importantes del vivir conscientemente es la independencia intelectual. No podemos pensar a través de la mente de otra persona. No hablamos de pensar sobre lo que opinan los demás, sino de pensar sobre nosotros mismos, sobre nuestro trabajo, nuestras relaciones, sobre los valores que guiarán nuestra conducta.

Vivir conscientemente implica:

Pensar, conocer, aclarar, no huir de la realidad, respetar la verdad, ser independientes, activos, honestos, vivir el presente, voluntad de aventurarse, enfrentarse a uno mismo, corregir los errores y utilizar la razón.

A veces, cuando las circunstancias que tenemos que afrontar tienen que ver con nosotros mismos, vivir conscientemente puede volverse muy difícil, y es entonces cuando tenemos que aprender a aceptar nuestras condiciones. Si verdaderamente quieres cambiar tienes que comenzar por aceptarte tal y como eres. Aceptar no significa gustar, ni que podamos desear o imaginar cambios o mejoras. Una vez que aceptamos los hechos tal y como son, nos sentiremos más inclinados a cambiar aquellas cosas cuya realidad negamos.

Hay momentos en que es inevitable experimentar angustia, cómo, por ejemplo, al acudir a una fiesta en la que no conoces prácticamente a nadie y no puedes evitar sentirte tímido o inseguro, en ese momento no sabes qué otra cosa hacer con la tensión que padeces salvo tratar de combatir tu ansiedad tensando el cuerpo. Pero existe un modo más eficaz de enfrentarse a tal situación, se trata de la autoaceptación. Al aceptar la situación, no combates la sensación de angustia, sino que te sumerges en ella, puedes incluso hablar con tu miedo invitándolo a que te diga la peor cosa imaginable que pueda ocurrir, de esta forma te introducirás en la realidad de un modo más benévolo que intentando esforzarte en aparentar tranquilidad.

Generalmente somos más fuertes cuando no tratamos de combatir la realidad. Nuestro sufrimiento no desaparece gritándole, pero sí se atenúa cuando lo aceptamos plena y sinceramente, ya que de esta forma diluimos los sentimientos negativos o indeseables como el dolor, la ira, la envidia o el miedo.

Cuando alguien tiene miedo, por lo general es inútil aconsejarle que se “relaje”, ya que no sabrá cómo traducir el consejo. Pero si se le dice que respire suave y profundamente, o que imagine cómo se sentiría si no tuviera que combatir el miedo, entonces le estaremos proponiendo algo que la persona puede hacer. Lo mejor, sería abrirnos al miedo, darle la bienvenida, intimar con él, e imaginarnos lo peor que podría sucedernos y afrontarlo. No se trata de decirnos a nosotros mismos, “Yo soy más que mi miedo”, eso sería identificarnos con él, sino “Reconozco mi miedo y lo acepto... y ahora veamos si puedo recordar cómo se siente mi cuerpo cuando no tengo miedo”. Esta práctica es apropiada incluso cuando luchamos con el miedo al rechazo o al abandono. Cuando aprendemos a aceptar el miedo, dejamos de considerarlo como una catástrofe y dejamos de contemplarlo como una relación de rivalidad con nuestra propia experiencia.

Ahora imaginemos que nuestra reacción ante algo es tan abrumadora que sentimos que no podemos practicar la autoaceptación, no podemos relajarnos ni desbloquearnos. La solución, en este caso, es intentar no resistir a nuestra resistencia.

M.ª José, si no puedes aceptar un sentimiento, un pensamiento o un recuerdo, debes aceptar su resistencia. Si aceptas el hecho de que, ahora, en este momento, te niegas a aceptar que sientes envidia o ira, dolor o añoranza, si reconoces, experimentas y aceptas tu resistencia, descubrirás una paradoja importante: la resistencia empieza a desplomarse. Cuando luchas contra un bloqueo, éste se hace más fuerte; cuando lo reconoces y aceptas, comienza a desaparecer, porque su existencia continua requiere oposición.

M.ª José, cuando experimentamos la resistencia o la negación con plena conciencia, y la abrazas, por decirlo de algún modo, generas una especie de corto circuito. Se abre una puerta... y vuelves a conectar con tu experiencia, con aquella que tratabas de rechazar.

Si te niegas a aceptar el hecho de que a menudo vives inconscientemente, ¿cómo aprenderás a vivir más conscientemente? Si te niegas al hecho de que a menudo vives irresponsablemente, ¿cómo aprenderás a vivir responsablemente? Si te niegas a aceptar el hecho de que a menudo eres pasiva, ¿cómo aprenderás a vivir más activamente?

No puedes superar un miedo cuya realidad niegas. No puedes cambiar rasgos de ti que insistes en no poseer. No puedes perdonarte por algo que no reconoces haber realizado. Si no aceptas plenamente una parte de tu conducta pasada, es casi inevitable que la repitas de una forma u otra. Los errores con los que estamos dispuestos a enfrentarnos se convierten en los peldaños de una escalera que conduce a una autoestima más elevada.

El problema de la falta de autoaceptación no se limita a las negaciones, pueden también asustarnos nuestras virtudes. Nuestras desventajas plantean el problema de la ineptitud; nuestras ventajas, el desafío de la responsabilidad. Nuestros puntos fuertes o virtudes pueden hacernos sentir solos, alienados, marginados del grupo, blanco de la envidia o la hostilidad, y nuestro deseo de pertenencia al grupo puede superar cualquier deseo de realizar nuestro potencial más elevado.

Recuerdo una chica de 24 años que acudió hace años a la consulta, con el rostro de un ángel. Había probado todo tipo de experiencias, de las que yo en mi etapa de adolescente no tenía conocimiento. Había buscado desesperadamente la atención y el cariño de los demás. Tenía una inteligencia fuera de lo común. De chica era tremendamente atenta y cariñosa con todo el mundo. Casi sin mirar los libros, obtenía muy buenas calificaciones en la escuela. En el pueblo donde vivía no había mucha gente de su edad con la que pudiera hablar. Se sentía marginada por su familia, y envidiada por sus virtudes, no por sus defectos. Al llegar a la adolescencia, empezó una autodestrucción, como venganza contra su familia y, al mismo tiempo, como grito de socorro.

Un día, durante la terapia, después de varios meses de trabajo, se enfadó muchísimo conmigo, y con gran sollozo, murmuró:

Esto es tan difícil... –repetía una y otra vez -. Admitir que es cierto, que tu tienes razón, que soy inteligente, que soy especial, que soy buena. ¿Y de qué me sirve? –exclamaba con los ojos temerosos”.

 Ha pasado el tiempo y recuerdo aquel trabajo con agrado, fue muy importante que aquella chica que tenía miedo a la vida, reuniese el coraje suficiente como para admitir y aceptar sus propios méritos, aún a pesar de la soledad y el aparente abandono que aquello le estaba ocasionando.

Hace poco recibí una carta suya donde me contaba que tenía un estupendo trabajo y que se había casado, en la carta, me comentó que yo era la única persona que se había negado a verla como una desgraciada, por su falta de cariño y de comprensión, y así lo escribió:

tú me vistes como alguien especial. Y eso me hizo verme así. A veces me costó tanto aceptar quien era yo, quién era realmente... eso fue lo más difícil que tuve que hacer en toda mi vida”.

La gente siempre habla de lo difícil que es aceptar los propios defectos; alguien tendría que hablar de lo difícil que puede ser aceptar nuestras virtudes. A veces el camino hacia la autoestima es solitario y temible. Pero cuando más dispuestos estemos a experimentar y aceptar nuestros aspectos peculiares, más rico se volverá nuestro mundo interior, mayores serán nuestros recursos, y más aptos nos sentiremos para afrontar los desafíos y oportunidades de la vida. También podremos descubrir el sentido en nuestra vida que más se acerque a nuestras necesidades individuales.

Por lo tanto, con defectos o sin ellos, debemos tener el coraje de gustarnos a nosotros mismos, tenemos que valorarnos y aceptar el compromiso que se deriva del hecho de que estoy vivo y soy consciente de que existo.    

Y ahora, que me siento contento, y a modo de resumen, reflexionaremos en términos filosóficos que, como bien sabéis, es algo que me reconforta:

 

La autoestima es esencial para sobrevivir psicológicamente, es la piedra angular sobre las que apoyamos nuestras emociones. Nuestro mayor enemigo es nuestro propio rechazo, al hacerlo dañamos considerablemente las estructuras psicológicas que nos mantienen vivos, sería algo así como padecer una gran falta de juicio. Una cosa es que nos disgusten ciertos colores, ruidos, figuras o sensaciones, y otra muy distinta es el desprecio por uno mismo. ¿Acaso, no te duele que te rechacen los demás?, entonces, ¿por qué lo haces contigo mismo? Mientras te comportes así los riesgos que correrás serán grandes y dañarán tu relación con los demás, además de tu rendimiento académico o profesional.

Generalmente, no queremos tomar consciencia de nuestra autolimitación y, para ello, levantamos barreras defensivas tales como: enfadarnos, inculparnos, ser tremendamente perfeccionistas, fanfarronear, poner excusas, y a veces incluso, consumiendo alcohol o drogas. A través de nuestro trabajo, perseguimos un cambio en la forma de percibirte y de sentirte, el cambio de tus percepciones y sentimientos afectará a todas las áreas de tu vida aportándote una sensación de libertad.

Se sabe con certeza, según las investigaciones llevadas a cabo, que el estilo de crianza de los padres durante los tres o cuatro primeros años determinan la cantidad de autoestima inicial del niño. Después de esto, no se sabe nada con seguridad acerca del desarrollo de la autoestima, es decir, desconocemos cuál es la causa y cuál es el efecto.

Desde nuestro punto de vista, y en un intento de aproximar a Ortega al concepto de autoestima, la mejor contribución que nos dejó, podríamos resumirla en la célebre fórmula recogida en su primer libro publicado en 1914, “Meditaciones del Quijote”, donde dice:

Yo soy yo y mis circunstancias”

Ante la falta de certeza con la que partimos acerca de la génesis de la autoestima, podríamos pensar que ésta proviene de las circunstancias de la vida, y que estas circunstancias están decisivamente influidas por la propia autoestima. Sin embargo, seguimos sin saber ¿qué fue primero el huevo o la gallina?

Lo que si sabemos, es que si de hecho la autoestima y las circunstancias están relacionadas, lo están sólo indirectamente, ya que hay un factor influyente que determina la autoestima todo el tiempo, nos referimos a las ideas y a la manera de controlar nuestro pensamiento. Por lo tanto, la autoestima influye sobre las circunstancias y las circunstancias sobre la autoestima, pero más importante que eso sería la interpretación que de la vida realicemos. De aquí, que quedara inmortalizado el mayor de los legados de Epícteto (filósofo estoico que vivió en el año 50-125, esclavo al que Nerón dio la libertad, dedicó su esfuerzo a la enseñanza del fortalecimiento de la voluntad como forma de vida) dice así:

 El hombre no se ve distorsionado por los acontecimientos, sino por la visión que tiene de ellos”.

Como ya vimos, Ortega fue claro cuando dijo: “yo soy yo y mis circunstancias”, de esto no hay duda, pero añadió después:

“y si no la salvo a ella– se refiere a la circunstancia- no me salvo yo”. 

Como podemos ver, en este breve planteamiento que nos hace Ortega está la base del trabajo, ya realizado, sobre la psicoterapia existencial. Esto, lo que nos viene a decir, es que la circunstancia no lo es todo, no es más que el mundo de cada uno de nosotros. Si las circunstancias lo fueran todo, sería algo así como una “tumba” (estaríamos enterrados en un foso). Las circunstancias están situadas sobre un horizonte más amplio, un horizonte con profundidad, no un horizonte plano.

 Ortega lo expresa de esta manera:

Los árboles no dejan ver el bosque –se refiere a cada circunstancia-, y gracias a que es así, en efecto el bosque existe – se refiere al mundo. La misión de los arboles patentes es hacer latente el resto de ellos, y solo cuando nos damos perfectamente cuenta de que el paisaje visible –la circunstancia más próxima a nosotros y la interpretación que de ella elaboremos -, está ocultando otros paisajes invisibles –otras realidades posibles - nos sentimos dentro de un bosque” – es decir, sentimos que formamos parte del mundo.

Con el curso de autoestima que iniciamos hoy aquí, trataremos de desvelar y analizar las interpretaciones que de nosotros mismos habitualmente elaboramos, aprendiendo a crear nuevas afirmaciones, más positivas, que nos permitan tapar el socavón dejado por la mala interpretación que algunos venimos realizando largo tiempo.

¿Conocéis el refrán: “Una golondrina no hace verano”?

Una circunstancia, es una posición dentro del mundo, es decir, la manera de colocarme dentro de él, y la perspectiva, es la postura que yo adopto ante la vida, que siempre será una postura de grandes miras y a la que tendré que estar muy atento, ya que de ella dependerán mi análisis y mi forma de interpretar los acontecimientos en los que me encuentre.

¿Recordáis las palabras del esclavo griego Epícteto?

 No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino la opinión que se tiene de ellas. Por lo cual, cuando nos hallamos turbados o impedidos, debemos echar la culpa a nosotros mismos y a nuestras opiniones”.

También Equiridión (filósofo estoico contemporáneo de Epícteto) nos decía:

Acuérdate que no te ofende el que te injuria ni el que te golpea, sino la opinión que has concebido. Cuando alguno, pues, sea causa de que hayas encolerizado, debes saber que no es él, sino tu opinión, la que te irrita; por lo cual, conviene estar atento a no dejarte llevar de tu pasión, porque cuanto más presto lo hicieres tanto más fácilmente la domarás”.

De la correcta visión de nuestros acontecimientos potenciaremos nuestra autoestima en lugar de socavarla. Y nos adentraremos en lo que Ortega definió como “la voluntad de aventura”, miraremos el mundo con los ojos del “mitológico Ulises”, y así, gozaremos de la vida como de un experimento, descubriendo la jovialidad y la deportividad que ella misma encierra y que yace esperándonos en el interior de nuestro “bosque” particular. Por lo tanto, no permitas que una “golondrina de verano”, te impida ver “el bosque”, recuerda a Epícteto y a Equiridión y crea tu propia empresa: que no es otra cosa que tu vida.

Por último, nos gustaría aclarar un poquito más la noción de perspectiva a la que antes aludíamos; la perspectiva – que tengo que adoptar ante la vida -, no la pongo yo, me la impone el mundo. Las cosas que el mundo me muestra se nos presentan por muchos lados, pero nunca se dejan ver en su totalidad. Las cosas me aparecen en aspectos sucesivos, es decir, suceden en el espacio y en el tiempo, y es mi conciencia, es decir, son mis ideas y mis pensamientos, las que dan identidad y coherencia a las cosas que me suceden.

La identidad que yo aporto a las cosas, es mi propia realidad, mi interpretación, “el bosque visible” y, por lo tanto, mi perspectiva. De aquí, que la posición que yo adopto ante el mundo es solamente una parte de esa realidad y que nunca será absoluta, “el bosque invisible”. La realidad que tu interpretes de los acontecimientos y las circunstancias en las que te halles, siempre será relativa.

Cada uno de nosotros tiene su autoestima que estará relacionada con la interpretación que haga de su realidad, tal y como ésta se le presente y siempre se nos presentará en porciones individuales, nunca en su totalidad, de aquí que necesitemos técnicas psicológicas cognitivo-conductuales para digerir cada una de las porciones en la que está compuesto nuestro mundo y, por lo tanto, nuestra realidad. Solo de este modo elevaremos nuestra autoestima al lugar que le corresponde.

Cuando acudimos a la psicoterapia, tratamos de combatir la ansiedad, la depresión, los problemas de relación social y un sin fin de síntomas tales como: miedos, obsesiones, fobias, temores, etc. A veces, los síntomas mejoran, otras, persisten a pesar de años de trabajo, pero la mayoría obtienen una sensación de satisfacción y mayor valía personal. Aunque los síntomas específicos puedan o no cambiar, vosotros comenzáis a estar mejor y os sentís mas valiosos y capaces.

Existen dos tipos de problemas de autoestima: situacionales y de carácter. La baja autoestima situacional tiende a mostrarse sólo en áreas concretas. Podemos tener una gran confianza como padre o madre, pero esperar fracasar en las situaciones de trabajo. La baja autoestima de carácter habitualmente tiene su raíz en las experiencias tempranas (en la infancia) de abuso o abandono. En este caso, la sensación que podemos tener de “maldad” es más global y tiende a afectar a muchas áreas de la vida.

Para las personas con baja autoestima situacional les serán de gran ayuda las técnicas que más adelante veremos de reestructuración cognitiva. Para los que tienen una baja autoestima caracteriológica derivada de una pobre identidad, y de una sensación de encontrarse mal, cambiar los pensamientos irracionales o distorsionados no suele ser suficiente. En ese caso, usaremos otros procedimientos que luego trabajaremos. Y ahora comenzaremos con los ejercicios prácticos.

 

EJERCICIOS PRÁCTICOS: Técnica de completar oraciones

Una poderosa herramienta para cultivar la consciencia de nosotros mismos, la autoaceptación y el desarrollo personal es la técnica de completar oraciones. Solo necesitas el cuadernillo que tienes en tus manos y un bolígrafo. Al comienzo de cada apartado escribe en torno a dos o tres finales lo más rápido que puedas, casi sin pensar, por oración incompleta. Tan solo es un ejercicio, no pretendas autoconvencerte de que no puedes hacerlo. Te aseguramos que si puedes.

Existen muchas posibilidades de que, si participas en estos ejercicios plena y conscientemente, te pongas en contacto con esa parte de ti mismo que contiene miedos, dudas y culpas mas profundas. Así lo esperamos.

No obstante, este descubrimiento no siempre produce placer. A veces asusta. Puede que desees apartarte de él, o que te niegues a hacerlo, porque sabes, de manera intuitiva, que aceptarlo plenamente equivale, a afrontar la responsabilidad de vivir conscientemente.

No olvides que cuando uno no vive conscientemente, el nivel más profundo y primitivo de nuestro ser tiende, en realidad, a volverse en contra nuestra, generando dolor en el nivel de la autoestima. Es ese yo más profundo al que ofendemos cuando faltamos a la integridad que requiere la autoestima positiva. Si yo no poseo la lealtad suficiente para ayudarme a mí mismo, lo cual significa el coraje de saber que me gusto y de afrontar la responsabilidad de hacerlo, me sentiré traicionado por mí, aunque sea incapaz de explicar mi sentimiento.

1.     A veces, al pensar en mi vida, apenas puedo creer que en una época yo...

2.     Para mí no es fácil admitir que...

3.     No me resulta fácil aceptarme cuando yo...

4.     Una de mis emociones que me cuesta aceptar es...

5.     Uno de los pensamientos que tiendo a alejar de mi mente es…

6.     Una de las cosas de mi cuerpo que me cuesta aceptar es…

7.     Si yo aceptara más mi cuerpo...

8.     Si aceptara más las cosas que he hecho...

9.     Si aceptara más mis sentimientos...

10.  Si fuera más honesto acerca de mis deseos y necesidades...

11.  Lo que me asusta de aceptarme a mí mismo es...

12.  Si otras personas vieran que me acepto más...

13.  Lo bueno de no aceptarme podría ser...

14.  Comienzo a darme cuenta de que...

15.  Comienzo a sentir...

16.  A medida que aprendo a dejar de negar lo que experimento...

17.  A medida que respiro profundamente y me permito experimentar la autoaceptación...

18.  Si el niño que tengo dentro pudiera hablar, diría...

19.  Una de las cosas que tuve que hacer para sobrevivir fue...

20.  Una de las cosas que, mi sí-mismo niño necesita de mí es…

21. Si yo fuera más compasivo y amable con mi sí-mismo niño...

22.  Me gusto más cuando...

23.  Me gusto menos cuando...

24.  La dificultad de permanecer plenamente consciente de mis problemas reside en...

25.  Lo bueno de ser plenamente consciente de mis problemas es...

26.  Si yo permaneciera plenamente consciente de mis problemas...

27.  Si yo estuviera dispuesto a admitir cuánto me gusto en el fondo...

28.  Lo bueno de simular que no me gusto...

29.  Si yo tuviera el coraje de admitir que, pese a mis defectos, me gusto...

30.  A veces no me gusto cuando…

31.  Una de las cosas que no me gusta de mí mismo es...

32.  Una de las cosas que me gusta de mí mismo es...

33.  Me gusto menos cuando...

34.  Me gusto más cuando...

35.  Mi madre hizo que me viera como...

36.  Mi padre hizo que me viera como...

37.  Cuando siento que no despierta simpatía...

38.  Cuando me enorgullezco de algo que a nadie más le importa o nadie entiende...

39.  Si tuviera que admitir cuánto me gusto en el fondo...

40.  Lo temible de admitir que, con errores o sin ellos, me gusto es...

41.  Comienzo a darme cuenta de que...

42.  Si algo de lo que estoy escribiendo es cierto...

43.  Si estuviera dispuesto a respirar profundamente y permitirme experimentar la alegría de ser...

Si revisas los ejercicios, tal vez, te sorprendas al ver que te aceptas más a ti mismo en algunas áreas que en otras. Puedes aceptar ciertas características físicas, pensamientos, sentimientos o acciones, mientras que niegas o rechazas otras.

Ahora haz una lista de seis hechos relacionados contigo mismo que te cueste aceptar por completo.  Puede que esto, te exija un nivel de sinceridad difícil de lograr. Recuerda que “aceptar” no quiere decir “gustar”:

1.      

2.      

3.      

4.      

5.      

6.      



Juan José Regadera. En Murcia a 18 de febrero de 1999 


                                


Hasta pronto

 

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