¿Por qué es bueno ir al psicólogo?. Psicoterapia humanística y existencial

¿Por qué es bueno ir al psicólogo?

Psicoterapia humanística y existencial

Aunque nos parezca paradójico, se da la circunstancia actual que comenzamos a ver en el horizonte mundial grupos de personas que no quieren tener razón –los hechos que lo prueban serían largos de enumerar-. Ante esta realidad nos surgen algunas preguntas: ¿se trata de un fenómeno superficial y transitorio o se inicia con ello un nuevo tipo de persona y de vida que está dispuesto a vivir de la sinrazón? ¿Cabe en lo humano en esencia la sinrazón como forma de ser auténtica o es no más que un síntoma notorio de crisis y de existencia en falso? 

Las preguntas anteriores fueron formuladas y publicadas en 1933 por Ortega y Gasset en la revista Cruz y raya bajo el título: “La verdad como coincidencia del hombre consigo mismo”. Con ellas, Ortega, auguraba “una gigantesca interrogación dentro de la cual se halla a estas horas –nos decía- prisionero el porvenir concreto de todos lo que estamos aquí”. 

¿Diría el lector sentirse, en el presente, prisionero del porvenir?, si así fuera, ¿qué formula utilizaría para calmar la zozobra de su propia vida?, ¿estudiaría psicología, o, tal vez psiquiatría? Es vox populi que muchos profesionales de la Salud Mental acceden a ella con la esperanza de mejorar en sí mismos aquello que ellos tratan de enmendar en los demás. No parece necesario utilizar esta formula. 

¿Acudirían al psicólogo o psiquíatra para que determine según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V), o, según la Clasificación de los trastornos mentales y del comportamiento (CIE 10), que patología podría presentar? 

Existe la leyenda urbana dentro del gremio de especialistas en psicología y psiquiatra, que inician sus estudios profesionales con la esperanza de tener control sobre sus vidas, o en el mejor de los casos, de tener controlada su propia situación de cara a no padecer aquello que ellos mismos tratan de enmendar en los demás. No nos referimos a este supuesto control de lo que se denomina enfermedad mental. Sabemos que no hay verdades absolutas como también sabemos que toda verdad es relativa al tiempo o época en que es formulada. 

¿Cuál es la época del Covid-19? ¿el suceso ocurrido es un fenómeno transitorio o se inicia con ello un nuevo tipo de era y de vida que esta dispuesto a vivir de la sinrazón? ¿cabe en la persona formalmente la sinrazón como autenticidad o es no más que un síntoma notorio de crisis y de existencia en falso? 

Conocen ustedes el famoso diálogo en que el ciego pregunta al tullido: “¿cómo anda usted, buen hombre?” Y el tullido responde: “¡Como usted ve, amigo¡” 

Las personas de nuestro tiempo, las personas orientales, occidentales… coincidimos en todos de una misma situación vital que podemos, en rigor, definir con una palabra: desesperación. Para comprender lo sucedido no podemos recurrir a la medicina, la psicología o la psiquiatría, debemos adoptar un punto de vista filosófico. 

Es natural que lo sucedido nos resulte incomprensible por lo impredecible de la aparición del Covid-19. Sin embargo, en un mundo de incertidumbre necesitamos buscar, no (o no sólo) una certeza que satisfaga nuestra mente, sino una que colmara nuestro corazón. Solamente así podremos reposar y alcanzar el completo sosiego que nuestro Ser necesita para proyectarse a sí mismo, o, si se quiere de “planearse a sí mismo”. Está claro que con el Covid-19 nos resulta difícil sosegarnos y anhelar un certero futuro. 

La verdadera tranquilidad, y por lo tanto, la verdadera felicidad se encuentra únicamente en la posesión de la certeza. La verdadera certeza, la certeza particular, completa y absoluta de todas las certeza posibles sólo puede ser la certeza del Ser. La certeza de Lo que Se Es y Lo que Es, en contraposición a un incierto mañana que aún No Es. 

Dicha certeza constituye un “tesoro interior” que no muda ni se altera. Dicha certeza no es un objeto de la imaginación, ya que de los contrario sería ilusión y engaño. Dicha certeza es motivo de autenticidad y desarrollo vocacional. En el interior de cada uno de nosotros habita la certeza de lo que somos y debemos ser, pero no podemos entrar en esta certeza sino por la sencillez y el amor, solo así alcanzaremos la fe en nosotros mismos. Esa fe que posibilita el autoentendimiento. Esa fe en si mismo que es creencia amante, descubridora de valores, de la cual brota, como una luz, la inteligencia, de lo que Soy y seguiré Siendo. 

La búsqueda de esta certeza incorruptible del Ser no es algo transitorio por muy duradero que fuese. Es el movimiento hacia la substancia del Ser que por gozar de libre albedrío se desenvuelve con la acción del cotidiano vivir formando nuestra realidad, creando nuestras propias oportunidades de vida y de cómo sobrevivir, con nosotros mismos, con la certeza de mi Ser. Que soy Yo, para bien y para mal, pero sigo siendo Yo. 

Hay momentos en que las peripecias que moldean la realidad de cada cual nos conducen o nos mueven hacia el no ser, y es entonces cuando la voluntad humana puede elegir el mal como una privación del bien. En este caso, el mal se origina por una renunciar al Ser o, como venimos diciendo, a la certeza, la autenticidad, en definitiva, al proyecto personal. 

El mal, a diferencia del bien, no es una substancia que como esencia espera su desenvolvimiento. 

El mal como movimiento hacia el no ser también goza de libre albedrío, pero se trata de una libertad errada, torpemente condicionada por la realidad personal donde existe la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. 

La libertad, la libertad como tal, a diferencia del libre albedrio, no existe en ella posibilidad de bien o mal voluntarios. Es el reino del Ser absoluto y pleno. En cambio, el libre albedrío designa la posibilidad Es la facultad de la razón y de la voluntad por medio de la cual es elegido el bien por el . 

Recuerda: 

Eres libre, pero eres libre de hacer libremente lo que tu Ser sabe que hará libremente. Si decides conducirte hacia el no ser, aquellas condiciones que parecían incompatibles: la certeza absoluta del Ser y la existencia del mal, confabulan creando una nueva realidad carente de gracia y cargada de predestinación. 

Eres libre, para tener certezas e incertidumbre, como libre eres para refutarlas. 

Entonces, si esto es así: ¿en qué me puede ayudar un psicólogo? 

A no vivir de conjeturas y de que podemos aprender de nuestros errores avanzando a través de anticipaciones injustificadas, de presunciones, de soluciones tentativas para nuestros problemas a los que bien podíamos llamar conjeturas. 

El psicólogo criticará tus conjeturas, pondrá de manifiesto tus errores, te hará comprender las dificultades del problema que ambos tratáis de resolver. De este modo, llegarás a adquirir un conocimiento más profundo del problema y a estar en condiciones de proponer soluciones más maduras. 

La misma refutación de tus propias teorías serán un paso adelante que nos acerca a auténtica verdad: que tu mismo eres en sí una certeza, no sólo para mí, sino también lo serás para los demás. 

En esto te puede ayudar un psicólogo. 


Juan José Regadera. En Murcia, 2020

        

                                     Hasta pronto 


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